La medicina (LIII)

Historias de Algeciras

El Tumbacepas, bebido, es asesinado por su hijastro en el Secano y en Algeciras no se habla de otra cosa

El salón de plenos en el que se efectuaron las declaraciones del médico José Gómez.
El salón de plenos en el que se efectuaron las declaraciones del médico José Gómez. / E.s.
Manuel Tapia Ledesma

28 de enero 2018 - 08:55

Documentalmente se desconoce si el memorial dirigido a la Casa Real –y comentado en el capítulo anterior–, por el ex miembro de la milicia de los Escopeteros de Getares y aspirante a cirujano-sangrador don Juan González, fue objeto de atención o no. Sí, en cambio, se puede afirmar que la tradición recaudatoria de la administración, sin importarle si el ejerciente poseía o no titulación académica, se mantuvo en el tiempo.

Mientras estas y otras cuestiones relacionadas con la sanidad local dormían el sueño de los justos, o interesaba mantenerlas bien despiertas por el bien de las arcas municipales, el asunto del expediente aclaratorio abierto sobre la figura del médico don José Gómez seguía su curso. Al mismo tiempo, que el galeno cuestionado –al no existir sentencia o medida cautelar que lo estableciese, dada la vía administrativa en la que se encontraba el caso–, proseguía ostentado justamente sus cargos ante las distintas administraciones e instituciones sanitarias, como así lo demuestra el siguiente documento: “La traqueotomía, cuya operación consiste en la abertura quirúrgica de la tráquea para dar entrada al aire en las vías respiratorias, ha sido maravillosamente ejecutada […], fueron practicadas en circunstancias difíciles y de noche, presenciadas por el decano, subdelegado de medicina don José Gómez, (...)”.

Tras el inicial revuelo popular al conocerse públicamente la incoación del mencionado expediente a tan conocido médico, con el paso del tiempo y el lento proceso de citaciones a los denunciantes y declarantes para que expresaran su testimonio, el asunto fue cada vez menos observado por la opinión pública, para quedar encerrado entre las paredes del consistorio algecireño dónde la mecánica administrativa seguía su curso. Otros hechos sucedidos al mismo tiempo que el citado procedimiento se llevaba a cabo, seguían hundiendo en el olvido de la chismografía local, el asunto del Sr. Gómez; tal fue el caso de conocido como asesinato del Secano, sangriento hecho que se produjo del siguiente modo: “A las once y cuarto de la noche, Juan Arás, alias El Tumbacepas, de oficio carbonero, que vivía en unión de su mujer y de su hijastro en una de las casas del Secano, hubo de entrar anoche en su domicilio algo embriagado y, según se dice, tenía costumbre siempre que se encontraba en este estado, de maltratar de palabras y hechos a su consorte; el hijo de ésta, hallábase presente en esta ocasión e invitó á su padrastro a que abandonase la actitud, pero éste, lejos de cejar en la cuestión la emprendió á insultos con su entenado (hijastro), saliendo ambos a la carretera. A los pocos minutos caía al suelo herido Juan Arás, quién en una escalera de mano fue conducido al Hospital Civil por su propio matador y tres individuos más. Una vez reconocido el herido por el director del Hospital, que llegó instantáneamente al citado establecimiento benéfico, pudo apreciarle dos heridas mortales una en la parte posterior toráxica y otra en la región lumbar a consecuencia de las cuales falleció a las doce de hoy.

Después de haber presenciado el parricida la primera cura de su padrastro, fue sacado del Hospital y conducido a la Cárcel en la que ingresó quedando convicto y confeso de su crimen”.

Evidentemente un hecho tan grave acontecido en nuestra ciudad, pasaría a ser durante semanas comentario obligado de tertulias y reuniones en los diferentes foros y mentideros algecireños; tales como, la rebotica de la farmacia de D. Augusto Almagro, sita en la calle Jerez (hoy, Ventura Morón); o, los vecinos que se sentaban al fresco en el patio de La Morera (mal llamado posteriormente de La Morena, ubicado en la calle Tarifa); y por supuesto, entre los asiduos viajeros o personal de las diligencias que se daban cita en la venta La Rioja, en el camino a Tarifa (a la altura de Los Pastores), propiedad de Antonio Pague. Todos ellos, sin lugar a dudas –salvo en el caso de la rebotica indicada y por razones lógicas–, dejarían a un lado los comentarios sobre el galeno José Gómez, para dar paso a ¡lo último!, sobre: “El asesinato del Secano”. Prosiguiendo con el expediente del Sr. Gómez, comentar que tras la impactante declaración de D. José Costa Alarcón, se produjo la primera intervención femenina en el proceso administrativo, tal fue la declaración efectuada por Dña. María Lucía Vargas Corzano, soltera, de estos vecinos y de treinta y tres años de edad, quién dijo: “Lo único que puede decir es que habiéndose puesto enferma, mandó a una vecina que no recuerda quién fue, para que buscase al titular Don José Gómez, pero no habiéndolo encontrado y mejorada la madre de la que habla de sus dolencias, no necesitó volver á llamar á dicho señor ni á otro alguno. Que lo declarado es la verdad á cargo de su juramento...”. A continuación de la Sra. Lucia Vargas, se leyó en voz alta la siguiente delación: “Habiéndose denunciado verbalmente a esta Alcaldía que Francisca Fabra Vázquez de esta vecindad, se queja públicamente de que Don José Gómez se negó, hace algún tiempo, á facilitarle su asistencia médica, recíbasele la correspondiente declaración”.

Prosiguiendo el texto consultado: “Seguidamente para la citación de Dña. Francisca Fabra Vázquez –segunda mujer que interviene como denunciante en el proceso–, intimé al Alguacil de servicio D. José Ferrol”. Produciéndose a continuación la presentación y declaración de la citada, relatando esta: “Ante el alcalde y mi presencia (secretario), fue comparecida Francisca Fabre Vázquez, de esta vecindad, de estado casada, de cuarenta años, de quién fue recibido juramento que hizo según derecho a cuyo cargo ofreció decir verdad, y siendo preguntada por lo conducente, dijo: “Que hace como cuatro años y a altas horas de la noche y con motivo de haberse indispuesto la que habla al mediar en una reyerta que su marido tuvo con Juan Siles, se le quebró un brazo y habiendo acudido unos serenos y enterados de lo que pasaba acompañaron á la dicente á la casa del médico Don José Gómez a quién llamaron por una reja y enterado de lo que ocurría contestó que se pudiera árnica, pero habiendo dicho un sereno que el brazo lo tenía quebrado ó dislocado, insistió el señor Gómez en que se pusiera el árnica, y se negó á levantarse para curarla, cuya operación la hizo al siguiente día el facultativo Don Francisco Contilló y Pecino”.

Tras la declaración de la última interviniente en el proceso, el secretario procedió a citar a otra señora, llamada Dolores Rumbao Serrano, fundamentando el requerimiento en que: “Teniendo entendido esta Alcaldía que Dolores Rumbao Serrano se queja públicamente del médico titular Don José Gómez, por haber negado su asistencia médica á un pobre, recíbasele declaración, intimando (requerir por la fuerza u otro medio un cumplimiento), al alguacil de servicio para que cite a Dolores Rumbao Serrano”.

Pero mientras hace acto de presencia la señora citada, recordemos –como en capítulos anteriores fue recogido–, que el proceso de solicitudes para la integración en el Padrón de Beneficencia, seguía su curso; coincidente, con la actividad médica que sobre los admitidos anteriormente estaba en marcha. Siendo controlada la citada actividad, mediante partes elaborados por los médicos titulares a cargo del servicio, por ejemplo: “Relación de los enfermos de beneficencia que en el día de hoy ha visitado el médico que suscribe Laureano Cumbre. Día 1 de Enero: José Amado, con domicilio en calle Ramón Chíes (hoy Avd. Agustín Bálsamo, aunque hubo un tiempo que también se llamó Camino a la Molinilla o Camino a la Estación); José Cervantes, con domicilio en calle de San Quintín; Francisco Mateo, con domicilio en el patio Lima. Día 2 de Enero: Ramona Calera, con domicilio en calle Laberinto (centro bajo); Antonio Romero, con domicilio en calle de San Quintín; José Haro, con domicilio en calle Catalanes; Juana Alcázar con domicilio en calle Marqués de la Ensenada; Juan Mejías, con domicilio en la calle López (hoy, Tte. Riera, también se llamó popularmente calle Al Mar, de donde proviene la denominación del hotel anexo)(...)”.

Hacemos un alto en el camino de los partes de enfermos visitados en el mes de enero por el médico don Laureano Cumbre, y recordemos –enlazando con el expediente en curso en sede municipal–, que una vez localizada y entregada la citación correspondiente a su destinataria: Dña. Dolores Rumbao Serrano –de estos vecino y de treinta y ocho años–, por el alguacil de servicio, esta hizo acto de presencia en la Casa Consistorial, manifestando: “Que hace unos cuatro años asistía a Ysidro Pascual Hernández, vecino que fue de ésta Ciudad a quién una noche le dió un dolor tan agudo que le hizo necesario llamar á un facultativo en altas horas de la noche para lo cual salió la declarante, acompañada del vecino Juan Domínguez Jiménez y con el auxilio del sereno José Custodio, fueron á casa del médico D. José Gómez, a quién llamaron por una reja, y habiendo contestado, se le manifestó la necesidad de que accediese para asistir al enfermo, á lo cual se negó manifestando que él también se hallaba enfermo y que llamaran á otro facultativo, cuya manifestación consideró la declarante así como los que le acompañaban de que era un pretexto ó excusa, pero nada bastó á pesar de habérselo dicho que aún cuando el enfermo era pobre se le pagaría la visita”.

Uno de los protagonistas en la exposición de la Sra. Rumbao, el sereno don José Custodio Ortega, la siguió en el orden de los declarantes, diciendo: “Que lo dicho por Dolores Rumbao Serrano era cierto, y que habiéndola acompañado junto a Juan Domínguez, cuando fueron á llamar al médico don José Gómez para que asistiera á Ysidro Pascual Hernández que había sido invadido de un dolor agudo, negándose dicho profesor á levantarse y acudir al llamamiento que se le hacía”.

El otro protagonista del testimonio de la Sra. Dolores Rumbao, el vecino Juan Domínguez Jiménez de treinta y dos años de edad; sustituyó en el turno de declarantes al empleado municipal (sereno) José Custodio, manifestando: “Que es cierto en todas sus partes lo dicho por la Sra. Dolores Rumbao Serrano, y que acompañó a la expresada, junto con el sereno José Custodio cuando fueron á llamar al médico Don José Gómez para que asistiera al enfermo Ysidro Pascual que se encontraba bastante grave á causa de un agudo dolor, negándose rotundamente dicho profesor á levantarse”. Las afirmaciones de Juan Domínguez, supuso el final de la rueda de declaraciones previas a la citación que tendría como objeto oír en sede municipal, al principal protagonista del expediente aclaratorio, el médico D. José Gómez; elaborándose por el instructor la siguiente diligencia: “En vista del resultado de este expediente […], hágase saber al titular Don José Gómez […], se halla de manifiesto por término de seis días en la Secretaría Municipal para que instruyéndose de él, diga lo que á su derecho corresponda. Fdo. El Alcalde y el Secretario”.

Mientras el expediente aclaratorio abierto quedaba pendiente de la entrega de la citación y posterior presencia, ó no, del médico José Gómez, sigamos con la relación –satisfaciendo con ello a los lectores que me hacen saber de la busqueda de sus antepasados en mis trabajos de investigación–, de los partes de visitas elaborados por el médico D. Laureano Cumbre, a enfermos integrados en el Padrón Municipal de Beneficencia: “Día 9 de Enero: Antonio Prieto, con domicilio en calle Río; Miguel Gandolfo, con domicilio en calle Río; Antonio Subirat, con domicilio en Plaza del Coral; José Rueda, con domicilio en calle López; Adolfo Vera, con domicilio en la Villa Vieja. Día 11 de Enero: Francisco Sánchez, con domicilio en Plaza Palma; Diego Macías, con domicilio en calle Soledad; Juan Morilla, con domicilio en calle San Quintín; Manuel Conesa, con domicilio en calle López; Francisco Murtula, con domicilio en calle Catalanes; Eloisa Espinosa, con domicilio en calle Fábrica (hoy, calle Montero Ríos). Día 16 de Enero: Antonio Espantoso (sic), con domicilio en calle Gloria; Juan Canales Orellana, con domicilio en calle San Nicolás y José Godoy, con domicilio en calle de San Quintín...”.

El asunto del expediente, sin quitar veracidad a las exposiciones, podría tener otros matices de carácter social que el avispado letrado, de existir, estaría obligado a obviar –ajustándose a derecho– siendo por posición un destacado miembro de aquella aristocracia local que encabezaba la cascada de denuncias, y que en los salones sociales parecía que había dictado sentencia. Pero esa es otra historia

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