Juan José Téllez: "Sueño que Algeciras se parezca alguna vez a Algeciras"
Entrevista
Periodista y escritor, presenta el sábado 15 de febrero en Cádiz su nuevo poemario, Los últimos pieles rojas
"Está en peligro la última utopía posible, la de la libertad, la igualdad y la fraternidad", afirma

San Fernando/Juan José Téllez Rubio (Algeciras, 1958) publica nuevo poemario titulado Los últimos pieles rojas, una reflexión sobre las utopías perseguidas a lo largo de su vida, muchas de ellas inalcanzables. En sus propias palabras, "este libro habla de pieles rojas que se niegan a entrar en la reserva, que se niegan a rendirse al Séptimo de Caballería". En ese camino vital también está Algeciras, su ciudad, la cual debería mirarse en el espejo de sus buenos hijos y no "en el del tipo que da un pelotazo especulando".
Periodista, poeta, escritor, siempre tiene mucho que decir. Y lo dice con mucha clarividencia, esa habilidad forjada en miles de lecturas, conversaciones y experiencias donde el buen humor siempre juega a favor de cualquier digestión. Su conclusión es que hay utopías perdidas, pero queda por librar la lucha por las más vitales, por las que mejor conforman al ser humano y su convivencia con los demás terrícolas, y que ahora están amenazadas.
Pregunta.Algunos de los títulos de sus poemas son Catecismo, Viacrucis, Credo... ¿Ha visto la luz?
Respuesta.Ahora vivimos tiempos de tinieblas y lo más normal es que veamos la oscuridad. La red oscura es cada vez más potente y tenemos que volver a inventar el fuego para ahuyentar a los demonios. Creo que en un tiempo como el nuestro hay una formidable pérdida de utopías. Y las utopías no solo son políticas, también son religiosas. Vivimos una era de materialismo que ni siquiera es dialéctico, sino absolutamente grosero, avaricioso y empobrecedor. No solo empobrecedor de los pobres y enriquecedor de los muy ricos, sino empobrecedor del espíritu que es absolutamente democrático. Y que todo el mundo tiene derecho a disfrutarlo con independencia del saldo de su cuenta corriente.
P.Para ser periodista, algunas de sus respuestas ofrecen caminos en varias direcciones.
R.Son oraciones yuxtapuestas.
P.Piel roja antes que Lucky Luke, el vaquero del cómic. Quién lo diría, ¿no?
R.No, no, yo siempre he dicho que más que de Lucky Luke he sido partidario del periódico que los hermanos Dalton destrozaban siempre en la viñeta. Su lema era: "Independiente siempre, imparcial nunca". Los pieles rojas también suelen ser independientes y muy parciales.
P.El expresidente de Uruguay, José Mujica, hablaba hace unos días de la poesía de la vida. ¿Usted también la busca?
R.Hombre, yo creo que Pepe Mújica es un gran poeta, aunque no haya escrito un verso en su vida. Los versos los ha escrito con su ejemplo vital, que yo creo que es lo que inspira un poeta.
P.Usted escribió la biografía de Miguel Hernández. ¿Se siente poeta del pueblo?
R.Yo soy de pueblo y todavía no sé si soy poeta. Yo creo que lo de llamarse a uno poeta es pornográfico. La poesía tiene muy poco que ver con la literatura. Tiene que ver con el espíritu, la filosofía, con la matemática que hace combinaciones binarias con las palabras y con los versos. Y con la música. La literatura es otra cosa. En esa parte espiritual uno decide si es poeta o no cuando está a punto de entregar la cuchara, pasas revista a tu vida y decides para ti mismo, sin ningún tribunal de oposiciones, si te has comportado como lo que tú crees que es un poeta a lo largo de tu vida. Lo de escribir versos es circunstancial.
P.¿Este poemario tiene relación con entregar la cuchara?
R.Este libro habla de pieles rojas que se niegan a entrar en la reserva, que se niegan a rendirse al Séptimo de Caballería y que siguen creyendo en las grandes praderas y en que más temprano que tarde el ser humano libre, como diría Allende, y los bisontes volverán a cruzar las grandes alamedas.
Presentación en Cádiz
El sábado 15 de febrero, a las 12:00, se presenta 'Los últimos pieles rojas' en la sede de la Fundación Carlos Edmundo de Ory, en Cádiz, con la presencia del periodista y escritor Óscar Lobato y del cantautor Fernando Lobo.
P.¿El periodismo le ha puesto pie a tierra para hacer poesía?
R. A mí el periodismo me ha librado de la épica. La palabra es una herramienta, entonces tú decides para qué quieres utilizar esa herramienta y utilizas una faceta u otra. Si te da la ventolera de querer arreglar el mundo, no lo vas a arreglar con un artículo, pero quizás estés más cerca de denunciar algunos problemas escribiendo un reportaje que un poema. Si tú quieres transmitir que el amor vuelve a tu casa, desaconsejo profundamente escribir un artículo de opinión. Creo que es mejor escribir un poema. Si quieres contar historias que no partan de la realidad, sino que simplemente lo parezcan, la narración creo que es lo más adecuado. Uno tiene ese abanico y puede decidir qué hacer con cada una de las herramientas que la vida ha puesto a tu disposición.
P.¿Un poeta puede dimitir?
R.Bueno, a veces la que dimite es la poesía. Hay gente que dice "he abandonado la poesía" y yo digo, no me extraña, la poesía nunca estuvo contigo, por lo tanto ya era hora de que te dieras cuenta.
Creía que era posible intentar transformar Algeciras, la sociedad, sobre todo. La han transformado a base de piquetas
P.Usted ha dimitido en público y en privado de algunos asuntos: Algeciras, Paco de Lucía. ¿Tenemos que interpretarlo ahora como un alejamiento temporal o como una renuncia?
R.En una entrevista que me hizo hace años Javier Chaparro, director de Europa Sur, dije que había dimitido de Algeciras, no que me hubiera ido. Yo durante muchos años me he sentido comprometido con Algeciras, que era mi pueblo, que era mi identidad. Creía que era posible intentar transformarla, la ciudad y, sobre todo, la sociedad. A la ciudad la han transformado a base de piquetas y las hormigoneras entraron hace ya mucho tiempo en el territorio de mi memoria, pero pensaba que todavía había una posibilidad de que la sociedad cambiara el paso e intentara crear una Algeciras distinta. Me di cuenta de que a lo mejor puede ocurrir, pero desde luego yo ya no me siento con fuerza de intentar animar a que eso ocurra. Quiero y sigo yendo a Algeciras, pero no quiero pasarlo mal. Las ciudades las hacen sus pobladores y probablemente sus pobladores quieran que sea como es y no hay un espíritu de transformación.
P.¿Algeciras es una de esas utopías imposibles?
R.Absolutamente. Algeciras es una ciudad que se empeña históricamente en destruirse a sí misma. El último rey meriní lo hizo con una obra de ingeniería tremenda y Algeciras era una ciudad a comienzos del siglo XX, al decir de Benito Pérez Galdós, que todavía no había perdido la vista, que era de una belleza similar a la de Ronda. Asistí con mi padre a cómo, cuando yo era niño, demolían el casino cinema, los viejos edificios históricos de la ciudad y construían esas formidables cajas de zapatos en el paseo marítimo. La gente decía que Algeciras se iba a parecer a Nueva York y yo sueño, como muchos otros algecireños, en que Algeciras se parezca alguna vez a Algeciras, a la Algeciras que amé y que sigo amando a pesar de que la hayan desfigurado a veces de una forma que no la reconoce ni la madre que la parió. Yo espero que Algeciras no siga eternamente empeñada en destruirse, sino en reconstruirse.
P.¿Y su dimisión sobre Paco de Lucía?
R.A mí me venían a decir: Hombre, porque usted nos ha contado en su biografía tal cosa, tal otra de Paco... Y yo preguntaba: ¿Pero no hay otros periodistas, no hay otros escritores para contar esas cosas? Yo no voy a contarlo. Yo le he dedicado tres libros a Paco de Lucía y a todo su entorno y creo que ya he cumplido. Afortunadamente, ya hay otra gente que está publicando libros sobre Paco y contando otras facetas de Paco que no forman parte de lo que yo he contado. Paco da para mucho, para muchos libros, pero no tengo por qué escribirlos yo.
P.También escribió una biografía sobre Miguelín, el torero.
R.Crecí viendo torear a Miguelete, porque mi padre y él compartían la misma cuadrilla: en el caso de mi padre, que era el albañil, la cuadrilla de peones; en el de Miguelete, la cuadrilla torera. Entonces nos daban entradas para ver a Miguelete. Miguelete es una bellísima persona, un atleta ejemplar, un hombre bueno, en el buen sentido de la palabra bueno, como diría Antonio Machado, y su paso por la tauromaquia fue bastante controvertido. Y claro, en vez de ese torero, al que yo veía de chico torear era a Miguelín, que era el gran mito local. Era el protagonista, para mi gusto, de la mejor película taurina que se rodó, que es El momento de la verdad, una muestra del neorrealismo italiano. Era un personaje muy literario. Yo me he pasado la vida escribiendo de Miguelín, de Sánchez Vázquez, de José Luis Cano, de Paco de Lucía.
La burguesía algecireña ha sido distraída, por decirlo de alguna forma. Ha sido más especulativa que soñadora y la clase trabajadora, más superviviente que otra cosa
P.¿Por qué?
R.Porque quería escribir de Algeciras y quería que Algeciras tuviera algo muy importante que le marca carácter a la ciudad, que es identidad, señas de identidad. Las señas de identidad habitualmente las transmite la burguesía. La burguesía algecireña ha sido distraída en ese tema, por decirlo de alguna forma. Ha sido más especulativa que soñadora y la clase trabajadora, más superviviente que otra cosa, como suele serlo siempre. Bucear en la mitología local era una manera de decirle a mis paisanos que soy uno de los vuestros. Creo que esta gente -uno está exiliado, otro autoexiliado, otro viaja por el mundo y otro está en sus propias brumas- representan lo mejor de esta tierra y tendríamos que mirarnos en ese espejo antes que mirarnos en el espejo del tipo que da un pelotazo especulando con los espacios públicos o trajinando con los tráficos de influencias y ese tipo de historias. Era buscar el verdadero rostro de la ciudad a la que considero mía.
P.Su poemario Los últimos pieles rojas se presenta como la extinción de las utopías. ¿Hay alguna que mantenga el tipo?
R.Creo que ahora mismo está en peligro la última utopía posible. Me viene a la memoria una canción de la Transición de la Romántica Banda Local, un grupo de música que decía: "Nos habéis robado la palabra Dios, nos habéis robado la palabra libertad, nos habéis robado... a ver si podéis con esta: pan con membrillo y café". Lo único que nos queda son esas tres palabras mágicas escritas en la historia por la Revolución Francesa que son libertad, igualdad y fraternidad. Y ahora están en peligro. Desde todos los ángulos de la sociedad civil española, andaluza, española, europea y mundial, tenemos que resistir, volver a tomar la Bastilla y volver a escribir sobre el muro libertad, que no es la de tomar cañas, sino la de tomar conciencia de las posibilidades que tenemos de ser libres; la igualdad, que es ser iguales y distintos al mismo tiempo, que es ser iguales en derechos, pero sin uniformes; y la fraternidad, que no es mirarte el ombligo e intentar ser más rico que nadie, sino saber a ciencia cierta que si en un país o en una sociedad, como cantaba Víctor Manuel en una canción, no cabemos todos, no cabe ni Dios.
P.“Nunca fuimos, es cierto, el mar de la serenidad”, escribe en uno de sus nuevos poemas. ¿Hemos perdido el rumbo?
R.No, ese es el verso de un poema de amor, y el amor tiene distintas temperaturas en la singladura. Hemos perdido el rumbo en otras cosas, estamos sin brújulas. No hay ideología, no hay credo, que es muy importante; volvemos al becerro de oro. La gente no cree en revoluciones, pero tampoco cree en la vieja doctrina social de la Iglesia, ni en el compromiso de muchos misioneros, ni en el entusiasmo humanista de muchas ONG.
Debemos de ser críticos con nosotros mismos, con la sociedad que nos rodea, con el tiempo que nos toca vivir, pero ser al mismo tiempo coherentes
P."Aquí estoy todavía en el aún". Nada termina si uno no quiere, ¿no?
R.Claro, es que vivimos en el aún y vivimos en el hoy. Un amigo mío dice que, cuando se le pregunta cómo está, él suele decir que en el mejor momento de su vida, porque el pasado ya no existe y el futuro está por venir. Lo peor será que tengamos que terminar entonando eternamente la vieja letra flamenca de sentaditos en la escalera, esperando el porvenir y el porvenir nunca llega.
P.¿Siempre hay una trinchera que compartir con la gente?
R.Hombre, yo más que trinchera prefiero el sofá. Yo no hice la mili, pero las trincheras deben de ser bastante incómodas. Lo que habría es que estar alerta en la trinchera del pensamiento. Habría que cantar con Aute que el pensamiento no puede tomar asiento, que el pensamiento es estar siempre de paso, que debemos de ser críticos con nosotros mismos, con la sociedad que nos rodea, con el tiempo que nos toca vivir, pero ser al mismo tiempo coherentes.
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