HISTORIAS DE ALGECIRAS

La sanidad (y LXXXIV)

  • El historiador analiza el papel de algunos personajes históricos en la sanidad algecireña, como Juan de Lima o Pedro Virgili, y narra la creación de la Junta de Sanidad

El río de la Miel, testigo y protagonista de la sanidad de Algeciras.

El río de la Miel, testigo y protagonista de la sanidad de Algeciras. / E. S.

En este último capítulo de la presente serie -que comenzó un 19 de enero de 2014-, permítanse expresar que se ha intentado hacer a lo largo de estos cinco años domingo tras domingo, un repaso en la medida de lo posible, y desde el inicio de la historia contemporánea de nuestra ciudad, del desarrollo de la ciencia médica y de la importancia social que ha tenido su impronta en la evolución de Algeciras.

Atrás quedaron aquellos precarios momentos que fueron reflejados en el primer capítulo al expresarse: “En 1705, en la zona alta de la ciudad una gran vivienda particular propiedad de un contratista español de origen gibraltareño, fue embargada por impago de deudas por la hacienda real, siendo posteriormente destinada a hospital por las autoridades militares […] Años después, se abre con su correspondiente personal médico militar, en la zona baja de la ciudad, un hospital instalado en viviendas de una planta, localizadas entre la plaza Baxa y el río de la Miel. A partir 1775, se centraliza toda la actividad sanitaria castrense de la ciudad en el edificio que sería conocido oficialmente, como Real Hospital Militar”.

En aquellos primeros años de la nueva población, ante la falta de infraestructura y personal médico civil, los primeros pobladores serían solidariamente asistidos por el personal sanitario militar en el llamado Hospital Viejo; siendo éstos por tanto, los primeros profesionales de la medicina de la renacida ciudad de Algeciras.

En el ámbito civil, la presencia de la sanidad en nuestra ciudad llega de la mano de la cofradía de La Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, mas conocida popularmente por la cofradía de los Hermanos de la Caridad. “El 27 de junio de 1748, los hermanos reunidos en hermandad, bajo el patronazgo de San Antonio Abad, elevaron al obispo de Cádiz, Fray Tomás del Valle, una instancia solicitando su constitución y construcción de un hospital con su correspondiente capilla. El 1 de julio de aquel mismo año, fue concedido el permiso y acto seguido se constituyó legalmente la hermandad y confirmaron su obediencia a los estatutos, además de conseguir los permisos para la construcción del que sería conocido popularmente como Hospital de La Caridad”.

Un momento estelar de los inicios de la medicina en nuestra ciudad, se produjo con el paso por nuestra de Pedro Virgili y de Juan Lacomba: “Virgili, nacido en Reus en 1699, hijo de Pedro Juan Virgili y de su esposa Francisca Ballvé, ingresó en los reales ejércitos de tierra en 1724; pocos años después llegaría hasta la ciudad de Algeciras, donde coincidió con otro importante personaje de la medicina de aquel tiempo, como fue Juan Lacomba. Por aquellos años, Lacomba, propone las consideradas como primeras ordenanzas de la sanidad de la Armada.

La coincidencia de ambos personajes en nuestra ciudad, como se ha reseñado anteriormente, tuvo una gran incidencia en la carrera profesional del que sería fundador del citado colegio de cirugía, según se expresa en la Historia del Real Colegio de Cirugía de Cádiz: El Ministro de Felipe V, Patiño, puso en estado de defensa nuestro litoral y comenzó el 30 de enero de 1725 el asedio de la plaza de Gibraltar [...], formando parte de la Sanidad del Ejercito, llegó Pedro Virgili al sitio de Gibraltar con el empleo de Cirujano, Segundo Ayudante del Hospital que se estableció frente a la plaza. Los éxitos que sin duda consiguió en sus múltiples intervenciones, dados sus conocimientos anatómicos y quirúrgicos, y por la común habilidad y rapidez de ejecución, fue ascendido y nombrado Cirujano Mayor en el Hospital de Algeciras.

El Cirujano Mayor del Ejército, Pedro Virgili y el Cirujano Mayor de la Armada Juan de Lacomba, es natural que por sus elevados empleos y común destinos tuvieran que compartir con frecuencia la responsabilidad de la lucha contra el dolor.[...], en la mente de Lacomba, surgió la idea de asociarse ambos en una empresa común, para lo cual prometió a Virgili, muchos mas joven que él y por tanto, con más energías, el apoyo para rápidos ascensos en la Armada, si renunciando a su ya privilegiada situación, ingresaba en la Marina en empleo de menor categoría. Ambos eran dos ilustrados que perseguían implantar tanto en la organización como en la práctica médica, las ideas de la ilustración, y no con pocos esfuerzos, salvando envidias y recelos, en gran parte lo consiguieron. El destino quiso, que fuese Algeciras el punto de encuentro de estos dos grandes personajes de la medicina española en el siglo XVIII. Virgili fundaría años mas tarde, el Real Colegio de Cirugía de Cádiz; Lacomba, también sería el artífice de otra institución sanitaria provincial como fue la creación del Real Colegio de Practicantes.

Entrados en el siglo XIX y como medida sanitaria necesaria en el nuevo siglo destaca la construcción o rehabilitación de un lazareto; es decir, un establecimiento sanitario destinado a aislar a los infectados o sospechosos de enfermedades contagiosas. Según la documentación consultada ésta observa: “Remito a V.S. el adjunto oficio que me dirigió el subdelegado de rentas de Cádiz en 28 de Agosto último, sobre que se declare que fondos deben sufrir los diez mil noventa y un r.v., que tuvo de coste en el año de 1804 la composición del Lazareto de Getares, si los de rentas o Propios; para que el Consejo de España e Indias consulte lo que le pareciera conveniente. Y de Real Orden lo comunico a V. S., para su inteligencia”.

La rápida puesta en marcha del Lazareto de Getares -como respuesta ante la preocupante situación sanitaria del momento-, por parte del general Francisco J. Castaños, establecido desde 1802 en Algeciras, se complementó con el patrocinio que de una obra médica, hizo el futuro Duque de Bailen tan sólo un año antes de la apertura del citado lazareto en la zona de Getares.

El documento estudiado, lleva por título: “De la Preservación, Conocimiento y Curación de la Fiebre Amarilla”. Prosiguiendo: ”Representación hecha al Excelentísimo Señor D. Francisco Xavier de Castaños, Teniente General de los Reales Exercitos, Comandante del Campo de Gibraltar, etc... Por D. Tadeo Lafuente, Médico Consultor honorario de los mismos, en desempeño de la Comisión que obtuvo de dicho Señor en Octubre de 1803, para inspeccionar y atender á la salud pública de los Pueblos de su Distrito, con motivo de padecerse entonces en Málaga la sobredicha fiebre. Papel mandado circular á los referidos Pueblos, por orden de dicho Señor Excelentísimo. Con Licencia. Algeciras. Impresa en el establecimiento de don Juan Bautista Contilló en 1803”.

Por suerte para Algeciras, la amenaza del vómito negro había coincidido con la presencia institucional en nuestra ciudad de dos figuras con la personalidad suficiente para -sin titubeos-, afrontar la grave crisis que amenazaba desde la vecina provincia de Málaga. Uno, fue el general Castaños al frente de la Comandancia General del Campo de Gibraltar, del que ya nos hemos ocupado; el otro, sin la proyección histórica del primero, pero con una gran impronta en la ciudad a la que dedicó sus servicios, fue el sacerdote Juan Jerónimo de Lima.

Fue tal la entrega de don Juan de Lima, hacia la búsqueda de recursos para el buen funcionamiento del Hospital Civil bajo su dirección y responsabilidad, que además de la fortuna heredada de su familia, no duda en cuanto a sus “prendas u ornamentos sacerdotales” -según manda que deja a su hermano Miguel-, “facultad de disponer de ellos a su arbitrio enajenándolos o como le pareciese, con la condición de que si al tiempo de su fallecimiento perseveraba el todo o parte en su poder, pasase al servicio y uso del Hospital y de la Yglesia del Hospital”.

Sobre la magnifica labor realizada por D. Juan de Lima al frente de la administración del Hospital Civil de Algeciras, se documenta lo siguiente: “Entre 1809 y 1812, se mantuvieron en el Hospital Civil de La Caridad, 4.230 pobres de éste Pueblo y de los de las Serranía de Ronda, y de las poblaciones de Medina, Vejer y otros comarcanos ocupados por los franceses, cuyos pobres causaron 85.887 estancias importantes. Al morir, en su testamento se recogió un caudal de 100.000 r. v., que fueron destinados al Hospital de la Caridad”.

En el siglo XIX, se creará la Junta de Sanidad: “La Junta informa en relación a la epidemia que al tener constancia del perfecto estado de salud que se disfruta en los pueblos del Campo de Gibraltar y al haber transcurrido ya el tiempo reglamentario para su observación y control, se acuerda la apertura de la comunicación con la provincia de Málaga, tanto por vía terrestre como marítima, observando no obstante, las medidas de seguridad y control establecidas por la propia Junta”.

Otro de los logros que se llevaron a efecto, fue la creación del Padrón de Beneficencia para los mas humildes, siendo uno de los requisitos para acceder al mismo, la presentación del certificado de rentas: “Espero se sirva V remitirme certificado de los bienes que posea en esta Ciudad Dña. R. M., de esta vecindad. Dios G. a V. m. a. Al Sr. Alcalde Constitucional de la Ciudad”. Dicha petición generó el siguiente documento: “Certifico: Que la Casa de la Calle de Las Damas (hoy, Bailen), de esta Ciudad que aparece comprendida en el padrón de amillaramiento de la riqueza territorial de este año á nombre de R. M. tiene señalado un producto anual de 1.200 r. reducida la cuarta parte que por instrucciones esta mandaba, resultando un líquido imponible de 900 r. y con la debida, libro la presente”. Este padrón se mantuvo durante una gran parte del siglo XX.

La Junta de Sanidad, presionó al poder público local para tomar medidas sanitarias con respecto a uno de los grandes problemas de la ciudad, la higiene: “Se prohíbe por la Alcaldía, que la Fábrica de Curtidos establecida en el Secano hagan uso de las cañerías que arrojan materias sucias á la calle, hasta que no construyan según la ley la que han de tener para esta clase de establecimientos”.

La sanidad algecireña, llegado el siglo XX, haría frente a los efectos de la crisis económica y social generada por la guerra en el norte de África, la I Guerra Mundial, y posteriormente la Guerra Civil y la hambruna consiguiente. El Hospital Civil seguiría siendo durante el nuevo siglo el referente sanitario de la ciudad, hasta una vez traspasada la mitad de la centuria, la edificación del Hospital de la Cruz Roja y el moderno -para su época-, Hospital Punta de Europa. Uno de los logros coincidente con el Plan de desarrollo del Campo de Gibraltar, fue la edificación del emblemático Ambulatorio Menéndez Tolosa. Atrás quedaron los nombres de hombres y mujeres que fueron, en el campo sanitario, referentes de su tiempo y de los cuales -individualmente en un no largo futuro-, me ocuparé resaltando su buen hacer y el gran cariño que la población algecireña se ocupó y preocupó en demostrarles.

El presente queda marcado con el buen hacer de los actuales profesionales; sirvan como ejemplo -entre otros muchos que por razón de espacio injustamente omito- Manuel Sánchez Ledesma en el campo de la odontología, mi admirado primo hermano y magnífico articulista; al psiquiatra y escritor, mi buen amigo Mario Acevedo Toledo; investigación, el galardonado internacionalmente Asier Unciti, con cuyo padre me une una gran amistad; cirugía, Ventura Arjona Morón, descendiente de mi siempre admirado don Ventura. Oftalmología, la saga del reconocido apellido que se convirtió en dicho popular “Anda y que te vea Carratalá”.

En el campo de la óptica, otro apellido que generó otra algecireña frase: “Vete a Ansón y comprate unas gafas” o “sonotone”, según el caso. En farmacia, las familias: Fluxá (mis amigos Juan José y Mariola), Alcalá (muy vinculados al mundo cofrade), o Piné y Almagro (ambos apellidos de profundas raíces algecireñas). También para el recuerdo queda un espacio para los populares practicantes, entre los que cabe destacar, entre otros, a los populares: Alfonso, Manuel de la Reconquista, Llinas, Pepe el enfermero, Gavira, Alvarado, Rogelio y muy especialmente Manuel Sánchez “Manolo el practicante”.

Dejando para el final, a las grandes promesas -con los que me une un especial vínculo- los médicos José Luís Tapia Muñoz o Eva Martínez Pino, herederos ambos de magníficos antecedentes familiares en el mundo sanitario. Algecireños todos y que toman el relevo de los Virgili, Cumbre, Morón, Medina, Patricio, Acosta, etc; que con su esfuerzo y trabajo en pro de los demás, hicieron historia en nuestra ciudad.

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