Algeciras

Una gran familia

  • Medio centenar de personas con discapacidad física y orgánica convive en el centro polivalente de Fegadi en La Línea, abierto hace casi siete años

Son las siete de la mañana. Aún no ha amanecido pero en el interior del centro polivalente de Fegadi en La Línea ya hay actividad. Es la hora de levantar a los residentes, de asearlos y preparar el desayuno. En un moderno edificio de la calle Arenal, abierto hace ahora casi siete años, conviven a diario medio centenar de personas con discapacidad física y orgánica que encuentran aquí una respuesta adaptada a sus necesidades de atención que difícilmente podrían tener en casa.

Pasillos con asideros, amplios aseos sin barreras y camas articuladas son algunos de los elementos que convierten al edificio en un ejemplo de accesibilidad universal junto con la cartera de servicios asistenciales que van desde la fisioterapia a la atención psicológica, ocio e hidroterapia además de la prestación residencial.

"El centro polivalente de Fegadi es, en suma, un lugar donde las personas con discapacidad pueden vivir para potenciar su autonomía personal", explica Francisco Márquez, director del complejo y vicepresidente ejecutivo de la Federación Gaditana de Personas con Discapacidad Física y Orgánica. Márquez apostilla que Fegadi se centró en sus orígenes (1986) en los entonces principales retos del colectivo: la inserción laboral y la erradicación de las barreras arquitectónicas. Años después, y ya con 36 asociaciones integradas en la red, surgió la oportunidad de poner en marcha recursos específicos para la atención de personas con diversos grados de dependencia.

Dicho y hecho. Tras años de trámites, obras y los obstáculos inherentes a cualquier iniciativa tan amplia, el centro polivalente de Fegadi en La Línea es hoy el hogar para 28 personas con diversos grados de discapacidad reconocida por la Ley de Dependencia. 22 de las plazas están concertadas con la Junta de Andalucía y seis son de residentes a título privado. Otras 17 personas se suman cada mañana para hacer uso de las prestaciones de la unidad de estancia diurna que están igualmente concertadas con la administración. Y otras veinte más también tienen acceso a la carta a los recursos del centro.

La residencia abarca a una horquilla de 18 a 64 años, aunque el 80% supera los 50. "Atendemos a un sector de la población que necesita grandes cuidados y atención para su día a día y que por su edad no tienen aún acceso a centros para mayores", subraya Márquez.

Una plantilla formada por 43 personas entre cuidadores, servicios del centro y personal sanitario, entre otras especialidades, atienden con esmero las necesidades. Su misión también pasa por potenciar el grado de autonomía de la que goce cada uno de los residentes. El 70% de los trabajadores, a su vez, posee algún grado de discapacidad para fomentar la inclusión laboral.

Tras el desayuno, mientras el equipo de limpieza se encarga de las habitaciones de la segunda planta (de acceso sólo para residentes), comienzan a llegar en varios microbuses los beneficiarios de la unidad de estancia diurna. A partir de las once de la mañana, aproximadamente, comienza un completo plantel de actividades que van desde la pintura y manualidades a los juegos de mesa o un taller de cine. En el salón de actos hoy toca El puente de los espías y una veintena de personas se concentra frente a la pantalla porque el día ha despertado un tanto desapacible.

Para Mercedes Benítez eso no es obstáculo para salir a dar un paseo en su silla motorizada. Es una de las usuarias veteranas de la residencia, a la que llegó en el verano de 2010. "Mis hermanas decían que no aguantaría aquí más de una semana. Y va para siete años", resalta. Benítez afrontó los primeros compases de la esclerosis múltiple en su casa de Algeciras, que adaptó en parte. "Pero no podía salir a la calle y necesitaba a una persona las 24 horas. Aquí tengo calidad de vida. Tenía claro que necesitaba ayuda y aquí la tengo. No me arrepiento", compara. Siempre que las manos lo permiten, a Mercedes se le encuentra en la sala de pintura, donde plasma bodegones y niños en lienzos que luego regala a sus familiares.

La joven Soraya Pilis, linense de 35 años, vive en La Línea y viene a diario al centro polivalente como usuaria de estancia diurna. "Voy a todas las actividades que puedo para ocupar el tiempo", resalta. Un proceso tumoral le afectó a parte de las terminaciones nerviosas y al sentido del equilibrio, por lo que recibe un tratamiento específico en la sala de fisioterapia.

Allí, Elena Carratalá se entrega con especial mimo en un masaje terapéutico para relajar la musculatura de un joven tetrapléjico. Sus manos, que atesoran experiencia, obran para que la distensión muscular ayude a vestir al chico. "En el caso de enfermos crónicos, luchamos contra la frustración de la pérdida de movimientos y para frenar el deterioro de más capacidades. Es un trabajo constante que también desarrollamos en agua, cuando es posible, dado que la sensación de ingravidez ayuda a sufrir menos", detalla Jesús Padilla, del equipo de fisioterapia, mientras prepara las cuerdas en el panel de poleoterapia diseñado para ejercitar el tronco superior y los brazos.

Manuel Sánchez se coloca bajo las poleas y comienza a tirar con fuerza. "Lo que peor llevo son los baches de las calles. Necesitamos más respeto en la sociedad hacia quienes nos movemos en silla de ruedas", apostilla este algecireño que vive en la residencia desde 2011. Aficionado a la petanca y a la jardinería, la veteranía le ha permitido contar con un "jardincito" en el patio interior. Menta poleo, romero y un melocotonero crecen al cuidado de Manuel, que originariamente tuvo las plantas en la caja de la escalera donde un grupo de voluntarios y colaboradores de Fegadi instala un belén ante la cercanía de las fiestas.

Pronto comienza a picar el gusanillo. Se acerca la hora del almuerzo y en la cocina Maleni Pazo muestra un puchero blanquísimo y pescado en adobo con un picadillo de tomate. "Les va a encantar porque habitualmente el pescado va a la plancha o al horno. A esta cocina se le pone el mismo esmero como si fuera para un hijo", defiende la cocinera.

La mañana llega a su fin y tras los tres turnos del almuerzo, las actividades y el tiempo libre jalonan la tarde hasta las ocho. Tras la cena, los cuidadores acomodan a los usuarios en sus camas hasta la mañana siguiente en una rutina que se repite cada jornada. "Somos como una familia, pero grande. Somos una gran familia", sentencia uno de los residentes.

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