Navidad

Qué seríamos sin las gambas de Huelva

  • Últimas compras en la plaza de abastos de Algeciras antes de la cena de Nochebuena

  • Abrió el mercado de pescado este lunes y lo hará también el lunes 30

Una clienta de Charcutería Mary y Sandra ameniza la espera con un cante en la plaza de abastos de Algeciras.

Una clienta de Charcutería Mary y Sandra ameniza la espera con un cante en la plaza de abastos de Algeciras. / Erasmo Fenoy

¿Es tiempo la Navidad para la paz y el amor? No siempre, no todas las veces. Es lunes 23 de diciembre. Y con ustedes, la plaza de abastos de Algeciras. Si uno tiene el afán de preguntar qué y cuánto compra la gente antes de la decisiva cena del 24 va a recibir miradas amorosas o asesinas dependiendo de si el puesto al que llegue está atestado o vacío. Si está lleno y con gente en cola, mejor tener el teléfono móvil del tendero en cuestión y llamarlo más tarde. 

Les pongo un ejemplo sencillito. Sin gran complejidad. El puesto de Fernando García Mena, El Chato. Prestigiosas sus carnes (las de sus pollos ya muertecitos y desplumados, no las suyas propias), tiene a unas 13 personas en cola esperando ser atendidas. Como para ponerse a hablar con el periodista. "Sí, hijo. Llámame luego, más tarde", apunta sin mirada asesina, pero porque es paciente y buena persona. Un santo varón. 

La charcutería de Mary y Sandra también está a tope. La crónica se caldea, prepárense. Porque lo siguiente que se ve es una clienta que, de pronto, ameniza la espera de los demás lanzándose a cantar un fandango a toda voz. No lo hace mal, no crean, pero... ¿Imaginan esta escena en Estocolmo? A mí es que me encanta Estocolmo, lugar en el que no he estado nunca. Pero lo he visto en las series de la tele, en internet, en los libros. Sus ciudadanos serios, ordenados, tan cuadriculados... Pero estamos en la vieja Isla Verde, esta ciudad tan mediterránea e imprevisible. 

Mary no pierde el tirón comercial de este cante. Y con su gorro navideño hace coro con el resto de ciudadanos que esperan su turno. Y jalea a la espontánea mientras sigue a la tarea de convidar al personal con vasitos de anís que reparte a diestro y siniestro. "¿Has visto cómo canta la señora, chiquillo? Esta mujer es de Villa Palma, ¡Ha ganado concursos por ahí y todo! ¿Qué compra la gente ahora? Jamón, queso, paté. Nosotros vendemos muchísimo paté", aclara mientras su hija, Sandra, ríe tras el mostrador sin dejar de despachar a una persona tras otra. 

Los mariscos, en uno de los puestos del mercado de la cuesta Rafael de Muro, en Algeciras. Los mariscos, en uno de los puestos del mercado de la cuesta Rafael de Muro, en Algeciras.

Los mariscos, en uno de los puestos del mercado de la cuesta Rafael de Muro, en Algeciras. / Erasmo Fenoy

Hay que tener cuidado en la calle cuando se sale a hacer un trabajo de estas características. Porque el entrevistador, si se descuida, acaba por ser entrevistado antes de lo que cantaba un gallo de los que El Chato tiene fallecidos en sus vitrinas.

-¿Y a lo del pescado no subís, niño? ¿Y no le preguntáis a esa panadera de ahí, a la de Acevedo?

-Sí, claro, ahora mismo.                                                                                         

Y un par de preguntas después (en las que uno ya se da cuenta de que debe proseguir camino porque cuenta su vida más que averigua la de los demás), la panadera María Jesús Acevedo (de Panadería Acevedo) dice que "es muy buena época para la venta de pan porque se reúne mucha gente en las casas". Pues sí. 

Hagamos caso, subamos al mercado de pescado de la calle Rafael de Muro, una de las vías en cuesta que conecta la Plaza Alta con la de abastos. De pequeño yo nunca quería ir. Era como si me metiesen en una centrifugadora de voces-discoteca enfurecida. Una locura. Ahora o está uno más sordo e insensible a los ruidos o todo se percibe de forma diferente. 

A veces uno es testigo de hallazgos. Mi hallazgo informativo último es pescadero y se llama Fernando Cánovas. Reúne todo lo que alguien que se dedique a contar cosas puede querer: precisión, buena capacidad de explicación (que no todo el mundo la tiene) y, sobre todo, datos. Ofrece uno contundente: “Un kilo de gambas blancas de Huelva, que se agota además, vale 30 euros ahora y, dentro de tres semanas, volverá a costar 18”. Incontestable. La gamba es un crustáceo, onubense en este caso, decápodo del infraorden Caridea, abdomen desarrollado y caparazón flexible. Nada de eso me dice Fernando Cánovas. Ni falta que le hace. Baldea su puesto con una manguera. Lo ha vendido todo. Y añade contundente: "La gamba blanca de Huelva sigue siendo la reina de la mesa en la Nochebuena".

Luego ya hágala usted acompañar de su corte de calamares, pulpos, mejillones y cualesquiera otros habitantes de esos mares que suben de nivel por efecto del cambio climático. Pero la gamba es la gamba.

Huelva ha tenido un gran protagonismo en las últimas horas algecireñas. La plaza de abastos, siempre uno de los focos de debate futbolísticos donde los haya, conserva aún en sus paredes carteles del partido Algeciras CF-Recreativo que este domingo pasado (apenas unas horas antes de que la señora cantara ese fandango tan gentilmente) se disputó en el Nuevo Mirador.

Hubo empate y reparto de puntos, todo tan hermanado, solidario y navideño. Otra cosa, que no quiero que se me escape: este mercado de pescado y mariscos perdió un día la cuenta de las piernas y caderas fracturadas que sus suelos mojados y los de la cuesta que es su calle han despachado hacia el servicio de Traumatología del hospital Punta Europa. Tradicionalmente no abre los lunes –día que no hay fracturas, claro– pero la sabiduría popular es tan honda como la de Fernando y para todo tiene un dicho: el agua hay que recogerla cuando llueve. Así las cosas, este enclave abrió ayer, lunes 23, y volverá a hacerlo el 30, cuando usted ya haya atravesado ese Rubicón anual que es otra Nochebuena sentado en la mesa junto a su/s cuñado/s. La vida es así. 

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