Fallece Catalina Cózar, la querida abuela Cati de Los Guijos en Algeciras

Fundadora de la asociación de vecinos y símbolo del barrio, el parque infantil lleva su nombre desde 2013 como homenaje a su entrega y generosidad

La abuela que todos quieren en Los Guijos

Catalina Cózar en el parque de Los Guijos en 2013.
Catalina Cózar en el parque de Los Guijos en 2013.

El barrio de Los Guijos en Algeciras llora la pérdida de una de sus vecinas más queridas. Catalina Cózar Tineo, conocida por todos como la abuela Cati, ha fallecido dejando tras de sí una huella profunda en la memoria colectiva de quienes la conocieron. Fundadora de la asociación de vecinos Puente de los Guijos, fue durante décadas el alma de esta barriada, a la que llegó cuando solo vivían allí diez personas.

El alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, ha trasladado este miércoles su pesar “a título personal y en nombre del equipo de Gobierno municipal”, y ha recordado con emoción el homenaje que en 2013 se le rindió a Catalina, cuando el Ayuntamiento decidió, a petición del colectivo vecinal, dar su nombre al parque infantil del barrio. “El 27 de julio de ese año vivimos el inmenso orgullo de inaugurar junto a la abuela Cati ese parque, y aprender de ella, de todo lo que ha dado y hecho por los demás. Fue un día magnífico, que siempre llevaremos en el corazón y en el recuerdo”, ha afirmado el regidor.

La historia de Catalina Cózar es la de una mujer hecha a sí misma, forjada en tiempos difíciles. Nació en Los Barrios y llegó a Los Guijos con apenas 21 años, cuando la barriada apenas comenzaba a existir. A lo largo de su vida fue testigo del crecimiento de su comunidad, y también protagonista. Fue tesorera de la asociación de vecinos, cargo que desempeñó con la sabiduría autodidacta de quien aprendió el abecedario con las cartillas y memorizó la tabla de multiplicar. Nunca fue a la escuela, pero llevaba las cuentas “menos la división”, como decía entre risas.

Catalina tuvo cinco hijos y siete nietos, además de decenas de “nietos postizos” que la adoraban. Era habitual verla rodeada de niños, regalando caramelos o compartiendo palabras amables con todo el que se cruzara en su camino. Su bondad, su humildad y su capacidad para escuchar y ayudar sin juzgar la convirtieron en un referente natural. En su barrio no tenía enemigos.

La abuela Cati era también un ejemplo de fortaleza. En sus últimos años, tras un microinfarto cerebral que le afectó el equilibrio, caminaba con bastón, pero seguía sentándose en su banco del parque, siempre dispuesta a charlar, a compartir recuerdos, a ofrecer cariño. Crió gallinas, pavos, un cerdo y hasta un burro. Su casa, con su patio florido, era descrita por los vecinos como “un patio cordobés”.

“Se ha ido una mujer comprometida con los demás, que ayudó a todo quien lo necesitó y que se convirtió por méritos propios en una referencia para su barrio, pero deja una huella imborrable en todos quienes la conocimos”, ha lamentado Landaluce, quien ha enviado “un abrazo fraternal” a sus familiares, amigos y vecinos. “Descanse en paz la abuela Cati”.

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