Diego del Morao esparce el toque y el cante de Jerez
IX Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucía
La Fabi y los coros, con la algecireña Toñi Nogaredo, suenan a gloria
La organización del festival dedicado en Algeciras a la figura de Paco de Lucía no deja de mirar y traer a buenos representantes del flamenco de Jerez, que siempre es una gran idea y una decisión que se agradece. Diego del Morao es, en la guitarra, el mejor de todos entre quienes han heredado las enseñanzas de sus mayores. En su caso es una estirpe a la que pertenecía su padre, Moraito Chico, una dinastía marcada de manera principal por su tio, Manuel Morao.
Esta es la crónica, desde el primer día del festival, de quien siente mucho respeto por lo que desconoce pero que también siente lo que escucha y mantiene lo que escribe, exceptuadas las erratas, lo que nos lleva a ese lema que todavía preside la que fue sede durante muchos años de la Sociedad del Cante Grande de Algeciras, en el barrio de La Bajadilla. Sí, hay que saber escuchar, una máxima que si se aplicara no solo en el flamenco nos ayudaría a todos a convivir con los iguales y los diferentes.
Intentemos entonces aproximarnos juntos, si nos parece bien, a tres conceptos importantes en esto del flamenco: soniquete, compás y flamencura. Si buscan la palabra soniquete sin añadiduras van a perderse, más bien a deprimirse con la Real Academía de la Lengua, pero si le añaden a esa palabra la de flamenco van a saber que define el ritmo que tiene esta música y esta forma de entender la vida, el sabor, el dominio del compás. ¿Y qué es eso del compás?, pues la suma de pulsos que nos mueven a bailar, a cantar, a tocar palmas, a sentir cosquilleo, esa suma que se convierte en el pulso destacado, el más repetitivo que lo llaman acento. Pues se unen pulsos y acento, y ahí encontramos el compás.
Todo esto, junto a otros comportamientos, confluye en flamencura, o flamenquismo. En este momento podemos volver a buscar la palabra en el diccionario de la RAE, pero solo lean la primera acepción, la que define el término como “afición al arte y las costumbres flamencas”, si no se van a volver a deprimir como lean la segunda acepción.
Pues el concierto de Diego del Morao podemos contarlo usando las tres palabras: soniquete, compás y flamencura. Y una más, vibración, que a él le gusta usar.
Diego abre su concierto con tres piezas solo, con su guitarra, apoyado por las palmas para rematar por bulerías, su fuerte, en la primera. En la segunda, por seguiriyas, nos muestra su habilidad y su procedencia, digno hijo de la escuela jerezana, con los bordones -que son las cuerdas superiores de la guitarra-, contrastando con el rasgueo de todas y punteando con las bajas, que son las esencias del toque flamenco. Termina sus primeros solos con bulerías para escuchar, como las llaman en Jerez.
Si Paco de Lucía tenía en su padre, Antonio Sánchez, toda una referencia de la que aprender y a la que desobedecer -no olvidemos que los sanos rebeldes han marcado más la historia mundial que los que asienten y acatan lo que hay sin rechistar-, Del Morao también ha aprendido de su padre, pero en su caso el cabeza de familia andaba más despreocupado, o era más temeroso de que su hijo entrara en el mundo del flamenco, que se expusiera al complicado sistema del arte.
Diego también tiene sus referencias, como todos, y son las de Vicente Amigo, por compartir generación, y siempre admirando al algecireño ilustre y universal que era Paco de Lucía -de quien recuerda aquello que lo de la responsabilidad en el ejercicio profesional nunca termina, sino que va a peor-, sin descartar que este joven de cuarenta años admira la música de otros artistas, y algunos de ellos nada flamencos. “He tenido mucha facilidad para tocar la guitarra, y ya lo puedo decir, porque yo me veo muy chico. Me crie sin conocer a guitarristas, tenía a mi padre, no estudié con mi padre. Lo que yo tenía en vena, eso sí, era a mi padre”, le decía hace tres meses al guitarrista Pituquete en una entrevista.
Suenan las guitarras de Diego y de Fernando Carrasco por tangos de Jerez. Y a continuación el coro que hacen las hermanas Fana y Sandra Zarzana, con la algecireña Toñi Nogaredo, suena a delicia por tangos, a ritmo de la percusión de Ané Carrasco. Que bien suenan los coros, añadiendo sabor al soniquete jerezano que desprende el conjunto, que ya está completo con los palmeros Juan Grande y Juan Diego Valencia. El compás siempre es semejante, a veces deriva por bulerías y otras veces por tango.
El Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucía es una oportunidad anual y veraniega, casi la única en el caso de Algeciras, en la que el tesoro que se reparte y se guarda en las peñas flamencas del Campo de Gibraltar, casi siempre en sesiones de noche y madrugadas, se comparte con un público masivo. La organización ha dado este año con la tecla comercial a la hora de poner a la venta abonos como vía para facilitar la presencia de público en el parque, lo que debe agradecer la salud económica del evento, por supuesto, pero sobre todo los artistas que se exponen desde el escenario cada noche y se ven arropados por una rotonda central y perimetro lleno de público.
La cantaora gaditana La Fabi pone naturalidad, como anuncia Diego del Morao. Nacida en Arcos de la Frontera, desgarra su voz y arranca olés cuando canta bulerías por soleá, un cante genuino de Jerez. La noche se hace jonda. Suena la voz de La Fabi por seguiriyas y la guitarra de Diego del Morao, plena, acompaña, se señala, se hace grande. El espectáculo se cierra con un fin de fiesta alegre y contagioso.
Es la noche del flamenco al aire libre, como suena en las peñas de nuestra comarca del Campo de Gibraltar todo el año.
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