Una corrida de Miura sin alma y una presidencia sin exigencia para cerrar la Feria de Algeciras

Fortes, que fue quien mejor toreó, se llevó el peor lote en una tarde de Miuras mansos, premios sin peso y público a medio bocadillo. Esaú Fernández salió a hombros

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Esaú Fernández recibió a porta gayola a su primer Miura en Algeciras.
Esaú Fernández recibió a porta gayola a su primer Miura en Algeciras. / Miren Puente

La plaza de Las Palomas olía a despedida antes de que saliera el primero. No por la brisa de levante —calma, por una vez— ni por el tercio escaso de entrada, sino por una sensación de epílogo mal escrito. Fue la última corrida del empresario Carmelo García al frente de la Feria Real de Algeciras y también la última oportunidad de salvar, siquiera con dignidad, un ciclo de carteles demasiado pobre. Pero lo que llegó por chiqueros fueron Miuras de cartón piedra, y lo que presidió desde el palco fue un sainete. La tarde duró tres horas. Y se hizo larga.

La primera señal de que algo no iba bien la dio el torilero. “¡Dejarse el bocata ya, que tiene que salir el toro!”, gritó justo antes del cuarto. Se mascaba todavía a dos carrillos cuando salió el Miura. La corrida iba con reloj, por necesidades televisivas. A los toros les cortaron la merienda. A la emoción, directamente la dejaron sin plato.

Esaú Fernández se fue a hombros en Algeciras con dos orejas que casi nadie entendió.
Esaú Fernández se fue a hombros en Algeciras con dos orejas que casi nadie entendió. / Miren Puente

El cartel anunciaba a El Cid, Esaú Fernández y Fortes. Y Miura. O eso decía la hoja. Porque lo que salió por toriles tenía el hierro y el tipo —altos, largos, espectaculares a la vista— pero no el alma de lo que siempre fue un Miura: ni casta, ni poder, ni esa incierta amenaza, tan necesaria, que convierte el ruedo en un campo minado. A cambio, la nobleza, esa que en otras casas se premia pero que en Miura resulta ofensiva, como si uno encontrara a un domador de leones acariciando un peluche.

Abrió plaza El Cid, que volvió a Algeciras con su clasicismo intacto y su serenidad intacta también. El primero, de bonita lámina y flojera acusada, se dejó sin decir nada. El Cid lo toreó a placer, sí, pero a placer de nadie. Faena cómoda, limpia, sin historia. Con el cuarto —muy largo, poca cara, buen galope— mejoró. Ligó tandas templadas y mostró su oficio, pero ni se la jugó ni lo necesitó. Toreó bien, pero lejos del “con este, ¡la que hubiera formado!” que muchos pensaron. Pinchazo y estocada. Una oreja amable, sin peso, concedida por una presidencia de patio de verbena.

El Cid cortó una oreja sin fuerza tras una faena templada a un Miura noble.
El Cid cortó una oreja sin fuerza tras una faena templada a un Miura noble. / Miren Puente

Esaú Fernández, por su parte, puso mucha voluntad. Salió a portagayola en sus dos toros y mató bien ambos. Pero, a veces, la voluntad no basta. El segundo tuvo más cosas de Miura: probón, con peligro por el izquierdo y más clase por el derecho. El torero sevillano le arrancó una oreja sin calado. Luego vino el escándalo. El quinto, descoordinado, inválido, arrastrándose por el ruedo, fue mantenido en la arena contra toda lógica. El público pidió su devolución con razón. El presidente, Ramón José Fernández, miró hacia otro lado. La música sonaba como si aquello fuera La Maestranza, mientras el toro no podía ni con su alma. Fernádez se inventó una faena sobre una ruina y le dieron otra oreja. Salió a hombros. Una caricatura. Sin toro, nada tiene importancia.

Y Fortes, que pisaba por primera vez Las Palomas. Qué injusto a veces es este oficio. Fue el único que toreó de verdad. El único que buscó el fondo del Miura, aunque lo que encontrara fuera la nada. El tercero era un manso soso, de embestida descompuesta, sin transmisión. Fortes lo intentó con entrega y técnica, pero no cuajó. El sexto sí fue un Miura más reconocible: áspero, reservado, peligroso. Exigente. El malagueño se entregó, lo entendió, pero volvió a fallar con la espada. Y sin espada, ya se sabe. Ni orejas ni nada. Tuvo, eso sí, un gesto muy torero: brindó su segundo a Curro Mateo, hijo del maestro Miguelín.

Fortes toreó a media altura al primer Miura de su lote, con el que poco o nada pudo hacer.
Fortes toreó a media altura al primer Miura de su lote, con el que poco o nada pudo hacer. / Miren Puente

Las cuadrillas, otro cantar. Malas las de El Cid y Esaú, muy malas. Las de Fortes, sin embargo, estuvieron de lujo: eficaces, valientes, profesionales. Raúl Ruiz se llevó la ovación más merecida de la tarde. Da qué pensar. Rodearse bien también es torear. Y más con un Miura delante.

Par de banderillas de Raúl Ruiz, que saludó una ovación, bajo las órdenes de Jiménez Fortes en Algeciras.
Par de banderillas de Raúl Ruiz, que saludó una ovación, bajo las órdenes de Jiménez Fortes en Algeciras. / Miren Puente

En el callejón se dejó ver Miguel Ángel Pacheco, torero de La Línea que bien podría haber tenido su sitio en esta feria. Una feria que, si sumamos sus tres tardes, apenas habría llenado Las Palomas un solo día. Nunca Algeciras tuvo una feria con tan poco tirón. La reflexión llegará en otoño, cuando vuelva a salir a concurso la plaza. Y cuando haya que preguntarse en serio si esto tiene arreglo.

La historia de Miura pesa demasiado para lo que se vio este sábado. Una ganadería que lleva desde 1842 forjando una leyenda, que ha escrito páginas de oro —y de sangre— en los anales del toreo, no merece que sus toros se arrastren mansos por el ruedo ni que su nombre se banalice. Un Miura descafeinado y sin poder es como una soprano sin voz, un incendio sin fuego, una tormenta sin trueno.

Algeciras merecía otra cosa. Y Miura también.

Ficha del festejo

Cuarto y último festejo de la Ferial Real de Algeciras 2025. Menos de un tercio de entrada en otra tarde de levante en calma. Toros de Miura, serios, grandes, pero sin casta ni fuerza. Fueron ovacionados en el arrastre el 1º y 4º. Manuel Jesús "El Cid", de azul marino y oro, silencio y oreja tras aviso; Esaú Fernández, de nazareno y oro, oreja y oreja, salió a hombros; Saúl Jiménez Fortes, de azul noche y plata, silencio tras aviso en ambos. Ovacionado en banderillas Raúl Ruiz, que estuvo magnífico toda la tarde.

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