Algeciras estrena un contenedor remendado, pero los soterrados siguen en coma
Veinticuatro horas después de que uno de los contenedores amaneciera arrancado, Algesa despliega tres vehículos y cuatro operarios para una inspección solemne: el difunto tiene sustituto, pero los soterrados continúan precintados y sin funcionar tras un año de avería
Algeciras pierde otro contenedor de basura: amaneció arrancado junto al monumento a la Madre
Veinticuatro horas. Ese ha sido el tiempo que ha necesitado Algesa para reaccionar al drama urbano que relatábamos ayer en estas mismas páginas: el súbito fallecimiento de uno de los contenedores de la calle Radio Algeciras, junto al monumento a la Madre. No es poca cosa, si se tiene en cuenta que otros problemas municipales han requerido más tiempo… o siguen esperando turno desde hace lustros.
Allí estaban esta mañana de martes, a la hora del café con leche y la tostada, tres vehículos (un camión y dos furgonetas) y cuatro operarios, reunidos con gesto grave ante el pequeño cementerio de contenedores soterrados. No era una reunión cualquiera. Era un consejo de guerra, una asamblea técnica, un gabinete de crisis con aspavientos, fotografías y discusiones sesudas. A los pies de uno, el contenedor fallecido. A la izquierda, los precintados, en ese limbo entre la vida útil y el reciclaje eterno.
Hubo buenas y malas noticias. Empecemos, como manda el protocolo, por las primeras: el contenedor caído ya tiene sustituto. Se le ha practicado un lavado de cara exprés —pintura sobre grieta, como maquillaje en día de resaca— y se ha colocado en su lugar un nuevo ejemplar, también oxidado, también con pinta de que no llegará a la jubilación. El cadáver, por su parte, fue introducido con discreción en uno de los vehículos de Algesa. Que descanse en paz, si es que los contenedores descansan.
La mala noticia, sin embargo, es que los tres soterrados siguen sin funcionar. No han dado con la tecla, la válvula o el espíritu que los ponga en marcha. El misterio persiste desde hace un año, como esos acertijos que se abandonan porque se sabe que no tienen solución. Precintados estaban y precintados siguen, ahora con doble capa de cinta blanca y roja —la burocracia también se expresa en metros de plástico— y un viejo cono naranja que hace de epitafio.
Mientras tanto, los vecinos siguen contemplando la escena desde la terraza del bar cercano, convertida en improvisado palco de este teatro municipal. Allí, entre sorbos de café y titulares de periódico, se comenta la coreografía de los operarios, se hacen apuestas sobre si los soterrados volverán a funcionar y se recuerda con nostalgia aquella época en la que un contenedor cumplía con su cometido sin convertirse en noticia.
Pero en Algeciras —donde hasta los cubos de basura tienen su propia saga— las certezas escasean. El nuevo contenedor podrá resistir o caer en combate en cuestión de semanas. Los soterrados podrán revivir… o seguir dormidos bajo tierra como una promesa incumplida. Y el monumento a la Madre seguirá ahí, resignado, contemplando cómo su vecindario metálico envejece sin gloria en la esquina más surrealista de la ciudad.
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