Campo chico

De ahí, el Rinconcillo

  • El cierre de la verja frenó la carrera hacia la autodeterminación e independencia de Gibraltar

La playa de El Rinconcillo, en 1999.

La playa de El Rinconcillo, en 1999. / Roca

Algeciras no apostó, cuando pudo hacerlo, por ser lo que podía haber sido, una ciudad residencial y de servicios donde pasar temporadas de descanso y veranear; su entramado viario y la estética urbanística de la ciudad todavía no habían sido maltratados del todo por el desarrollismo, la falta de prospectiva de sus administradores públicos y el mal gusto de algunos de sus arquitectos municipales. Algo bastante parecido a eso, a una ciudad de temporada, era en los años cincuenta y hasta ya metidos los sesenta, pero su conversión en polo de desarrollo y la voluntad política de liberar al Campo de Gibraltar del chalaneo y la dependencia de Gibraltar, propiciaron la marcha hacia el emprendimiento por otros caminos. Es interesante advertir que siendo La Línea, nuestro municipio más afectado social y laboralmente por la proximidad de la colonia, que lo condiciona todo, los efectos de la industrialización de la comarca fueron menores de lo esperable y lejos de lo pretendido por los gobiernos tecnócratas del tardofranquismo.

Por más que se trate de disfrazar los acontecimientos, el cierre de la verja en 1969, que construyó el Reino Unido sesenta años antes, frenó la carrera hacia la autodeterminación e independencia de Gibraltar, que ya habían diseñado sus próceres bajo la astuta batuta de Joshua Hassan (Salvador en la intimidad). Judío sefardí, de ascendencia marroquí, creador de uno de los principales bufetes del denso entramado jurídico de la roca, verdadero artífice de la prosperidad de la colonia y primer “Chief Minister” (antes “Mayor of Gibraltar”) de su historia, era de una astucia poco común. Los efectos del cierre causaron perjuicios al sur y al norte de la verja. Sobre todo en la población de La Línea, debido a la secular y tradicional dependencia laboral de su población, de la que una parte considerable, siempre la prefirió a cualquier otra alternativa; pero era el pago inevitable para poder acometer el confesado propósito de hacer de la comarca un territorio autónomo, capaz de valerse por sí mismo. Gibraltar se quedó sin elementos para su supervivencia a medio plazo y en el Gobierno de Felipe González y en las prácticas diplomáticas del ministro Fernando Morán, encontró su salvación con la apertura incondicional, de hecho, de la verja.

La Refinería, ya ha dejado de ser una empresa española, por más que mantenga la “e” de su acrónimo. Pero está donde está y sigue siendo el referente de la importante creación de empleo e irradiación de riqueza que supuso su instalación. Empezaba la década de los sesenta y en ese momento, la comarca abandonó la posibilidad de hacer de su posición geográfica un emporio turístico y de ocio. Sin detenernos en algunas sombras, que no tuvieron mucha importancia, el progreso industrial de la comarca fue espectacular, mientras que, durante el cierre de la verja, la colonia aprendía a arreglárselas sin la generosa mano de obra española, absolutamente imprescindible para su subsistencia. El complejo petroquímico de la Bahía, una de las más importantes acerías del mundo y otras iniciativas, contribuyeron a la explotación del puerto, cuya condiciones de calado, acceso y situación serían muy difíciles de encontrar en alguna otra parte del mundo.

Plano de la Bahía de Algeciras. Plano de la Bahía de Algeciras.

Plano de la Bahía de Algeciras.

Todo ello supuso no sólo una gran incidencia en el ecosistema sino unas alteraciones del litoral que dificultan cuando no impiden los procesos naturales. Los sedimentos y las mareas ya no actúan bajo el dictado de la Naturaleza, sino que sufren las correcciones infringidas por otra clase de intereses. Las arenas, ligadas a lo que exista a sus espaldas, están generadas por sedimentos. Sus perfiles son dibujados por las mareas que alcanzan las orillas y la progresión de las corrientes que, en la Bahía de Algeciras, siguen la dinámica del Estrecho, con intensidades y direcciones variables en profundidad y superficie. No puede esperarse que los numerosos obstáculos interpuestos, en algunos casos tremendamente agresivos, como el megapuerto algecireño, no alteren el movimiento de las aguas.

Algeciras perdió sus playas urbanas, El Chorruelo y Los Ladrillos, y ha mantenido sin resolver por completo, bien que se hayan hecho esfuerzos al respecto, los viejos problemas de deficiencias en la depuración de aguas residuales, parte de las que todavía se vierten por los bajos del Llano Amarillo y frente al Corte Inglés. De un tiempo a esta parte, va entrando en el turno el Rinconcillo, que tiene todas las papeletas para fragmentarse a la altura del bunker, donde el alcantarillado lleva ya años asomándose, e ir progresando hasta una estrecha banda de arena pegada a las construcciones que desde que me lo facilita la memoria, van situándose a pocos metros de la orilla. Ahora que todos los daños están hechos y cuando los remedios son pocos y caros, se empiezan a entonar las “madresmías”. Ya apenas si haría nada la instalación de parapetos perpendiculares a la costa. Tal vez situándolos en paralelo, se altere la eficiencia destructiva de las Administraciones, que acabará en poco tiempo con la que era una de las playas más confortables de España; por su nula peligrosidad, la limpieza de sus aguas y la calidad de sus cada vez más escasas arenas.

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