Algeciras

Casa Pino, adiós tras casi un siglo sobre ruedas

  • El negocio de bicicletas que Juan Pino Sánchez puso en marcha en 1922, el lugar con más solera y raigambre que ha visto Algeciras, se despide de una ciudad que lo convirtió en símbolo

Estamos en 1922. El año que vio nacer a Pasolini y morir a Proust. Llega a Algeciras desde Granada en busca de fortuna un estudiante de medicina que decide ganarse la vida aprovechando su especial destreza para la mecánica. En un local de la calle General Castaños 57, esquina con Pérez Galdos 25, en un antiguo patio de vecinos que servía de residencia a la familia, abre un taller para reparar un tipo de vehículo que por entonces estaba reservado sólo a las familias más pudientes de la ciudad: la bicicleta. Las arregla y las alquila, a peseta la hora. El hombre se llamaba Juan Pino Sánchez y acababa de fundar el que acabaría por convertirse en el comercio con más solera de Algeciras. El símbolo de una época. Un centro de reunión, de tertulia para muchos algecireños y el lugar en el que niños y jóvenes acudían para que se obrara el milagro y esa bici estropeada volviera a andar. Ahora, al borde del siglo de existencia, Casa Pino se despide. Juan Pino Díaz, hijo del fundador, tiene 81 años y considera que es hora de descansar. Su hermano Pepe ya no está (murió hace cuatro años) y ya no quedan fuerzas para mantener el negocio. Sí las tiene, advierte, para seguir montando. Asegura que todavía va a menudo pedaleando hasta Facinas y al que se sorprende de lo que para cualquiera es una proeza -ojo, 81 años- le espeta: "Eso es de mojoneros".

Una cartel que reza "Se vende local y negocio" sorprende de un tiempo a esta parte a los algecireños que pasan por el lugar. La tienda está cerrada y en el taller, a la vuelta de la esquina, sigue de momento Juan Pino, al que los muchos amigos que le visitan intentan convencer de que continúe. "Me dicen que dónde van a ir, pero es que yo no he tenido vacaciones en mi vida. Cuando me casé y poco más", argumenta. "El papeleo de llevar la tienda es imposible. Antes lo llevaba Pepe y su mujer, pero yo nunca he querido saber nada de eso ni quiero ahora", subraya.

Casa Pino es un clásico, un comercio con 92 años de una historia que es también la de la ciudad. Acaso la tienda más antigua del Campo de Gibraltar. Sin duda, la de más raigambre en el pueblo. Le da pena a Juan dejarlo, el olor a goma de bicicleta que le acompaña siempre desde que tenía seis años, cuando su padre todavía corría en bici en grandes pruebas. De los tres hijos, Juan y Pepe le tomaron el relevo; el tercero, Vicente, sólo un tiempo, hasta que se hizo policía local. "Los tres ayudábamos a mi padre en el taller, desde que teníamos uso de razón. Después, cuando fuimos mayores, Pepe y yo nos hicimos corredores", cuenta Juan. Porque los Pino no sólo vendían y reparaban bicicletas, sino que eran grandes aficionados a montarlas y, además, con bastante éxito deportivo.

Cuando las bicis dejaron de ser el privilegio de unos pocos, al pequeño taller se le unió el negocio de la venta. Entonces, era ya el sistema de transporte favorito de los trabajadores españoles en Gibraltar. En los 50 los Pino ampliaron el negocio y convirtieron el taller en un complemento de la tienda. Los dos se transformaron en la meca de los ciclistas de la comarca, un lugar de obligada peregrinación que rezumaba pasión por las dos ruedas.

A Juan le gustaba enseñar lo que aseguraba que era un pedazo de metralla de una bomba que estalló en la calle durante la Guerra Civil, tanto como un puñal que un miembro de las tropas moras de Franco perdió en su acelerado paso por el lugar. Reliquias de otro tiempo que fue peor. Poco a poco los Pino fueron haciéndose un nombre. Una referencia entre las tiendas de bicicletas de España. El decano. Con el auge de las dos ruedas, Casa Pino se convirtió en un floreciente negocio. Contaba Pepe que hace unos años ya, coincidiendo con la llegada de su circo a la ciudad, el payaso Fofito se acercó por la tienda para hacerse con un monociclo. "Pero ya no los fabricamos", explicaba. Anselmo Fuerte, Gómez del Moral, Manzaneque, Bernardo Ruiz y el mismísimo Bernard Hinault fueron amigos y, en algunos casos hasta clientes de los Pino.

Ahora la tienda, Casa Pino, dice adiós. En la mente de los algecireños quedarán para siempre un sinfín de recuerdos. Toda una vida sobre dos ruedas.

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