Historias de Algeciras

El carro de don Eladio (y III)

  • El desacuerdo en el precio del carro encargado a Martín Zagua desembocó, finalmente, en una resolución mesurada gracias a la certera intervención de la esposa del maestro carrero

El puente del Matadero, vía de trasiego entre la calera La Infanta y el taller de Martín Zagua.

El puente del Matadero, vía de trasiego entre la calera La Infanta y el taller de Martín Zagua.

Siguiendo con el relato, añade el documento, según versión de Infante: “Y acto seguido con toda la grosería de que era capaz, sin más replica le arrebató la cuenta, sin esperar á liquidar la que tenía pendiente con saldo á favor del que habla”. La situación ante la falta de acuerdo en la parte económica del trato, llegó a un límite impropio entre personas educadas, según se deduce de lo recogido en la declaración: “Le manifestó –prosigue el letrado- ante 20 hombres que se hallaban presentes, que lo que nada valían eran los hijos de Algeciras”. Sin duda, la calificada como grosería para quién ejercía una actividad como la de Eladio Infante -próximo Juez Municipal y en presencia de testigos-, fue el desencadenante de la declaración documentada.

Añadiendo el carrero-constructor Martín Zagua: “Y que si no en el acto, antes de que fuera de día, necesitaba el carro en su casa-taller”. Zagua exigió la devolución del carro que había facilitado hasta tanto no estuviese finalizado el construido. Dando Infante su autorización a tal pretensión de devolución, para lo cual: “Prestó su asentimiento el compareciente, añadiendo que se prestaba á ello y á abonar el pago de los dos días que se había servido de dicho carro y á la vez recoger el que le había llegado á componer”.Al día siguiente, y aún con los ánimos exaltados por el encuentro del día anterior, se sigue -documentalmente- el relato de los hechos: “Esta mañana serían las 6 de ella, fue su carrero llamado Bellido y el encargado Gonzalo Muñoz, ha entregarle el carro de referencia y á la vez recoger el otro carro que tenía en su poder de la propiedad del que habla; y se ha negado –Zagua- á recibir el uno y á entregar el otro como había exigido y quedaron de acuerdo, echando al Bellido y al Muñoz de la casa-taller, con formas descompuestas y con amenazas e insultos, quedando el carro nuevo en la calle en la puerta de su casa y el carro roto que tenía para componer dentro del taller”.

El maestro-carrero seguía en su ánimo sintiéndose engañado, reclamando la diferencia económica motivo de la discordia. El asunto, para su intento de resolución necesitó de la presencia de testigos para futuras reclamaciones por las partes implicadas. En definitiva, el tema se estaba desmadrando.

El capítulo final de la redacción de los hechos, y que tuvo como escenario el taller de la Plazuela de la Caridad, no contaría con la presencia de quién consideraba su derecho dañado. Martín Zagua sencilla y sorprendentemente, se había marchado. Manifestando su esposa Doña Carmen Guillén a los representantes de Infante: “Que su marido no estaba en esta ciudad y que ignoraba cuando volvería”. Cierto o no, la decisión de apartar del encuentro a quién estuvo el día anterior al borde de alterar el orden público fue muy acertada. Prosiguiendo el texto: “Manifestando que no podía hacerse cargo del carro nuevo que se hallaba en la puerta de su casa, ni entregar el otro por no estar autorizada”. En estas palabras se reconoce la falta de autoridad de la mujer en el ordenamiento jurídico de la época, sujeta -por tradición y ley- a las decisiones del padre, marido o hermano; desigualdad esta, que se mantendría durante gran parte del nuevo siglo que estaba a punto de comenzar.

Finalizando el asunto con unas palabras puestas “oficialmente” por el marido en boca de su esposa; aunque más parece, que fue esta la que consideró “prudentemente” acabar con el asunto, añadiendo: “Pero que hacía constar que antes de marcharse su marido, le había dicho que si venía alguna razón por parte de Don Eladio, que le manifestase que diera por el carro lo que quisiera y que recogiera el otro cuando tuviera por conveniente, que él no quería disgustos de ninguna clase”. Tema resuelto. Entre la testarudez del jurisconsulto y la del artesano, se impuso la cordura de doña Carmen; fundamentando su particular sentencia, en su clara visión de la sociedad que le había tocado vivir. Pretender tener la razón en aquella España, además de ser peligroso siendo pobre, no daba de comer; y la mujer del carrero lo tenía muy claro.Todo parece indicar que tras el altercado del día anterior, hubo una conversación entre los cónyuges; y en la que uno de los dos, le indicó al otro, empleando un viejo refrán español: Que había ladrado a caballo equivocado. Decía el autor del Hidalgo de la Mancha: El consejo de la mujer es poco, y el que no lo toma es loco. Y acertadamente Zagua supo escuchar a su mujer.

La calle Imperial o Alfonso XI, escenario de la vida profesional de Eladio Infante de Salas. La calle Imperial o Alfonso XI, escenario de la vida profesional de Eladio Infante de Salas.

La calle Imperial o Alfonso XI, escenario de la vida profesional de Eladio Infante de Salas.

Solventado el asunto del carro, Eladio Infante de Salas volvió a la rutina diaria. En un futuro sería nombrado Juez Municipal, como lo demuestra el siguiente extracto documental: “En la Ciudad de Algeciras á 15 de Enero de 1903, el Señor D. Eladio Infante de Salas, Juez Municipal é interino de primera instancia de la misma y su Partido, según su expediente...”.

El juez Infante de Salas ejerció el cargo contando con la suplencia en el puesto del también vecino de Algeciras, Rafael Oncala Amaya, hombre este último con quién mantenía una estrecha relación de amistad. Rafael Oncala ejerció como el siguiente documento indica, de: “Regidor Síndico del Excelentísimo Ayuntamiento de esta ciudad a quién representa”.

En el plano social, el buen amigo de Eladio Infante, fue entre otras: “En representación de la Sociedad Propietaria de la Plaza de Toros de esta ciudad, Don Aurelio Méndez Miciano [...], Francisco España Pardo propietario [...], el Secretario Don Rafael Oncala Amaya...”. Y como ejemplo de su actividad profesional marítima: ”Sr. Administrador de aquella dependencia, y Consignatario o agente de la Compañía Trasatlántica de esta Ciudad don Rafael Oncala...”. Es decir, la judicatura municipal algecireña, estaba ejercida -titular y suplente- por dos personas de gran importancia social y empresarial en nuestra ciudad.Conformando el resto del personal del juzgado liderado por Eladio Infante: Manuel Navarrete Campos, propietario y fiscal, con domicilio en calle José Santacana 1; miembro también de la Junta del Casino de Algeciras, como lo demuestra el siguiente documento: “Yo el Secretario certifico: Rafael de Muro, Alonso Vázquez, Carlos Plá, Aurelio Méndez, Jorge Glynn, Manuel Coterillo, Adolfo Ramos, Francisco García, Domingo López, Eugenio Blanca, Manuel Navarrete”. Actuando como secretario del juzgado municipal, Trinidad Díaz Ramírez, quién poseía una tienda de calzado en el número 8 de la calle General Castaños.En cuanto al juzgado de Instrucción, también muy vinculado a Eladio Infante, comentar que aperturado en 1813, contaba como Juez Instructor, en aquella época -finales del siglo XIX, principio del XX- con la figura de José Martín Barrios, quién tenía su domicilio en la calle Imperial. Siendo los escribanos: Fernando Lazo y Manuel Torrelo, este último era viudo de Francisca Sánchez Barea, y tenía su domicilio en el número 4 de la calle Jerez, antes Palma y hoy Ventura Morón.

De regreso a la figura de Infante de Salas, reseñar que también ejerció como secretario del Excmo. Ayuntamiento de Algeciras; así lo testifica el siguiente extracto: “Como á las 13’30 de la tarde y en el despacho del Secretario del Ayuntamiento y hallándose en presencia del Sr. Eladio Infante de Salas, que ocupa en la actualidad dicho cargo [...], los presentes le exigieron al Secretario del Ayuntamiento de Algeciras Eladio Infante de Salas: certificación literal del Acta de la sesión celebrada por este Ayuntamiento el día 15 del mes actual”. Aquellos temas políticos y administrativos comparados con el asunto del carrero y su “grosería”, no pasaba de ser un simple arrebato; pero en definitiva, un arrebato al que había que corregir. Difícil época social que para no fracturarla, en modo alguno podía permitirse veleidades sociales entre clases.

Sin duda, Infante de Salas, fue un hombre muy importante en la Algeciras de aquella época. En su dimensión social, tenemos el siguiente ejemplo: “Máximo Fernández Valentín casado con Benita Cano Muñoz, contrajeron matrimonio el 19 de Agosto de 1889 en la Iglesia de Nuestra Señora de la Palma, según testifica el Juez Municipal don Fernando Pérez Santos y certifica el Juez Eladio Infante de Salas que se trasladó para asistir al matrimonio convenido de los expresados, declarando que a mi presencia el Presbítero don Juan Machorro Almonábar, cura párroco de dicha parroquia, unió en matrimonio canónico a los referidos...”.

En su vertiente como propietario: “Dueño de casa en Manilva, en calle Villar, 4. Recibida por herencia de su madre Antonia de Salas en 1896 […] años después la vendió a José López García, vecino de Manilva por la cantidad de 100 pesetas”. Otro ejemplo, esta vez como gran propietario: “Dueño de Tejar, en terrenos de su propiedad; cercado de piedra seca (albarrada) y hérguenes o érguenes que encierra casa, cobertizo de mampostería, chozas y el tejar, en el sitio de Los Barreros, en las afueras de la Ciudad”. En cuanto a su popular calera, añadir que: “Una de las casas proveedoras de la fábrica era la empresa de materiales de construcción radicada en Barcelona Fradera y Rubino S.A., realizándose los pagos a la misma a través del Banco Hispano Americano, sirviendo como intermediario la banca Hijos de Francisco Forgas, en la calle San Quintín, 2 (hoy, Avd. Villanueva).

De su pasado casareño, tan solo añadir que años más tarde a los hechos relatados, un pariente del jurista, propietario e industrial afincado en Algeciras, irrumpiría en el plano social de la región, defendiendo unas señas de identidad propia del pueblo andaluz, su nombre Blas y su profesión notario. Ambos, con el paso del tiempo, estarían presentes en el callejero de la ciudad de Algeciras. Villa Solita, pasadas las décadas, sería conocida popularmente como la “lechería de Monserrat”, dado su cambio de actividad.

En cuanto al carrero Martín Zagua, este prosiguió con su trabajo en su taller de la Plazuela de la Caridad. Sobre el asunto del carro de don Eladio, mejor no menear el arroz, aunque se pegue. Pocos años después, su esposa -mujer prudente donde las hubiera-, mientras observaba desde su ventana la cada vez más intensa presencia de los llamados “autos” que la gente con “posibles” adquirían con Chofeur incluido, de seguro pensaría en más de una ocasión: -Estos trastos acabarán con la profesión de mi marido. Y como en el asunto del carro, el tiempo le daría la razón a doña Carmen.

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