Campo Chico

El Rinconcillo se diluye

  • La dinámica de las corrientes marinas puede alterarse con espigones perpendiculares al litoral

  • Si no hay forma de recibir arena de modo natural, la alternativa viable es actuar sobre las aguas

Una imagen antigua de la playa de El Rinconcillo.

Una imagen antigua de la playa de El Rinconcillo. / E. S.

No sé si el personal de administración y servicios de la ciudad de Algeciras será del todo consciente de lo que ese lugar de playa llamado El Rinconcillo significa para los nativos y asimilados. Hace tiempo que lo que voy viendo que va pasando me hace dudar de todo. Hace unas horas, un político local que lleva unos años en el lugar, al que ya vino madurito y bien terminado, me agradecía "la atención que le presto a Algeciras". Leí y releí el mensaje unas cuantas veces ensayando la comprensión profunda de su significado. Si era de agradecer esa atención tendría que ser porque nuestro político entiende que prestarla es algo extraordinario. Me imaginé hablando o escribiendo sobre mi madre o mi hermano, sobre un hijo mío o sobre mi padre, y que un funcionario público que estuviera presente lo entendiera como digno de agradecerse que lo hiciera. Aún más chocante sería que ese funcionario asumiera la capacidad de agradecerme que hablara de lo mío. De eso se trata: ¡nuestro político local, en tanto que tal me agradece que preste atención a lo mío! O es que el personaje no entiende nada o es que tiene la experiencia de que los algecireños nos ocupamos poco de lo nuestro. El primer caso conduce a la preocupación y el segundo a la desesperanza.

El deterioro sistemático, cuando no la destrucción precipitada, del paisaje urbano de Algeciras, se está produciendo desde hace decenios. El Rinconcillo es una réplica con vistas al mar de ese quebranto que soportamos estoicamente. Ha pasado con el río, con las playas urbanas, con la escalerilla, con el paseo marítimo y qué sé yo con cuántas referencias más, pero en estos casos podría ser tenido por inevitable. Era en aras de un desarrollo que debiera haber sido más sostenible y meditado, pero que tenía que ser. No obstante nada justificaría la destrucción del paisaje urbano del centro histórico, el desorden viario y la despreocupación por la habitabilidad del entramado callejero, porque el progreso puede ser regulado evitando desequilibrios por mor del mal gusto y la especulación. El sur del centro histórico –de la Plaza Alta hasta el cubierto cauce del río–, que es casi todo, se ha dejado invadir por la densa niebla de la inanición. No bastará con macetuelas y luminarias caseras para recuperarlo y mucho menos relegándolo a barrio para "triquiñuelar" en los fondos europeos.

Remito al lector a mi Campo Chico del 23.02.2020 ("De ahí, El Rinconcillo"), en donde se dibuja un perfil de las agresiones costeras que en lo que va de siglo han alterado de modo importante la imagen de la Bahía, y también la del este del Peñón antes de que los yanitos proyectaran el nuevo fraude en el que están ahora, junto a La Caleta: inevitable perturbador de vientos y movimientos marinos de Levante. Demasiados salientes y abrazaderas, cabos y explanadas, para despacharse con chapuzas o lavados de cara como el que se le dará estos días a la playa por menos de cuatrocientos mil euros: esas arenas, movidas o aportadas, son eso que dicen los clásicos: "pan para hoy y hambre para mañana". El excelente reportaje de Raquel Montenegro, publicado por Europa Sur el pasado día 2 de febrero, es completísimo y permite hacerse una idea de la gravedad de la situación, de sus causas, algunas permanentes e irreversibles, y de las dificultades que tendría cualquier proyecto de regeneración serio que no se redujera a parchear el problema para relegarlo a un futuro obligadamente inmediato.

No debe dudarse de la buena voluntad de la Autoridad Portuaria y del Ayuntamiento, ni de la seriedad y profesionalidad de los técnicos implicados en los estudios orientados a la regeneración de El Rinconcillo, pero seguramente todos saben que no basta con gastarse unos miles de duros en levantarle los bajos al búnker, sino que hay que abordar los efectos de las viviendas de su entorno que se suman a la superpoblación de la zona y el quebranto que para el litoral suponen las casas apelotonadas junto al Botavara.

Evitar que las corrientes que recorren la bahía de este a oeste bordeando la orilla, entrando y saliendo por la bocana, lleguen con intensidad al tramo entre el río Palmones y ese núcleo de construcciones en cuña, que ahoga el movimiento de las arenas en las exhaustas dunas de las marismas vecinas. Obsérvese la playa de Puente Mayorga a Campamento, en donde se ha producido una protección, seguramente no premeditada, por el saliente de Crinavis y por el espigón que le sigue hacia el sur. Del recorrido hasta el río Cachón cabe esperar pocas alteraciones en el ancho de playa. Precisamente ahora están construyendo un pequeño paseo marítimo en el que deberían cuidar la orientación de los bancos; colocados, como parece que se está haciendo, con los asientos orientados hacia adentro, se logrará que los que se sienten en ellos tengan una buena vista de la casa de enfrente, pero no del mar que queda a sus espaldas.

El Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria es la institución a la que adjudicó antes del verano pasado, la Autoridad Portuaria, la realización de un estudio científico orientado a evitar la desaparición de una buena parte de la playa de El Rinconcillo. Como suele ocurrir, el estudio preliminar propone medidas inmediatas de menor coste, que de ningún modo solucionan el problema. Pasando por alto las actuaciones irreversibles, sería necesario remodelar la ubicación de las viviendas y reconstruir el alcantarillado de la zona construida, inmediata a los arenales del rio Palmones. No sé si habrá quien le ponga el cascabel al gato, pero mucho me temo que ni siquiera está disponible el cascabel.

Por eso decía en mi Campo Chico del pasado día 18 que Fernando Gallego Ortega es un resistente, alguien que se niega en su fuero interno a imaginar que toda esa belleza que tuvimos y se nos está yendo acabe por constituirse en nostalgia de lo que pudo haber sido. Desde luego no se puede volver a aquella agua cristalina que bañaba arenas finísimas, al suelo duro de la orilla por el que caminábamos de parte a parte, pero sí a guardar las formas con cierta dignidad. La dinámica de las corrientes marinas puede alterarse con espigones perpendiculares al litoral, anclados por su extremo en tierra y complementados con otros horizontales paralelos a la costa. Si no hay forma de recibir arena de modo natural, la alternativa viable es actuar sobre las aguas. Amén de resituar las construcciones pegadas a la orilla. Todo lo demás son parches Sor Virginia para salvar la cara ante los meses que siguen a los movimientos artificiales de relleno.

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