Los cambios radicales que sufren algunos peces

Los cambios radicales que sufren algunos peces
Los cambios radicales que sufren algunos peces

21 de julio 2008 - 01:00

Existen unas 520 especies de peces planos, pero ninguna de ella nace plana. La curiosa metamorfosis se observa en diversos peces para adaptarse a la peculiar característica de posarse en el fondo del mar y, camuflados, acechar a sus presas.

El resultado se puede apreciar (ver ilustración), en uno de los peces planos más comunes en nuestros mares: el rodaballo. Sus alevines nadan erguidos cerca de la superficie del mar y se parecen mucho a cualquiera de las demás larvas de peces, por ejemplo a las del boquerón o la sardina.

Pero en unas pocas semanas se producen unos cambios notables, conocidos por el nombre de metamorfosis (del griego 'meta', que indica alteración, y 'morphe', forma), un proceso por el cual un objeto, entidad, planta o animal -en este caso los peces planos-, cambia de forma.

En poco tiempo, el cuerpo de la larva de este pez se aplana. El ojo de un lado emigra hacia la parte superior del pez, para colocarse junto al ojo del otro lado (ver ilustración). Esto deja uno de los lados del pez sin ojo, pero no importa, pues el lado "ciego" se convierte en la parte de abajo. El pequeño pez se sumerge hasta el fondo y el lecho del mar se convierte en su residencia. Para el resto de su vida, el pez plano adulto se posa sobre su lado "ciego", de color blanco, pues no necesita camuflaje.

Cuando hace millones de años, los ancestros de los peces planos (lenguado, rodaballo, acedía…) evolucionaron para abandonar la velocidad y empezar una vida más inactiva en el fondo del mar, se convirtieron en presas fáciles de capturar por los depredadores. Por tanto, por adaptación y evolución de millones de años, desarrollaron el recurso de cambiar el dibujo y el color de su piel para camuflarse en los distintos ambientes cuando se desplazaban, confundiéndose con el fondo del mar. Las especies que no se adaptaron a tiempo al nuevo medio ambiente -por ineludible ley de la Naturaleza para todas sus criaturas-, se extinguieron.

El camuflaje con mezcla de colores también le ayuda para pasar desapercibidos ante su propia presa hasta el último segundo. Los colores cambian bajo el control de los nervios y las hormonas. Cada célula pigmentaria de la piel de estos peces,(cromatóforo) tiene unas ramificaciones finas en las que puede esparcir sus pigmentos; éstos colorean sus minúsculas manchas de la piel. Si los pigmentos se juntan apretadamente en el centro de la célula, el color del fondo sobre el que está el pez se transparenta.

La singular cabeza del pez martillo (una especie de tiburón), no es ningún capricho de la naturaleza, se trata de otro diseño útil adquirido por evolución. Científicos de la Universidad de Hawai, han descubierto que las expansiones laterales funcionan como un sensor con el que este depredador detecta los campos eléctricos de los arenques, peces espada, sardinas y otras presas. Además, actúan como el plano de sustentación de un avión, lo que le permite al pez martillo desplazarse con un menor gasto energético. Esto constituye una gran ventaja, ya que al no poseer vejiga natatoria, se hunde si no se mueve.

Las formas y colores fantásticos de los peces que habitan en los bancos de coral se han desarrollado evolutivamente por motivos de camuflaje, para eludir a sus depredadores, atraer pareja, diferenciarse entre sí las especies o para espantar a un depredador, por ejemplo, ¡con una mancha figurando un ojo... en la cola!.

La enorme riqueza y variedad cromática que presentan estos peces es aún mayor si se tiene en cuenta que gran parte de ellos tienen, en su etapa de juventud, una coloración radicalmente distinta de la que adquieren cuando llegan a adultos. Las diferencias que presentan entre ambos estados son a veces tan acusadas que algunas especies, por error, llegaron a ser clasificadas como especies distintas.

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