Barcos a cubierto

A vista Del Águila

Todo puerto sirve como abrigo a los barcos

Miguel Ángel Del Águila fotografió a un buen número de ellos que hicieron escala en el nuestro

El Victoria, en el Puerto de Algeciras en marzo de 1973.
El Victoria, en el Puerto de Algeciras en marzo de 1973. / Miguel Ángel Del Águila
José Juan Yborra

Algeciras, 03 de marzo 2022 - 05:00

Si el mar se asocia con la vasta amplitud de espacios por los que el ser humano se desplaza hasta alcanzar territorios ansiados y personales ítacas apenas cartografiadas, los barcos han simbolizado los artefactos de los que nos hemos servido para transportarnos por inciertas superficies sin fondo en busca de otras orillas y otras costas donde conocer, comerciar o restañar viejas heridas.

Las embarcaciones son artilugios humanos que intentan llevar la regular estructura de la razón sobre la vastedad cambiante marina. Herramientas de viaje y colonización, son marcas de civilización en la insondable hondura líquida de los océanos. Su función es la comunicación entre un punto de partida y otro de arribada y estos son los puertos.

Desde antes de que existieran instalaciones portuarias al uso, la bahía de Algeciras fue una rada ubicada en un mítico confín, hoy céntrico corredor de vías, singladuras e itinerarios. Hace siglos que la leyenda del “non plus ultra” dejó de tener lectura práctica en los hitos que marcan el estrecho al que estamos asomados y a través del canal cientos de embarcaciones surcan aguas familiares y extrañas. Muchas acudieron a nuestro puerto en busca de refugio, descanso, cabotaje o protección. Miguel Ángel Del Águila fotografió algunas de ellas.

El Victoria, en el Puerto de Algeciras en marzo de 1973.
El Victoria, en el Puerto de Algeciras en marzo de 1973. / Miguel Ángel del Águila

El Victoria

Una ventosa mañana de marzo de 1973 acudió el fotógrafo a las inmediaciones de la estación marítima para tomar la encuadrada perspectiva de uno de los transbordadores que cruzaba diariamente el estrecho hilvanando sus dos orillas. El Victoria fue construido por la Unión Naval de Levante y botado en 1951, en oficial ceremonia que apadrinó María Dolores Molina de García Valiño. Gemelo del Virgen de África, comenzó a cubrir la línea Algeciras-Ceuta a partir del 14 de junio del siguiente año, convirtiéndose en el primer buque transbordador que prestó servicio en la zona.

La entrada de vehículos por la popa y su capacidad para transportar material ferroviario lo convirtieron en una embarcación de lo más útil para cumplir la función que mantuvo hasta ocho años más tarde. En la imagen destaca su altiva proa rematada por el escudo de la ciudad que lo acogió a lo largo de tres décadas y donde sufrió accidentes y colisiones, pero donde sirvió para que viajeros y transeúntes cruzaran las orillas del canal desde las remansadas aguas de una dársena donde se asomaban edificios oficiales y araucarias, viviendas portuarias y eucaliptos, contornos de colinas y curvos noráis de los que se aleja un simca mil que atraviesa antiguas vías de tren entre planos adoquines alisados por el viento.

El Barcelona Maru, en el Puerto de Algeciras en marzo de 1973.
El Barcelona Maru, en el Puerto de Algeciras en marzo de 1973. / Miguel Ángel del Águila

El Barcelona Maru

La misma mañana de marzo de 1973, Miguel Ángel Del Águila cruzó hasta el cantil norte del muelle de la Galera para fotografiar el soberbio perfil de un mercante atracado junto a los sillares de caliza que décadas atrás transportaron hasta allí desde canteras próximas a la costa. En el extremo de babor, bajo orientales caracteres, se lee el nombre del navío, Barcelona Maru, embarcación japonesa construida por los astilleros Mhi Kobe Shipyard en 1967. Prestó servicio a la naviera Mitsui O.S.K. Lines hasta 1981.

A los muelles de Algeciras han arribado embarcaciones de los más dispares pabellones. Este, procedente de extremo oriente, atracó en tiempos en los que una factoría de origen nipón comenzó su producción de acero a orillas de una bahía adonde no han dejado de recalar navíos orientales desde el principio de los tiempos en una larga letanía de cuentas y metales. La enhiesta curva de la proa del barco casi forma una ojiva que enmarca petroleros, tanques y depósitos de una refinería asentada en la orilla norte del arco costero. La soberbia arboladura del mercante araña un cielo alto y forma una perspectiva lineal que se dirige a una antigua grúa. Allí se encaminan los pasos de un solitario caminante de sobrios perfiles y terrestres ademanes que humaniza la imagen y ayuda a definir escalas y a agrandar la altiva curvatura de un barco de contornos orientales de espaldas al sol naciente.

El portaaeronaves ligero 'Dédalo' en la bahía de Algeciras.
El portaaeronaves ligero 'Dédalo' en la bahía de Algeciras. / Miguel Ángel del Águila

El Dédalo

Cuando Miguel Ángel Del Águila fotografió el portaaeronaves ligero Dédalo en la bahía de Algeciras con la proa dirigida hacia la bocana del puerto, poco se sabía de la historia que atesoraba la embarcación. Considerada por aquel entonces el buque emblema de la Armada española, fue cedido a ella apenas cuatro años antes de ser tomada esta imagen, y la arribada a nuestras costas despertaba la curiosidad que el tamaño y su particular silueta era capaz de avivar en unas retinas habituadas a contemplar arribadas y naufragios.

Por aquellos años, el navío de vastas proporciones casi ejercía la labor del jubilado discreto que no hacía ostentación alguna de un pasado en el que formó parte de la historia que los manuales al uso o los largometrajes de Hollywood se encargaron de transmitir. Botado en 1943, abandonó pronto las costas continentales norteamericanas con el nombre de USS Cabot y tuvo un destacado papel en la campaña del Pacífico. Se convirtió en apoyo esencial en el desembarco de Nueva Guinea; participó en la batalla del mar de Filipinas bombardeando Luzón y Mindanao; desde las islas Marianas, de él partieron hostiles vuelos contra Guam o Iwo Jima; incluso después de recibir un ataque kamikaze, llegó a participar en la batalla de Okinawa.

Tras ser cedido a la Armada española en 1967, su actividad se redujo a protocolarias maniobras conjuntas hasta que fue dado de baja en 1989. No hay estampas bélicas en la imagen del portahelicópteros varado frente a sierra Carbonera; ni helicópteros; ni aviones de despegue corto sobre una cubierta apenas amenazada por fabriles humos de ardientes chimeneas y que hoy permanece como reclamo turístico en la base naval de Pensacola.

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