Araucarias perdidas en el litoral de Algeciras
Árboles y plantas con historia
Un fuerte temporal acabó con el árbol que se levantaba en una vivienda de la calle Muro
El famoso pino del hotel Bahía sufrió una "micosis radicular", según el ingeniero forestal municipal
El perfil de Algeciras, visto desde un barco que surque las aguas frente a su costa, ha cambiado a lo largo de su historia. En ese skyline, como se define en lengua inglesa al horizonte, no solo han desaparecido viviendas y otras edificaciones, sino también árboles. Dos araucarias sobresalieron durante mucho tiempo en esa silueta reconocible de la ciudad, una se levantaba dentro de los límites del hotel Bahía, en El Rinconcillo, y otra sobresalía en una vivienda por encima de los edificios de la que ahora se llama calle Radio Algeciras.
"Suele suceder que -como con algunos amores- no nos damos cuenta del sentimiento que profesamos por un árbol hasta que lo perdemos para siempre", escribió la bióloga algecireña, Rosa Cintas, en mayo de 2013. Entonces describió en su blog Los árboles invisibles su recuerdo de la araucaria que creció en el patio de su casa familiar, que estuvo ubicada frente al número 7 de la calle Muro, en paralelo a la confluencia de la calle Radio Algeciras con General Castaños.
"El edificio, una vieja residencia señorial convertida en casa de vecinos, se disponía en torno a un amplio patio cuadrado, bordeado de arriates, con un alcorque en el centro donde crecía hacia el cielo el lustroso pino", redactó Cintas. El árbol que seguía vivo en su memoria sobresalía sobre las viviendas que le rodeaban, incluso con una altura cercana a la de la torre-campanario cercana de la iglesia de la Virgen de la Palma, que mide unos cuarenta y cinco metros.
"En aquella casa la araucaria era una presencia luminosa. Aportaba la sombra; el verdor profundo de las hojas; la belleza de su figura; la alegría de los pájaros que se posaban en las ramas; la música del viento al mecer las hojas; la frescura del aire cargado de oxígeno y otras sustancias benéficas; el aroma a resina y madera; el tacto de sus hojas y corteza escamadas. El árbol sólido, robusto y bien enraizado en la tierra también inspiraba confianza en la vida y en el futuro", escribió la bióloga algecireña.
El árbol era toda una referencia. "Los niños de la casa jugábamos alrededor de él y de un modo u otro con él: nos lanzábamos hojas en batallas imaginarias, modelábamos la resina que manaba la corteza o abrazábamos al tronco para comparar quién tenía los brazos más largos. La araucaria todo lo aguantaba como paciente niñera", según Cintas.
Por Algeciras pasó una terrible borrasca en enero de 1963 de viento sudeste. Arreció al amanecer del día 21, con vientos superiores a los 140 kilómetros por hora de velocidad, y olas de gran envergadura en la mar cercana. "La araucaria, al principio, se mostró firme ante el desmedido viento de naturaleza ciclónica, que ya había arrancado cientos de árboles en toda la comarca. Pero sus raíces ya no eran tan jóvenes, ni tan profundas, ni tan largas. Eran superficiales, y el tronco y las ramas pesaban mucho. En un preciso momento perdió el pulso con el viento", recordó Cintas.
El fuerte viento movió el árbol de un lado a otro, y ese movimiento provocó que saltaran losetas del patio familiar. "Los habitantes de la casa estábamos atónitos y atemorizados. Todo se movía. Lo más impresionante era mirar hacia arriba y contemplar al enorme árbol oscilante, batallando contra el feroz viento, desviviéndose por mantenerse en pie". Fueron los días intensos. Yates, pesquero, e incluso el transbordador Ciudad de Tarifa, con 122 pasajeros y 90 tripulantes, quedó desanclado y encalló en la costa cercana. Los vecinos, cuando llegaron los días posteriores más tranquilos, decidieron talar el gran árbol.
"Sin la araucaria, el patio no era más que un gran vacío. No había sombra, ni verde ni se oían trinos; no había belleza, ni aromas; y sobre todo no había el amparo del árbol, que nos daba fuerza, ánimos y seguridad. El compañero de juegos y de horas, el amigo árbol, había desaparecido", escribió Rosa Cintas.
La estampa del hotel Bahía
Unos 58 años después de desaparecer la araucaria de la calle Muro, en Algeciras también dejó de verse otro ejemplar de ese tipo de pino, el que se levantaba entre los muros del hotel Bahía, abierto en la popular playa de El Rinconcillo desde 1958. Tantos años pasó inmerso en esa estampa algecireña, en un lugar tan entrañable y querido para los vecinos y usuarios de la costa, que su pérdida generó sorpresa y curiosidad. "Era el faro del Rinconcillo", en palabras del biólogo Pablo Pichaco.
El Ayuntamiento admitió una primera tala del árbol a media altura, a petición de la propiedad. El ingeniero técnico forestal municipal observó "una decrepitud acentuada en el ejemplar dada sus particulares circunstancias de localización aquejado muy probablemente de micosis radicular como hace pensar la rotura sectorializada de ramas en una copa sin indicios de enfermedades y/o plagas, fenómenos paulatinos, con tres meses de diferencia y en ausencia de fenómenos meteorológicos adversos".
El caso pudo deberse a que las raíces más superficiales pudieron verse afectadas, con el paso del tiempo, por el edificio o por la salinidad del entorno costero. Lo cierto es que primó, como en el caso de la araucaria de la calle Muro, la seguridad de los vecinos frente a la existencia centenaria de los árboles. Sirven a este recuerdo las mismas palabras que usó en artículo Rosa Cintas para recordar aquel pino de su casa familiar: "Entonces fue cuando nos dimos cuenta de cuánto lo queríamos. Fue una gran pérdida. También para la ciudad, que perdió su faro vegetal y un gran árbol".
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