Aniversario del nacimiento de Adolfo Sánchez Vázquez, el algecireño que repensó el marxismo
El filosofo, gran pensador en el exilio mexicano, nació hace 110 años en la calle Río
El filósofo algecireño: Adolfo Sánchez Vázquez
En 1915, Algeciras era una ciudad en auge. La Primera Guerra Mundial en la que estaba inmersa Europa había alterado las rutas marítimas comerciales. Y, con ello, la relevancia de los puertos. El algecireño, por su situación estratégica, comenzó a experimentar un notable crecimiento como puerta de entrada (y salida) del Mediterráneo. Mientras se consolidaba como un centro de transporte marítimo de relevancia internacional, la población crecía y perfilaba una sociedad en la que convivían diversas culturas. En ese ambiente nació, en la calle Río, un niño que todavía pasaba desapercibido. Su padre era Benedicto Sánchez Calderón, un teniente de Carabineros de Algeciras y su madre, una sanroqueña con la que había decidido formar una familia. Nadie sabía entonces que aquel pequeño estaba llamado a hacer del compromiso político su guía de vida hasta convertirse en el gran renovador del marxismo. Se llamaba Adolfo Sánchez Vázquez, el último exiliado, y este miércoles se celebra el 110 aniversario de su nacimiento. Lo de "se celebra" es un decir, ya que en la ciudad que lo vio nacer pasa tan desapercibido ahora como siempre. Sólo un puñado de estudiosos han reivindicado n los últtimos años, con escaso éxito, su figura.
Sánchez Vázquez, fallecido en 2011, fue un filósofo que desde joven se involucró en la vida política y cultural de su país, militando en el Partido Comunista de España y participando activamente en la Guerra Civil española en defensa de la República. La derrota lo llevó al exilio en 1939, primero en Francia y después en México, país que le abrió sus puertas y donde desarrolló el grueso de su trayectoria intelectual y vital.
México le quiere como a un hijo. Allí se integró a la vida universitaria, convirtiéndose en una de las figuras más influyentes de la Universidad Nacional Autónoma (UNAM), institución en la que fue profesor emérito y formador de generaciones de estudiantes de filosofía. Desde allí impulsó una visión crítica y renovadora del marxismo, alejándose de los dogmatismos que habían marcado la tradición soviética. Su pensamiento giró en torno a la praxis, entendida como la actividad humana transformadora, y a la reflexión sobre el papel del arte, la cultura y la política en la vida social. Nacido prácticamente con la Revolución Rusa, fue el único filósofo marxista que la puso en duda, que invitó a repensarla.
Entre sus obras más destacadas se encuentran Las ideas estéticas de Marx (1965), Filosofía de la praxis (1967) y Estética y marxismo (1970), textos fundamentales para comprender su apuesta por un marxismo humanista, abierto y crítico. Su labor intelectual no solo enriqueció el panorama filosófico en América Latina, sino que también lo consolidó como uno de los grandes pensadores del exilio español. Su producción no sólo es filosófica, sino también literaria. "Mi vocación primera era literaria", llegó a decir quien publicó sus primeros poemas de la mano de Rafael Alberti en Octubre y fue amigo de Miguel Hernández y Pablo Neruda.
En el plano personal, Sánchez Vázquez llevó una vida discreta, profundamente dedicada a la enseñanza y a la escritura. Se naturalizó mexicano, formó familia y se convirtió en un puente entre la tradición filosófica europea y la realidad latinoamericana. En reconocimiento a su trayectoria, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Filosofía e Historia en 2002, así como doctorados honoris causa en diversas universidades. En uno de sus últimos viajes a España se desplazó a Málaga para recoger el Premio María Zambrano de Humanidades que le concedió la Junta de Andalucía.
Sobrino de Miguel Puyol, en la infancia tuvo relación con el ilustre José Luis Cano. Ambos colaboraron juntos en una revista que se llamó Sur, en la que Cano publicó su primer artículo titulado Surrealismo y lucha de clases.
Hasta su fallecimiento en 2011 en la Ciudad de México, Adolfo Sánchez Vázquez se mantuvo como un referente del pensamiento crítico. Siempre activo en la docencia, la crítica cultural y el debate político-filosófico hasta poco antes de su muerte, su legado es el de un filósofo que, desde la experiencia del exilio, supo repensar el marxismo para hacerlo un instrumento de análisis y transformación, siempre fiel a la idea de que la filosofía debía servir a la emancipación humana.
También te puede interesar
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por CEU en Andalucía