Anhelando la pureza

Tribuna de opinión

"Se hace difícil para los algecireños hacer autocrítica y adquirir compromisos de ciertas cuestiones en las que no hemos sido invitados", defiende el autor

El Día de Algeciras, más que una fecha

Parte de la ciudad de Algeciras y su puerto.
Parte de la ciudad de Algeciras y su puerto. / Erasmo Fenoy
Javier Reiné
- Graduado en Historia por la Universidad de Cádiz. Máster Interuniversitario de Análisis Histórico Actual.

23 de septiembre 2025 - 04:00

Vamos en este mes de septiembre a teorizar sobre la identidad algecireña. Y para eso pido permiso a la selecta grey de gestores de la identidad de lo algecireño, para mostrar mi impresión basada en la experiencia en la que he sido partícipe de exquisitas conversaciones con eminencias locales y localistas.

Para empezar, José Carlos, quiero tutearte. Te quiero interpelar desde la igualdad, desde la creencia de que todos somos hijos de Dios y, por tanto, hermanos. En consecuencia, tratémonos como tales. Ahora vayamos al asunto que nos compete. Sobre lo que dices, sobre el Ayuntamiento como expresión palmaria del sistema democrático, te puedo decir que precisamente en el siglo XVIII la democracia no era el sistema representativo del Ayuntamiento de Algeciras ni de ningún municipio de España; desde el mandato fundacional de Francisco Bermúdez Salcedo en 1755 hasta Manuel Andrés Embite en 1809, eran dieciséis alcaldes nombrados por Real Orden. Pedro Barte, el alcalde de Algeciras con la restauración absolutista, por obvias razones, también fue nombrado por una Real Orden. El periodo de Isabel II fue intercalándose entre electos, designados por el comandante general y designados por el gobernador civil hasta el siglo XX, siendo los predominantes los mandatos no electos. Añadimos a esto la dictadura de Primo de Rivera (el cual por cierto, tiene una calle modesta pero importante en la ciudad) y el franquismo. Te puedo decir que para recabar esta información, solo he tenido que escribir en la lupa de Wikipedia: Alcaldes de Algeciras.

Te puedo sugerir que averigües el destino de Gaspar Segura, alcalde de Algeciras en 1857 y en 1865, y su fin en la playa del Chorruelo. Eso también es parte de la historia y de la identidad de Algeciras. Tal vez a según qué ficcionarios de la algeciridad no les interese o no tengan interés en saber sobre estos acontecimientos. También te digo que si en las elecciones municipales casi siempre la abstención promedia el 50% del electorado, hay un 50% de algecireños, que por las circunstancias que sean, no se sienten representados por el Ayuntamiento. Ese 50% también es Algeciras; los niños también son Algeciras, aunque no voten. Parece una obviedad: el Ayuntamiento es parte de Algeciras pero el Ayuntamiento no es Algeciras. Algeciras es el territorio y las personas y las instituciones, si son democráticas, no deberían de tener una morfología disruptiva con estos elementos. Gaspar Segura no lo entendió.

Precisamente invitas a la autocrítica y al compromiso. Te lo compro, incluso como parte del discurso de la reina de la feria de este año. Me gustaría saber a quienes interpelas, a qué tipo de personas quieres implicar en tu autocrítica y en tu compromiso.

Hay cenáculos que dirimen la identidad de Algeciras, esos cenáculos están al margen de la mayoría de la población de Algeciras y en cierto número de personas de arraiga ascendencia algecireña lo vemos como una mirada escéptica ante los continuos “golpes de pecho” de los esencialistas de lo algecireño.

Decía Eric Hobsbawn que la tradición es un invento. Es cierto, totalmente cierto. Es difícil contraponerse a un gigante como Hobsbawn, pero es un invento necesario para cohesionar las comunidades y he aquí la cuestión: se embarcan nuevas tradiciones en la que un número no menor de algecireños no nos sentimos identificados o participes de una nuevas formas “auténticas” de ser algecireño.

Tal vez tenga algo que ver con ciertas familias “patricias” de clase media que, desde un supremacismo paternalista a las masas, pontifica lo que es algecireño desde sus filias y sus fobias, teniendo una mirada sesgada de la realidad. Por tanto, se hace difícil para los algecireños hacer autocrítica y adquirir compromisos de ciertas cuestiones en las que no hemos sido invitados.

El urbanismo desordenado es parte de la identidad de Algeciras. Tal vez te hubiera gustado que se hubiera culminado un proyecto ilustrado y con grandes alamedas, como el proyectado por el señor Verboom. Desde luego, a la inmigración rural de posguerra no les sonaba nada eso del urbanismo ilustrado. Ni le sonaba de nada el señor Verboom. Y tenían la mala costumbre de necesitar un techo sobre el que morar. El “pulpo” que se ve desde los ortofotos es parte de la identidad visual nuestra. Por eso es fácil identificar Algeciras, porque es como un pulpo con varias patas.

El transporte, mejor no hablar. A pesar de que tirios y troyanos se ponen el pin de la Agenda 2030, después les tiembla el pulso para desarrollar políticas de transporte acorde a ella. La inseguridad ciudadana y la escasez de viviendas son problemáticas de casi todas las ciudades y pueblos de España, excepto en la España Vaciada.

Posiblemente, en un futuro, nuestros vecinos barreños puedan beneficiarse de la posible imposibilidad futura de adquirir vivienda asequible en Algeciras y hará que Los Barrios crezca en población.

Sobre riqueza cultural, me gustaría que pensases no solamente en el reciente aporte de la inmigración marroquí e iberoamericana, sino también rememorar la aportación de la inmigración “histórica” de portugueses, italianos, franceses, malteses, catalanes, aragoneses, valencianos, gallegos o sevillanos. Me gustaría que, al igual que se ha hecho con Villajoyosa, se hiciera también hermanamiento con Finale Ligure, ya que buena parte de la población algecireña son descendientes de esta villa italiana de la Liguria. ¿Estarías de acuerdo con ello? José Carlos, espero que tus palabras acompañen a tus actos y que, como católico, estás obligado a trabajar sobre ello y que no se quede solo en palabras.

Me tomo tu artículo como un contrato con los algecireños y que los algecireños juzguen si tus palabras son coherentes con tus hechos.

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