Algeciras

Últimas líneas para Tobala

Pepe Marín

Periodista

Maldita sea la vida. Te trae, te pasea un poco por aquí y otro por allá, y cuando más tranquilo estás, te borra de las calles. Hasta aquí el tópico versionado. La obviedad perversa. Fin. Tobala ya no está, y es duro, hay que joderse. Ahora te hubiera gustado echar más cervezas con él en los bares, haberle reconocido más veces lo bien que escribía, hasta darle un riñón, si ese hubiera sido el órgano que dijo basta.

En estos días, los compañeros de la prensa nos llamamos compungidos. Prietas las filas ante el hueco enorme que taparemos con una edición más, con una columna más, con la misma velocidad con la que, en unas semanas, la ausencia de José Luis sólo se quedará a vivir en unos pocos que de verdad le querían. La fila cero de la vida de cada uno. Su gente.

Los demás, sin dejar de echarle de menos, lo haremos de vez en cuando en pequeños corrillos, recordando a ese Humphrey Bogart de la poesía que nunca tenía una mala palabra, porque solo pensaba en cómo hacerlas bonitas juntando letras.

Maldita sea la vida. Yo recordaré nuestras pequeñas confidencias sobre trajines políticos. Cómo nos divertíamos poniendo y quitando alcaldes, y las veces que me perseguía cuando, metido a columnista de este periódico, al que considero mi casa, me evaporaba por Madrid y no mandaba a tiempo la tira de los domingos. No te llamaba exigiendo. Era tan elegante el jodío, que solo podías dar mil excusas y volver a casa cuanto antes a cumplir con un caballero, presto al teclado. No es peloteo barato, se lo aseguro. Porque aunque el sabio dicho aquel de "Dios nos libre del día de las alabanzas" bien vale para ministros como para plumillas, nos van a permitir que cuando alguien sale de nuestra tabla redonda, le hagamos honores de templario.

En el Café Teatro, donde colgó cuadros y versos, también le echarán de menos. Entre botellines de cerveza, los culturetas brindarán por él, estoy seguro, y se harán un poquito más viejos recordándole en pasado, como si se hubiera ido de aquí en los años 90. Maldita sea la vida.

Querido Tobala, buscando en los archivos digitales de mi memoria 1.0, me doy de bruces con un poema que grabaste para nosotros hace siete años en un Cd, entre las cortinas rojas del Café Teatro. No encuentro un epílogo más adecuado para ti, que plagiar aquí tus propias palabras. Creo que, ya entonces, no tenías miedo a morir:

"Tú dictas el tiempo y detienes el bramido de las olas. Suspendida sobre el filo de la guadaña, contra un fondo monocorde azul cobalto, hay una sonrisa triste. A esto le llaman muerte, telón... la nada. Alguien, no obstante, reinventa la luz cada cronometrada milésima de segundo, y ceso el lloro. Y me aferro. Y ya no temo".

Hasta luego, Tobala. Nos vemos un día de estos.

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