Texto íntegro del pregón de Juan Luis Moreno Retamino
Con la venia de Algeciras.
Así, de pronto, aquí me tienen.
Aquí está este aprendiz de pregonero que se sube a este atril de la ciudad que me da acogida y hospitalidad desde hace 27 años. Como una criatura corriendo por las playas de Getares, con el viento de Levante que te lleva a todas partes, apoyo mis manos en este soporte y te veo, Algeciras, con los ojos del asombro y de la extrañeza, vestida de domingo de pregón.
Vengo con la ilusión y el ánimo que en estos memorables seis meses desde que fui nombrado pregonero me habéis transmitido; con la certeza de que no voy a dejar una inmortal pieza literaria, pero con el convencimiento íntimo de transmitiros una Semana Santa de Algeciras y una Algeciras en Semana Santa.
Con su permiso, Ilustrísimo Señor Vicario Episcopal Territorial del Campo de Gibraltar.
Excelentísimo señor alcalde de Algeciras.
Reverendo Señor Director Espiritual del Consejo Local de Hermandades y Cofradías.
Señor Presidente del Consejo Local de Hermandades y Cofradías.
Queridos Hermanos Mayores de Hermandades y Cofradías.
Ilustrísimas Autoridades, Hermanos Cofrades, familia, jóvenes, niños, señoras y señores.
Queridos todos que me acompañáis hoy, 2 de abril, decimo segundo aniversario de la subida al cielo de San Juan Pablo II; doce días después de que la negrura del invierno haya dado paso a la primavera del blanco azahar: ¡el tiempo de lo auténtico ha llegado!, ¡la verdad ya está aquí!
A 7 días de los Ramos en la ciudad de la Palma de María Santísima, no sé lo que esperas hoy de mí, Algeciras.
Tampoco sé la cantidad de fe que me empuja en el día a día, pero quiero saber lo que yo guardo para darte.
Yo he venido a hablar con ESE, el Dios que todos llevamos en nuestro corazón, el que se esconde –pero no se oculta- en nuestras intimidades enigmáticas de ese armazón infranqueable que es la conciencia de cada uno.
Viene conmigo el Cristo de la Veracruz que me acompaña desde 1972 en las considerables profundidades del vacío, y el Cristo de Medinaceli que quiero que crea en mí, el que discurre sentenciado por tus calles con una inmensa multitud especial que pide misericordia tras su paso.
El que no se me muere en las tardes borrascosas de viernes, de sus viernes, con quien tanto converso en mis adentros y quien me ha dado en las horas perdidas…
De Humildad que no tengo;
De Generosidad que me falta,
De Paciencia que se me termina,
De Templanza que se me exige,
De Caridad que clamo para mí y que me falta para los demás, para el otro, para el distinto.
Acudo desde la nada, acaso desde la oquedad, a este llamamiento que se me hizo cuando en septiembre se juntaba el verano levantero con el otoño berreante.
Me santiguo cada mañana al empezar la jornada cuando te miro p’arriba y las nubes algodoneras que conforman un techo en la bahía no me dejan mirar tu cielo. Pero lo veo, Sé que Estás ahí, aunque no logro medir cuanto Dios llevo dentro de mis costados.
Estoy seguro que seré juzgado por el Nazareno cuando llegue la hora, sin el rigor del que tras azotarlo atado a La Columna se lavó las manos.
Estaré en guardia para, en una Buena Muerte, estar frente al Cristo que me vio estudiar y ayudó e hizo de mi lo que soy, torpe cristiano que se desmorona cada día, pero que yergue sin ser digno de la palabra suya que me basta para sanar.
Hacer justicia: La que yo busco en el día a día, pero sin escudriñar el castigo por sí mismo, sino que la pena sea dada para la reeducación del responsable, de tal modo que se le pueda abrir una esperanza de reinserción en la sociedad, que de eso Algeciras sabe mucho hace tiempo: Piñera, Botafuegos, CIES…
Conocedora de hijos suyos o venidos más allá de tierras donde la desesperación y el hastío por la rutina diaria llevan a bajar a las profundidades infernales del mal y que su viaje al falso dorado acaba allende San Bernabé.
No hay pena válida sin esperanza.
Un castigo clausurado en sí mismo, que no dé lugar a la reinserción social, es una tortura, no es una pena.
Y la Ciudad de la Bahía sabe y ayuda, desde hace muchos años que hay Esperanza y Gracia en la reconducción de quien tropezó o volvió a toparse con las diferentes caras del pecado.
La primavera llegó hace 300 horas, y con ella la Llamada Divina que nos hace comprender que la vida toda es milagro que se produce cada día.
El aire, la luz y la lluvia que inspiraron a los imagineros, se amalgaman y complementan en torno a la Cruz del Nazareno, o Amortajado, antes en el Huerto…
El recuerdo de la claridad y del azul del cielo en una mañana deslumbrante de nuestra Primavera puede –como el levante- durar mucho tiempo... luz espléndida en la Plaza Alta o en lugares escondidos de San Isidro; luz magnífica que nos lleva a reflexionar en muchas ocasiones que nuestras calles, todas ellas, están hechas para que el sol las inunde y para que discurran por ella llegados a este tiempo, pasos y nazarenos.
Vengo hoy, segundo domingo de primavera, Domingo de Pasión, con palabras escritas con sentimiento de esta tierra, queridamente sinceras, para mostrar la auténtica confesión de mis días y mis noches algecireñas, Ciudad de la Bahía, tierra de María Santísima de la Palma, para celebrar la Semana Santa de quien quiere escapar, cual infante cándido, a la realidad de sus ingenuidades.
¿A quién debo agradecer estas reflexiones alejadas de poesía, inspiración y más propia de quien busca engrandecerte -Algeciras marinera y mariana- con palabras hermosas?: a la Inmaculada Virgen María de la Palma.
A ella, desde aquí, le pido que me dirija convenientemente por los pasos de esta bendita locura cofrade que es el pregón.
Que, en este montaje de culto, y en esta estación y en este camino…
“Su mano me lleve,
Su luz me guíe y
Su corazón me sostenga.
¡Inmaculada Virgen María!
¡Así sea!”
Me tranquiliza saber Señor, que tu amor, a diferencia de la fe y la esperanza, no pasará jamás, ni ahora ni nunca.
Es una certeza inquebrantable.
Y que estas palabras de hoy, sin el amor de Dios joven, activo y dinámico, atrayente, que me inspira, de un modo incomparable, no llegarían al oído de Algeciras.
Pido a la Auxiliadora de los Cristianos de Algeciras –coronada canónicamente antes de tres meses- la purificación de la palabra, mientras este pregonero ofrece en su honor sus mejores sentimientos y la alegría de saborear la fe que recibió de sus padres.
Y ante el regalo de su designación, no encuentra muestra de gratitud mejor que pedirle a Ella, Madre del Buen Consejo, por nuestro director espiritual, por nuestro Alcalde y la corporación municipal en pleno que preside, por el Consejo Local de Hermandades y Cofradías y por su Presidente, por mis hermanos mayores de La Borriquita y el Santo Entierro de Algeciras, de la Veracruz de Sevilla y del Cristo de la Misericordia de El Castillo de las Guardas, especialmente.
Y por tan generoso e ilustre presentador.
Jesús: Muchas gracias por tus amables y sentidas palabras.
Sé que lo haces con el corazón, con el afecto y el sentimiento de la amistad que nos profesamos y que perdura hace ya más de 15 años, desde que llegaste de los alcores sevillano a La Línea de la Concepción primero, y a Algeciras después.
No en vano el Cristo de la Cárcel y su madre, la Virgen de los Remedios te han debido guiar por el sendero mairenero de la prosa cariñosa y perfectas palabras que has pronunciado.
Y muchas gracias también a tantos y buenos amigos y cofrades que estáis aquí hoy en esta mañana de pregón.
Mi agradecimiento también a las buenas y anónimas personas que cada vez que me han visto por la calle, o en las redes sociales, la plaza alta digital, se han detenido a saludarme y felicitarme, me han mandado mensajes de ánimo y aliento. Y a todos, por sus oraciones y por tantas muestras de afecto.
Y a los Medios de Comunicación, escritos, de la imagen, del sonido, y virtuales, que tan magnífico trabajo desarrollan año tras año, llevando la Semana Santa a los enfermos, a los impedidos y a quienes están lejos de su Ciudad amada, de Algeciras.
Que el Cristo de la Buena Muerte pague a todos, esa ilusión que hoy nos convoca en este tabernáculo de cultura popular que es el Teatro Florida, frente a otro templo de no menos fervor popular y marinero, como es la Parroquia de la Virgen del Carmen.
Ver una cofradía en la calle es algo asombroso que queremos ardientemente, tras salir de casa vestidos de punta en blanco, y nos cruzamos con el primer nazareno el Domingo de Ramos.
Imaginad si no, el momento en que vemos la primera Cruz de Guía bajo el Sol y rodeada por los fieles, o cuando escuchamos por primera vez los tambores y las cornetas: Se nos saltan las lágrimas.
Cuando salga La Borriquita este año en su septuagésimo aniversario de la fundación de la hermandad, el Señor en su Entrada Triunfal en Jerusalén con nuevo rostro obra del imaginero Miguel Bejarano Moreno, entre Palmas y Ramos de Olivo -la primera en la calle- nos hará meditar sus palabras:
"Quien no reciba el Reino de Dios
Como un niño, no entrará en él"
Ya siento cómo, camino de la Plaza Alta va
–¡poco a poco no corré!-
desde Salesianos, la Borriquita al Templo Mayor.
De seguro que la Burra no se va a asombrar, porque el incienso aquí huele a papas asás y a pulpo asaos sabiendo a limón.
Que el olor a incienso se me confunde también a almendra garrapiñá por Rocha, calle Sevilla, San Antonio, Convento… y la Pollina no se asombra por esos sahumerios. No me la quiero perder cuando visita en San Isidro al Señor de Algeciras tras subir por Montereros acompañada de la niñería especial, con sus túnicas y capas blancas, capirote y zapatos negros. Recién planchados, recién limpitos, ya en la calle con el visto bueno de mamá, de abuela. La monaguillo más guapa, el acólito más bonito, la más sublime nazarena de la procesión.
Tan linda esa Borriquita, como Él, a quien nuestras madres nos enseñaron a darles el corazón:
¡Tómalo, tómalo, tuyo es y mío no!
Antes de acostarnos todas las noches, tras enseñarnos que Santa Mónica bendita era la madre de San Agustín y que la cama nuestra, tenía –tiene- cuatro esquinitas con cuatro ángeles que nos las guardan, dos a los pies, dos a la cabecera y la Virgen María que es mi compañera, que me dice: duerma y reposa, no te dé miedo de ninguna cosa…
Y guardando en la memoria lugares y momentos cuyos recuerdos nos hace mucho bien.
Quienes hemos crecido entre los montes de El Castillo de las Guardas, jugando en el porche de la Iglesia Parroquial San Juan Bautista donde mis padres -que en paz descansen- me bautizaron, o quien de niño se sentaba junto al arroyo –en Fuentenueva a apagar la sed, Sierra Luna, Chorrosquina, o quien jugaba en la plaza de su barrio, San Isidro, la del Corpus Christi, cuando vuelve a esos lugares, se siente llamado a recuperar su propia identidad y evoca cuántas lecciones nos dieron nuestras madres.
Es la identificación plena de la persona con el lugar donde uno vive, crece y descubre su enorme atracción, conoce sus costumbres y tradiciones fuertemente arraigadas en el tiempo y acaba amando a la ciudad y sus gentes.
A lomos del hermano jumento, reflejo de la existencia de Dios, te paseas por Algeciras, como te cantaba San Francisco de Asís:
Alabado seas, mi Señor,
Por el hermano viento y por el aire,
Y la nube y el cielo sereno,
Y todo tiempo, por todos ellos
A tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor,
Por la hermana nuestra madre tierra,
La cual nos sustenta, gobierna
Y produce multitud de frutos
Con coloridas flores y plantas, juncia,
Romero entre el aroma del laurel,
Ojaranzo en flor,
Elegantes durillos y acebos
Cuando te sirves del asno para tu entrada triunfal en la Jerusalén Especial, nos das un toque de atención, nos enseñas que la interdependencia de las criaturas es querida por Dios.
El sol y la luna, el cedro y la florecilla, el chaparro de los Parques Naturales del Estrecho o de Los Alcornocales que nos invaden hasta la playa misma y el cilantro
–culantro que se dice en
la Sierra de Aracena-
y que adquirimos en la plaza de la Virgen de la Palma, mira tú, Madre, dónde estás también, el águila y el gorrión, el buitre leonado y el vencejo, las innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí misma y que existen en dependencia unas de otras, para complementarse y servirse mutuamente.
Igual ocurre aquí en el sur del Sur de Europa, en donde todos los ciudadanos más allá de la Bahía, desde Tahivilla a San Enrique de Guadiaro, desde Palmones a San Pablo de Buceite, nos necesitamos y nos complementamos.
San Francisco de Asís nos advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.
El Domingo de Ramos en Algeciras, desde aquel 28 de Marzo de 1344, hace ya 673 años y 5 días, en que Alfonso XI entró en Algeciras, y la incorporó a la Corona de Castilla, Algeciras es Borriquita y Algeciras es Huerto, es naturaleza viva, ese libro en el que Dios refleja su hermosura y su bondad y se hacen visibles para la inteligencia del hombre a través de sus obras, desde la creación del mundo, el cual es algo más que un problema a resolver, ¡es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza!
En el Huerto, mientras Jesús hablaba con su Padre, sus apóstoles dormían. ¡Ay! La debilidad humana exhibida desde el primer momento.
Es necesario perdonar para ser perdonado, y sufrir con paciencia las debilidades ajenas para que los demás puedan soportar las nuestras.
Dar de comer al hambriento, techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos.
Reflexionemos en este tiempo de Cuaresma sobre las obras de misericordia, corporales y espirituales.
Es un modo de despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la Misericordia Divina.
Que no se rodeó el Orante en la Huerta, precisamente, de lo más florido del pueblo.
No en balde la cofradía que llega al Templo Mayor el Domingo de Palmas después de La Borriquita, desde la Parroquia del Corpus Christi, es la Hermandad de la Oración en el Huerto.
Jesús, Orando en el Huerto de Getsemaní, acompañado de Santiago el Mayor, San Juan Evangelista y San Pedro, ellos, durmiendo a los pies de un olivo, y su Maestro recibe un cáliz que ha de pasar pronto.
La prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
Esa es la Misericordia Divina.
El amor es la expresión más alta de toda la vida y nos permite existir.
Hoy, la Misericordia nos exige mirar cara-cara al hermano, oírlo, abrazarlo, ayudarle a pagar la hipoteca si es preciso, a lo mejor echarle una mano en la compra del super, o simplemente, hablar con aquel conocido que desempeña un destacado papel en la vida social, económica o municipal de nuestra comunidad y empujar un expediente extraviado, olvidado, o acaso tramitado con precipitación o prisas inusitadas y con excesivo rigor.
Summum ius summa iniuria. La aplicación de la ley con todo rigor es la expresión máxima de injusticia.
Sin amor no somos nada,
Pero Sin justicia somos menos.
Misericordia Rezadora, en el Huerto, amor por tus hijos en el camino de visita a la Mariana Palma, perpetua regidora de Algeciras.
A la Madre que conoce a su Hijo y sabiendo de su Buen Fin encomienda en Caná a los anfitriones de la boda, que hagan lo que Él diga.
Seamos artesanos de la Misericordia: si damos la espalda para no ver el hambre, la enfermedad, las personas explotadas… estamos cometiendo un pecado grave, moderno, actual, y damos preocupantes muestras de no creer de verdad en la Resurrección de Cristo, que es lo que nos convoca hoy aquí.
No quiero pregonar la Semana Santa sin más.
Estoy convencido –y lo digo hoy aquí- que, tras Jesús Crucificado, llega Cristo Resucitado.
Esa es la verdadera alegría de quienes no nos avergonzamos de decir que somos cristianos.
No sería digno de la Iglesia ni de un cristiano pasar de largo y pretender tener la conciencia tranquila sólo porque se rezan jaculatorias o plegarias y se haya asistido el domingo y fiestas de guardar a Misa.
No vale acudir al triduo de mi cofradía, al quinario de la hermandad hermana, a las novenas de mayo, julio o agosto, a la octava de otra archicofradía o ir de romería al santuario de la Virgen de nuestra devoción, si luego nos olvidamos del mandato claro de amor.
No se es cristiano en Adviento, Cuaresma o Pentecostés solamente, o todos los viernes por la tarde en solemne besamanos o besapié.
¡Quien quiera oír, que oiga!
El Calvario es siempre actual; el Calvario es llevar los unos los pesos de los otros. No ha desaparecido ni permanece sólo como nuestras sagradas imágenes en las parroquias.
La Misericordia de Dios –dice el Papa Francisco- no es una idea bonita, sino una acción concreta.
Y en Algeciras sabemos muy bien cómo podemos precisar la Misericordia.
En La Piñera, El Cobre, El Saladillo o La Bajadilla hay sitio para demostrar que la misericordia humana puede ser auténtica
—compasiva y comprensiva—
en comportamientos determinados del actuar diario.
Y sus gentes saben de mujeres y hombres misericordiosos.
Sí, esas personas que no relato aquí, porque no buscan la grandeza de oír su nombre el día del pregón, sino la satisfacción y mirada feliz del niño que ha comido caliente ese día o que estrena la ropa que a otros les sobra. La admonición del Apóstol Juan sigue siendo válida hoy día:
FILIOLI MEI,
NON DILIGAMUS VERBO NEQUE LINGUA,
SED OPERE ET VERITATE
(“Hijos míos,
No amemos solamente con
La lengua y de palabra,
Sino con obras y de verdad”)
Si no entendemos qué es vivir en Misericordia, es que no vamos a comprender la Semana Santa nunca, y seguiremos dormidos mientras el Maestro, nuestro Salvador, sigue orando en el huerto; y nosotros pasando de ese cáliz.
Recuerdo mi cofradía sevillana del céntrico Barrio de la Gavidia cada lunes santo, muy cerquita donde el Señor de Sevilla presenció mi casamiento con Vicky, mi mujer, misericordia infinita encarnada en fiel esposa y mejor madre, a quien tanto quiero hace casi 27 años, y recibieron las aguas cristianas mis hijos Álvaro y Nacho.
Toma tu cruz y sígueme reza la verdadera cruz. La Veracruz.
En Algeciras decir lunes santo es decir La Columna.
Es reconocer a la Hermandad de Jesús Flagelado y María Santísima de las Lágrimas, la hermandad de la Capillita de Europa, enfrente de la Iglesia Mayor donde ha de llegar en estación de penitencia.
No importa tanto si se fundó en 1945 y tras diversos y azarosos avatares desfila regularmente desde 1986 -hace este año más de tres décadas de ello- como lo que representa y que debe hacernos reflexionar.
Que la obra de José Román u otros afamados imagineros se paseen por Algeciras en Semana Santa, es reconfortante para quienes somos ciudadanos de la Bahía. Pero lo que debe servirnos de meditación para que no se nos vaya el Señor de la mente es el entresijo que encierra el Misterio de Nuestro Padre Jesús atado a la Columna: debe ser la voz de nuestra conciencia.
¡Cuántas veces el hombre amarra las manos al hombre y lo golpea, sin darle siquiera una oportunidad de expresarse, con la anuencia de los falsos acusadores, ante el influyente Anás de cada día, diciendo desde la soberbia
"¿Así respondes al Pontífice?"!
¡Jesús ante Anás es la mayor demostración contra la violencia!: del paro, de la intolerancia, de género.
Contra la violencia que supone permanecer pasivos y dormidos ante la cruda realidad de la migración, porque la Ciudad de la Bahía, especialmente, sabe de migración.
Contra la violencia de maltratar a este planeta año tras año, dejando chamuscado el monte.
¡Ay!, que el pueblo que me vio nacer sabe de eso un rato, porque el verano pasado Lucifer se paseo por los montes castilleros de Valdeflores y La Alcornocosa, dejando un aspecto lúgubre y desolador por mucho tiempo.
Contra la violencia de la carretera, esas terribles experiencias que todos de una u otra forma hemos tenido la oportunidad de vivir más o menos de cerca, sea desde Algeciras a Vejer de la Frontera, sea en las autopistas.
Porque hemos conocido a quien, por querer ser libre y feliz, el hermano nuestro Caín decide expulsar de este mundo terrenal.
Ese Caín con apariencia de conductor que por llegar primero desprecia la vida de los demás en la carretera.
Ese Caín que para ahorrarse gastos y obtener ganancias obscenas, manda al andamio al trabajador sin medidas de seguridad.
No, no podemos seguir teniendo atado a La Columna a nuestro Dios. Porque ese no es mi pregón.
Cristo sigue hoy día atado a La Columna, por ejemplo, cuando el acceso al agua potable y segura como derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la supervivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos, digo: cuando ese derecho no lo hacemos posible.
Cristo sigue atado a La Columna cuando hay personas que no tienen acceso a la sanidad porque su pasaporte –si es que tienen pasaporte- no lleva impreso el escudo del país al que han llegado tras jugarse la vida –y que otros la perdieron en el intento- en frágiles embarcaciones en su travesía en ese inmenso Estrecho.
Eso, es negarle el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable.
Seamos conscientes de la gravedad de estas conductas en un contexto de gran inequidad.
Cristo estará atado a La Columna y su madre seguirá llorando si el mundo en el que vivimos no dice ¡No a la Violencia!.
¡No a la Violencia en aquellos enclaves territoriales donde la intolerancia de unos cuantos provoca tantas víctimas inocentes diariamente!
Pero ¡No a la Violencia aquí también, en la calle, en las aulas, dentro de casa!
¡No a la Violencia en la mirada insidiosa, en la mirada de desprecio!
Cristo debe ser liberado de la columna.
Los Lunes Santos, Jesús atado a La Columna es un recuerdo de que tenemos que tomar la cruz y seguirlo.
Cada una de esas muertes es una lágrima de Nuestra Madre, de la Madre de Dios.
Debemos meditar sobre ello cuando la cofradía de la Capillita de la Virgen de Europa discurre por Algeciras en innegable y respetuosa compañía de fuerzas armadas y de los cuerpos de seguridad como patrona local de quienes día a día se ocupan y preocupan de que la ciudad sea más libre y más segura.
Si hay un ejemplo en Algeciras de Fe en Jesucristo como manantial inextinguible de solidaridad, ese paradigma se llama Medinaceli.
Algeciras es San Isidro.
El barrio de San Isidro es Algeciras.
El Martes Santo no hay Algeciras.
El Martes Santo, Algeciras se llama San Isidro.
El Martes Santo, la Cofradía del Medinaceli y María Santísima de la Esperanza, se hace a la calle, cortejada por las fuerzas de seguridad del estado.
El Medinaceli es aquello que justifica que las cofradías lleven a cabo su misión evangelizadora.
La Iglesia Universal tiene como razón primera la Evangelización. Y Medinaceli, San Isidro lo sabe y lo hace, porque hoy, evangelizar es practicar la caridad.
La solidaridad no es un concepto de hoy; Cristo nos lo enseñó hace dos mil años.
Debemos ser hombres y mujeres de nuestra época.
No podemos volver la espalda a la realidad del mundo.
Los cristianos debemos dar testimonio de la Fe cristiana, llevando la Esperanza a quienes sufren tantos problemas de la humanidad hoy día.
Debemos esforzarnos en dar ejemplo a los jóvenes, semilla del futuro y cofrades del mañana, teniendo como modelo, la oración que tanta gente dirige al Cautivo y a su madre María Santísima de la Esperanza, en aquella capilla del centro algecireño.
Ante la Virgen, con esa serena elegancia y ese estilo tan cautivador del paso de palio que luego deslumbra por las calles del barrio, en busca de la Plaza Alta, todos debemos rezar por la Paz del mundo, para que el hombre sea capaz de dialogar antes de llegar a la confrontación, y para que cese el terrorismo en cualquiera de sus rostros en que se nos presenta.
Sus responsables responderán ante el Altísimo por la muerte de tanto ser inocente. Nunca se puede atentar contra la vida, y menos en nombre de Dios, porque Dios es Amor.
¡Que la Justicia Divina sea inflexible sobre los enemigos de la Paz, de la convivencia y de la vida!
¿Para qué, y por qué, sale a la calle tanto devoto el martes santo en Algeciras?
¿Cómo es capaz de convocar a esa multitud ese Hombre Dios?
¿Qué tiene para que miles de hombres y mujeres lo acompañen durante tantas horas?
¿Es un loco?
¿Un revolucionario?
¿O es simplemente el Hijo de Dios?
¡Es el único capaz de asegurar la Vida Eterna!
Él es el Todo y es de todos: Estar junto a Él es sentirse en el cielo.
En estos tiempos de la segunda década del siglo XXI, en que nos encontramos conceptos deslucidos, manoseados, con desvalores humanos clásicos, ser cofrade nos debe llevar a hacer un esfuerzo ímprobo para transmitir nuestra fe, porque el agnosticismo o el laicismo parecen estar de moda.
Hoy, cuando la competitividad entre las personas es la guía de muchos y su sentido de vida, la espina sobre el sedoso tacto de la flor, la Esperanza y la Misericordia, que decía otro pregonero antes que yo –precisamente el que me embarulló para estar hoy ante ustedes- nos deben llevar a germinar campos de vergüenza, a regar los surcos de la Caridad, a rastrillar entre los corazones para ver florecer de nuevo el verde de las hojas que se agarran a la rama de la Fe. Ser cristiano no puede entenderse sin compromiso.
En estos tiempos y en estas tierras tan especiales para nuestras Hermandades, iremos con más ilusión que nunca hasta el Templo Mayor, a orar ante la Virgen Dulce y Guapísima, gozo eterno para el alma.
Y rogaremos encarecidamente cuidado infinito a aquellos que la pasean en una Algeciras inigualable y espléndida.
Dar testimonio de nuestra Fe supone ilusionar al hombre del siglo XXI con un mensaje de Fe y Cultura que debe suponer fuerza bastante para hacer salir al mundo de todos los subdesarrollos.
Un mensaje con altura de miras, que tenga en cuenta la dignidad humana.
En el cielo me enardecí a favor
Del Señor Dios de los ejércitos”
y
“En Cristo, la Caridad me Hizo”
El ímpetu para conseguirlo se ha de buscar en la Archicofradía del Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora del Mayor Dolor, cuyo tránsito por las calles algecireñas beneméritamente asistida es
Tesoro del Pueblo,
Inspiración para el Sentimiento,
Recuerdo Inextinguible,
Olor de Santidad,
Faro de Luz;
Raíz,
Tronco
Y
Árbol del Paraíso de la Fe
Y
Música callada,
Que brota en el alma y que hay que escuchar con el alma, mientras todo es Primavera en torno a Él en tarde de Miércoles Santo, bajo celestial y dorada pirámide de luz.
De vuelta, tras discurrir por Segismundo Moret y Duque de Almodóvar, volverán a la Capilla de San Antón, en la Plaza Juan de Lima, los pasos del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora del Mayor Dolor tras procesionar por Algeciras. Momento solar en el que se despedirán la Madre y El Hijo de su vecindad de La Caridad, y les dirán a sus fieles, hasta el miércoles santo que viene si Dios quiere.
La Semana Santa no tendría existencia clara y determinada, sin el sentimiento del pueblo. Existe y se consolida a través de un vagar y un sentir por las intrínsecas raíces de nuestro entorno.
El pueblo de Algeciras liga buena parte de los momentos importantes de su vida a las figuras de la Pasión y a las parroquias que las albergan, donde quieren bautizar a las vidas que florecen, vidas que se unen a otras vidas y se despiden vidas para después descansar en paz.
Modelo de ello es esta cofradía que saca a la mar en solemne procesión todos los 16 de julio, a la Santísima Virgen del Carmen que es centro de devociones e invocaciones todo el año.
Los algecireños lo sentimos de forma muy personal, muy íntima, aunque lo celebramos en comunidad.
Salimos a la calle a participar en las procesiones: el día del Corpus, el 15 de agosto festividad de nuestra Patrona y Alcaldesa perpetua de Algeciras, o cuando la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario de Europa saca -en otoño- a su titular a la calle para mayor regocijo cristiano.
Y este año cuando celebremos la coronación canónica de la Virgen Salesiana algecireña que también sale a la calle todos los 24 de mayo.
Siempre nos acompaña el bullicio, el tumulto, el vocerío, el ruido... Pero cuando Dios o María se acercan, hay quietud, serenidad, reposo, sosiego... para que la vivencia individual vuelva a formar parte de nuestra memoria personal.
Y es que somos pudorosos con nuestros valores más personales. ¡Cuánto nos gusta utilizar el zaguán de nuestras almas…; que, al patio interior, al centro de nuestro fuego, no todo el mundo tiene acceso!
La unión de las devociones con los lugares en los que se ha sentido el paso de la vida –me miro y veo que Algeciras pasa en mi vida decididamente- nos da nuestra identidad social y humana.
Escuché a un insigne pregonero sevillano decir que “Ni la ignorancia ni el pecado privan al hombre sencillo de ese alivio del alma que es la oración. Solamente muere cuando la fe muere y en cualquier lugar de nuestra Andalucía profunda la encontramos todavía muy rica y muy viva”, siendo Algeciras muestra verdadera de ello.
Una Fe que no tendrá grandes contenidos teológicos a los ojos de unos, y que estará más cercana a una práctica cuasimágica para las críticas de otros. Pero tanto a unos como a otros, con el mayor de los respetos, les pido comprensión, generosidad, tolerancia...
Tanta como los cofrades debemos tener para con quienes quieren conocer de verdad la Semana Santa.
A los iconoclastas del siglo XXI, a los culturalistas vaciadores de contenido religioso, a los inflexibles de una fe que no vibra, que no se emociona, a quienes se rasgan las vestiduras a la vista de esta fe cristiana por entender que es
“Frívolo hechizo de los sentidos ante la belleza prodigiosa de las imágenes”,
Les diré que no se cansen, que ¡la Semana Santa es Pueblo con una Fe, que en una cultura se encarna!
Así nace la Semana Santa también para marcar los ciclos anuales de todo cofrade, sea sevillano, de los alcores, castillero o algecireño.
Pero sabiendo que cada Semana Santa es distinta a todas:
En Tarifa brillando con Luz propia su Virgen y Patrona.
En la muy noble y más leal Ciudad de San Roque donde reside la de Gibraltar, Coronada la Madre de Dios.
En La Línea de la Concepción, Pura, Limpia e Inmaculada ella.
En Los Barrios es Virgen del Rosario de Labriegos.
En Jimena de la Frontera reinando entre sus Ángeles.
En Castellar de la Frontera Almoraimizada y Algeciras… ¡¡Algeciras es Medinaceli, Algeciras es Carmelitana y Algeciras es Palma Mariana!!
No le falta razón al escritor sevillano Núñez de Herrera cuando dice que la Semana Santa cristiana
“Nace en sí, para sí, y por sí.
Es autóctona, autónoma y automática. Nace y crece como una planta.
Dura siete días y en ese tiempo germina, levanta el tallo, florece, fructifica y grana...
La Semana Santa no ha existido nunca.
Es cierto que se celebró otros años.
Pero auténtica existencia no tiene hasta este Domingo de Ramos”.
La Semana Santa es jóvenes novios abrazados compartiendo el momento de las tardes de cortejos cofrades juntos y fabricando recuerdos para su vida futura.
El Jueves Santo sale a la calle en primer lugar la Cofradía del Nazareno y María Santísima de la Amargura.
No por corto recorrido es menos intensa y devota la presencia en la calle del Nazareno, la Cofradía de Algeciras.
Jesús Nazareno fatigado y humanamente vencido, recibe la ayuda cirinea entre cuatro faroles en sus esquinas del paso.
Extenuado, va camino de dar la vida por los hombres, por nosotros: la mayor prueba de la fiabilidad del amor de Cristo.
Si dar la vida por los amigos es la demostración más grande de amor, el Nazareno ofrece la suya por todos, también por los que eran sus enemigos, para transformar los corazones.
Llega la hora de la cruz que es el momento culminante de la mirada de Fe.
Llega la hora en que resplandece el amor divino en toda su altura y amplitud.
Este año se iluminarán los rostros de los cofrades algecireños cuando veamos al Señor Nuestro Dios discurriendo por donde durante el resto del año estamos en nuestros vaivenes cotidianos los hijos de Eva. Y estaremos atentos a la radio porque desde la tribuna celestial radiofónica, Pepe Ojeda retransmitirá -micrófono en mano- en riguroso directo la procesión del Nazareno Especial que con salesiana atención escuchará Pepe Jurado mientras vigila como descansa el jumento.
El antifaz de todo nazareno o penitente es una extraña soledad, solo y envuelto a la vez por un manto de sensaciones, voces, olores, imágenes, risas, rezos, llantos y músicas que te acompañan sin que te perturbe tus propios pensamientos y reflexiones.
Todo nazareno forma parte de algo vivo como es la cofradía que pasa y pierde su humana condición.
Jesús Nazareno en la calle evidencia un Cristo hombre desfallecido, llevando una cruz que no le corresponde, pero como Hijo de Dios cumple con el designio de salvarnos de la muerte y llevarnos a la vida eterna.
¡Dios es Amor y todo el Amor de Dios se manifiesta en el Nazareno, Dios y hombre verdadero!
¡Que el Dios de nuestra fe es un Dios cercano al hombre, comprometido con cada hombre, liberador de las flaquezas humanas y lleno de misericordia y de perdón!
¡Murió por nosotros y resucitó para siempre, dejándonos el legado de la mediación poderosa de nuestra bendita Madre Sine Labe Concepta!
Los cristianos confesamos el amor fiel, concreto y eficaz de Dios, que obra verdaderamente en la historia y determina su destino final, amor que se deja encontrar, que se ha revelado en plenitud en la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Cuando el Papa Francisco hablaba de esto en su encíclica Lumen Fidei, de seguro que tenía su mente puesta en un Nazareno como el de Algeciras, pues no hay mejor reflejo del Cristo hecho hombre que Nazareno ayudado por el Cirineo.
El Todopoderoso –mirada baja, humanidad absoluta del que todo lo puede y nada pide- ayudado por un mortal, por un hombre.
Esa estampa en las calles de Algeciras el jueves santo, es el reflejo de la presencia de Dios en la Tierra, tiempo fuera del tiempo.
El hombre necesita a Dios en esta tierra, y sin embargo es Dios, espacio sin lugar, hecho hombre, quien necesita al hombre en zancada poderosa hacia el Calvario que le hemos preparado, para rasgar esa noche que siempre es demasiado corta y que le disponemos cada día cuando de Él nos olvidamos.
Antes y después, Él, el Nazareno de Algeciras, es el orto y el ocaso de nuestras vidas.
Le sigue en procesión su madre que
Ni siquiera el incienso delimita
La luz de tanta hermosura,
“¡Pues mira que procesiona bonita
La Virgen de la Amargura!”
Ante tanto amor presente en los ojos profundos de la Virgen, no basta el sacrificio de la cruz de penitente, ni el dolor de la trabajadera; este amor está por encima de la limosna y de este Pregón, y de los cargos y de las jerarquías; porque la cara y la cruz de la moneda del Amor de Dios nos llevan a compartir con el otro, con el distinto, las alegrías y las tristezas, sin dejar de estar contentos siempre. Seamos en todo momento diligentes en la solidaridad, prestos en generar alegría y convincentes en el consuelo.
Ya de madrugada recién empezado el Viernes Santo, el Santo Cristo de la Fe, el vasco, como prolongación del Nazareno, sale a la calle portado por 9 cargadores que hacen pública su protestación de Fe: ese don que Dios nos da y que debe cada día ser alimentado y robustecido.
La madrugada en Algeciras se llama Fe, Fe como luz que hace brillar la experiencia humana, y que recorre así los caminos del hombre contemporáneo. Tesoro y Alegría en nuestro camino terrenal.
Se oye el silencio, rezan las almas como si estuvieran solas, en una soledad sin ausencias ni distancias, soledad no vacía, sino llena de vida, soledad poblada de almas que rezan señeras, mas no solitarias. El murmullo se apaga y el Pueblo calla.
Antes, sin embargo, habrá hecho su estación de penitencia la Hermandad de las Tres Caídas. Viene de lejos, pero llega joven, acude desde San José Artesano esta reciente cofradía de casi 20 años de existencia, que evidencia que la cristiana no es una religión pretérita o sin lugar en la sociedad actual.
Viene pidiendo sitio, viene por derecho propio.
Acude el paso de María Santísima de la Trinidad con un palio que es el cielo de la Ciudad de la Bahía cargado por mujeres como señal de su presencia activa en la iglesia actual.
Ahora, que el mundo entero está experimentando cambios profundos, las costaleras de San José Artesano, cual piadosas mujeres llenas de espíritu evangelical, ayudan decididamente a que la humanidad no decaiga, reclaman para sí mismas, de esta forma, un estatuto especial de dignidad, de responsabilidad y presencia activa –como siempre han tenido- dentro de la iglesia universal en régimen de efectiva igualdad con el hombre.
La mujer forma parte del corazón mismo del acontecimiento de la Salvación del ser humano, desde el mismo momento de la Anunciación.
Llevan las costaleras sobre sus hombros a la Madre de Quien cayó tres veces, de Quien tres veces se levantó y junto a San Dimas y Gestas, fue crucificado en el Gólgota, tres cruces tres, en el lugar de la calavera, donde la Madre, la Mujer, con las otras Marías, la de Cleofás y Magdalena, estuvieron en todo momento a los pies de su Hijo.
Tres caídas, tres recuerdos de que Él carga los pecados de los hombres, y cae agotado humanamente; tres tentaciones tuvo en el desierto; tres clavos le mataron antes de resucitar al tercer día. Tres Personas Distintas y un solo Dios Verdadero.
Siglos antes había dicho el Profeta Isaías que Dios cargó sobre él los pecados de todos nosotros.
Físicamente Jesús estaba maltratado, torturado, había perdido mucha sangre durante la flagelación a la que se le sometió antes.
Pero Cristo saca fuerzas y se levanta tomando la cruz como si fuera un cordero que va al matadero. Cristo no abre su boca. ¡Cuántas veces nos olvidamos que la palabra es plata y el silencio es oro!
Y Él, que todo lo puede, como hombre sufrió abatido y sin fuerzas, nueva caída por segunda vez. Pero los planes del Padre tienen que cumplirse y Jesús está empeñado en ello. Logra coger impulsos y levantarse para seguir el camino.
El Profeta Isaías dijo: el Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Jesús llega a las cercanías del lugar de la Crucifixión, y está exhausto y sin aliento, pero mantiene la decisión de continuar con su Misión Redentora.
Estos episodios de la pasión de Cristo nos lo recuerdan los costaleros de la cofradía de Algeciras con más tiempo en la calle a lo largo de todo su recorrido, desde que salen de la parroquia en cuyo título ostenta, el nombre del santo fundador de la orden trinitaria.
Algeciras se hace Semana Santa en San José Artesano el jueves y viernes santo madrugada.
Jesús con su Pasión y Muerte nos quiere revelar la verdadera relación entre Dios y la mujer.
Desde la Anunciación. Desde Eva, a las magnánimas mujeres que nos recuerda la octava estación de penitencia del Vía Crucis, las mujeres que junto a su Madre le lloran a los pies de la Cruz; y luego, otras Santas Mujeres, muerto Dios, amortajan al ajusticiado.
El Viernes Santo tarde amortajamos, pero con mortaja de dolor, toda Algeciras, al Cristo de la Caridad, y aguantando el aliento, Algeciras no respira, contiene el hálito.
No espira el universo cristiano, porque sabe que es culpable de su muerte y esta ciudad se inunda de piedad con solo ver a la Hermandad de La Mortaja en la calle, en su ceñido y vivo recorrido por el centro de Algeciras desde su Casa Hermandad haciendo estación de penitencia.
Dieciocho ciriales, dieciocho testigos del entierro de Cristo hecho hombre, acompañan a esta sigilosa cofradía del patrón de Algeciras y de la Santa Hermanita Pobre Sevillana radicada en la Parroquia del Santo de Padua.
Ha muerto Jesucristo hecho hombre y Algeciras asiste a su Santo Entierro.
El Duelo lo preside la Virgen de la Soledad, y la fe y la tradición rubrican alegóricamente el Triunfo de la Santa Cruz. La Madre queda sola; sola en su Soledad. La Soledad más agreste, el desamparo sin frontera con alegría alguna, el corazón ajado, la tristeza y el silencio más abatidos.
Está en la calle este año, la Real, Antiquísima y Venerable Cofradía del Santo Entierro y María Santísima de la Soledad en su doscientos sesenta y cinco aniversario de su fundación.
¡Tanta Soledad en la Plaza Alta lleva el viernes santo su inclinada aflicción en el suave escalofrío del cielo de Algeciras!
Tan sola y tan estremecida por el llanto, sin embargo, tiene fuerzas para acompañarnos en nuestras soledades mundanas con su pañuelo, por Convento, Ancha, Colón, donde el dolor de la gente que recuerda y llora la pérdida de los suyos, eleva unánime plegaria:
“Y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre” pidiendo su protección.
Porque la Soledad de la Virgen es también la última Esperanza de Algeciras.
La Virgen de la Soledad no quita la soledad, porque la soledad es la sala de audiencias de Dios, que no sólo está en el templo mayor de Algeciras, sino en cada uno de nosotros cuando hablando de tú a tú en silencio, le pedimos más que le damos por tanta gracia y favor que nos concede todos los días, sin nada a cambio.
La Soledad, como decía Gabriel D'Annunzio, el poeta profeta,
"es la prueba suprema de la humildad o de la excelsitud de un espíritu",
que nos hace caer hasta tres veces con Cristo en San José Artesano y elevarnos con su Hijo Resucitado a las alturas que proclamaron los ángeles en Belén y que nos acercan más a la glorificación de la Santísima Trinidad, de la que todo procede y a la que todo se dirige, en el mundo y en la historia.
El Hijo de Dios, el que todo lo puede, en Algeciras es presentado como el Hombre humillado y escarnecido.
Y esta representación de este momento de maltrato cruel a nuestro Dios, es el recuerdo que pronto nos traerá en Semana Santa venidera, la jovencísima Hermandad de Penitencia de Jesús en su Presentación al Pueblo (Ecce Hommo) y María Santísima de la Estrella (Ecce Mater Tua) de Las Colinas.
Lo principal, lo que en la vida del hombre debe estar presente siempre es lo que le da digno título de esta joven hermandad; Jesús, Paz y Familia como célula básica de la sociedad, porque como seres humanos que hemos sido creados por el mismo Padre Sumo Hacedor, todos los seres del universo debemos estar unidos por lazos invisibles y conformar una familia universal.
Sin Resurrección todo cuanto aquí han oído queridos cofrades, sería una estafa.
La buena nueva de los cristianos está en que a Quien dieron por muerto Ha Resucitado. Ante Él y por Él, todo tiene sentido, todo es dulce y todo es bueno.
Quien dio la vida por sus enemigos no murió sino que al tercer día resucitó, y eso es lo que no quieren admitir sus detractores:
¡Que murió por todos nosotros y que resucitó para siempre, dejándonos el legado de la mediación poderosa de nuestra
Virgen de la Alegría,
Reina de la Paz,
Reina del Cielo
y
Reina de la Familia!,
¡Roca,
fortaleza,
baluarte,
escudo
y
refugio!
Ese Resucitado está aquí al lado, en Los Pastores ofreciendo meriendas a los niños del barrio o dándole particulares.
En La Bajadilla ayudando desinteresada y anónimamente a quien lo necesita.
En el Comedor de los Salesianos o del Carmen dando lo que sea menester a quien de verdad lo precisa.
O está en la mismísima Plaza Alta muchos días del año recaudando efectivo y vendiendo juguetes para que, llegado el día de la Epifanía del Señor, muchos niños no se queden sin sus reyes magos.
El Resucitado, aunque procesione solemnemente como último paso de la Semana Santa Especial, está todos los días en una nave del Cortijo Real dando alimentos a tantas y tantas familias olvidadas por los poderes públicos.
El Resucitado, en fin, está al lado de la Plaza Alta, en locales anexos al Templo Mayor de la calle Ventura Morón donde día sí y día también, con apariencia de hombres y mujeres caritativos militantes, hacen pública protestación de fe ayudando a quien lo necesita.
La estampita que nos regalan los nazarenos durante las procesiones, el resto del año se transforma en kilos de lentejas, leche, azúcar y otros alimentos; pañales, o ayudas para evitar el corte de luz o el desahucio.
Ese es el rostro del Resucitado todo el año. Nadie que acude en solicitud de ayuda es inquirido sobre si el domingo anterior fue a misa o no, o si sabe rezar el padrenuestro. El Resucitado no es que salga a la calle en la madrugada del Domingo de Pascua. Es que está en la calle todos los días del año.
Ese es el verdadero significado de la Semana Santa y por eso quienes nos llamamos cristianos, cuantas veces caemos, nos levantamos y procuramos que la mano izquierda no se entere de lo que hace la derecha.
En fin, la semana santa no es solo los pasos de Misterio, con sus Cristos y sus Vírgenes, que también, sino, además:
Sus hermanos costaleros, pateros, costeros, listeros, fijadores y corrientes.
Mayordomo, prioste, fiscal, consiliario, diputado mayor de gobierno o de tramo, nazarenos, muñidores.
Bordadora, cerero, pabilero, florista.
Capataz, contraguías, manigueteros y Preste; martillo, el tío de la escalera, aguaores y aguaoras, pertigueros.
Músicos, tambores, trompetas, cornetas y cornetines.
Dorador, orfebre, saetero, vestidor, tallista, camarera.
Clavero, incienso y campana tañendo.
Pero Semana Santa, sobre todo es Resucitado, porque la Resurrección de Jesús es el hecho más importante y trascendente de la Historia de la Humanidad.
Toda la Semana Santa no es sino reflejo de la Absoluta Inmensidad y Grandeza de Dios.
Llegados a este punto ¡os requiero!:
- ¿Estáis ahí Cofrades de la Borriquita? ¿Resucitado y Medinaceli, del Huerto y Misericordia, de La Columna y Buena Muerte, del Nazareno, Cristo de la Fe y Santo Entierro, de Tres Caídas y la Mortaja, de Ecce Homo y devotos de Jesús Coronado?
- ¿Estáis ahí, en fin, Cofrades todos de esta bendita Ciudad de la Bahía cuna del Mare Nostrum?:
¡Oíd!
Que ya está aquí, Madre Mía
Que ya ha llegado ese día
En el que todos esperan
Entre Palmas y Alegría.
Que ya está aquí Virgen Santa
Que ya se afinan las gargantas
Esos buenos saeteros
Que ya es Semana Santa.
Que huele a juncia y a romero
Que huele a Esparto Costalero
Que ya es Domingo de Ramos
Que los niños a las calles
Salen con zapatos nuevos.
Que ya resuenan tambores
Entre ruidosos clamores
Un susurro en oración
Sale de nuestros corazones.
Cirios blancos, capas negras
Capirotes y parihuelas
El sentimiento de un pueblo
Que por las venas se cuela.
En San Isidro y Plaza Alta
Por Montereros y por Convento
El muñidor y la campana
Y un suspiro en su momento.
Así es la Semana Santa
Con Algeciras y su gente
Noches de túnicas blancas
Y un silencio penitente.
Medinaceli Yacente
Alegría y Amargura
Huerto y Buena Muerte
Notas de un clarinete
Para la marcha más pura.
Petaladas en los balcones
Cuando la Virgen pasa
Mantillas con tacones
Mientras la cera se abrasa.
Capataces, Costaleros
Es hora de alzar el vuelo
A la voz de ¡con ella al cielo!
Quiero decir con esmero
Que ya ha llegado el momento
El momento que más quiero
Al ver como mi Algeciras
Se entrega en cada momento,
Se entrega en cada momento
A su ambiente cofradiero
He dicho
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