Raimundo y su guitarra Gerundina reinan en otra noche de cumpleaños
VI Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucía
Notable concierto del artista sevillano, precedido de un variado aperitivo con la armónica de Antonio Serrano y las guitarras de Antonio Sánchez y José del Tomate
Qué bien le suena a Raimundo Amador la guitarra en plena celebración de su sesenta cumpleaños. Las velas de esta tarta de aniversario más que apagarse se avivaron en Algeciras en el VI Encuentro Internacional de la guitarra Paco de Lucía. El guitarrista sevillano está en plena forma musical.
Raimundo es Raimundo, historia viva de los escenarios de este país, porque toca la guitarra como la toca alcanzadas seis décadas de su vida. El concierto, del que es patrocinador oficial Europa Sur como sucede con el resto de la programación, resultó un muestrario de que no hay reto que se resista a este artista. Lástima que la afluencia de público no estuviese a la altura de lo que el acontecimiento merecía.
Su voz sigue siendo peculiar. Muy gitana y personal, no ha perdido apenas cualidades por el efecto del paso del tiempo. Al contrario. Lo ayudó, en este apartado, la cantaora Rosario Heredia. La unión de ambos es resultona, desde luego.
La armónica de Antonio Serrano, acompañada por las guitarras de Antonio Sánchez y José del Tomate, habían abierto la segunda noche de concierto del VI Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucía en el parque María Cristina. El recuerdo del genio ha estado muy presente en esta velada. Con ellos, más que nunca hasta el momento en este ciclo de recitales. Por varias razones. Una de las fundamentales, que el sonido de la armónica de Serrano, lo que este virtuoso es capaz de hacer con ese instrumento, es el mejor ejemplo de que el algecireño más universal no se equivocaba cuando dio entrada a estos sones nuevos y de gran frescura en sus propuestas.
Serrano y Sánchez -sobrino este de Paco de Lucía- acompañaron al maestro en muchas ocasiones. La apabullante juventud de José del Tomate, que cuenta 22 años, no le dejó vivir esa experiencia. Hicieron versiones de varios intérpretes, entre ellas una de Ray Heredia (aquella de La alegría de vivir) que les sirvió para demostrar que si algo poseen es dominio. Del escenario y de la musicalidad que generan. La complementariedad entre ellos fue notable. También los silencios que repartían el protagonismo en cada uno de los instantes. Una delicia de aperitivo, dotado de grandes matices y delicadeza. Con jazz y otras músicas como aderezo, mezclando ritmos y velocidades. Despidieron su prólogo con la vibrante e impactante Ziryab, una de las obras maestras del hijo de Luzía la portuguesa.
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