Una celebración entre la placidez y la convivencia

MAGNA MARIANA DE ALGECIRAS 2023

Jornada sin bullas ni aglomeraciones, con mucho público del Campo de Gibraltar y algunos visitantes del resto de la provincia de Cádiz, Málaga y Sevilla, principalmente

Retrato histórico del movimiento cofrade algecireño

Un hombre toma fotografías de la Magna Mariana en su móvil.
Un hombre toma fotografías de la Magna Mariana en su móvil. / Jorge Del Águila

La alegría y esplendidez de un pueblo en fiestas se mide por las vitrinas de sus pastelerías. Cuanto mayor es la celebración, más atiborrados de dulces están los anaqueles. Eso sucedía en la tarde de este sábado en el Okay de la Plaza Alta, un establecimiento que tiene dividido a los algecireños desde hace décadas por la pronunciación de Okay, que algunos lo dicen tal y como se escribe, con a, y otros con e.

Tanta era la variedad de tartas, bizcochos, hojaldres y tartaletas que el obrador incluso había preparado un pastel dedicado a la Virgen de la Palma: una especie de galleta de almendra con crema de turrón y, como guinda, el sello de la patrona de la ciudad.

En el negocio contiguo, el bar Mercedes, los camareros habían adherido en cada una de las mesas unas rudimentarias pegatinas. “Reservado. Marta. 19:00”, “Reservado. Faustino. 19:30”... y así en todas.

Entre tanto, en la fachada de la iglesia de Nuestra Señora de la Palma, unos operarios terminaban de colgar unas guirnaldas florales ante la hueca mirada de docenas de palomas posadas sobre el tejadillo del templo. Daba la impresión de que hasta los animales intuían la envergadura de la celebración porque allí, en apenas un par de horas, la alcaldesa perpetua de los algecireños, María Santísima de la Palma, iba a ser entronizada con las once dolorosas del municipio como testigos.

Nicoulena, danesa, no comprendía nada. “Esto en mi país no se ve”, explicaba en correcto español

El viernes, casi de madrugada, se repetía una escena similar en la parroquia de San Isidro, donde también los vecinos apuraron la noche previa a la Magna Mariana para retocar el paso de María Santísima de la Esperanza, repleta de alhajas. Ya muy tarde, unas niñas que rozaban la adolescencia hablaban en los bancos de la iglesia, frente a la Virgen, aunque no charlaban sobre nada religioso. Una de ellas, la más joven, peinada con dos gruesas trenzas, enseñaba a las demás unos zapatos blancos, limpísimos, que iba a estrenar durante la procesión.

Fuera, las atiborradas mesas del bar Pepe Troya se expandían del tal forma que las últimas acababan prácticamente en la puerta de la parroquia. Cualquier día llegarán hasta los pies del Cristo de Medinaceli.

Naranjas verdes

A las cinco y media, bajo un torrente de puntuales campanadas y los sones del himno de España, daba comienzo la Magna. La Virgen de la Palma desembocaba en la Plaza Alta bajo la luz de un cielo limpio que ni los pronósticos meteorológicos más optimistas habían previsto. Hacía calor a esa hora, con más de treinta grados según el termómetro ubicado frente al Casino.

Una vez en el exterior, la imagen religiosa fue recibida por poco público -el ardor invitaba a pasar la siesta en casa- y unos naranjos absurdamente podados, con las copas versallescas imitando perfectas circunferencias, llenos de unas pequeñas naranjas verdes camufladas entre las hojas.

El mármol de Carrara de la Palma parecía aún más claro sobre el fondo del edificio de CCOO y UGT, desconchado, gris y soviético

Tras el paso, desfilaba la Sociedad Filarmónica Nuestra Señora del Carmen de Salteras, encargada de acompañar cada año a la Macarena de Sevilla. En Algeciras también sonó esplendorosa. Confluyendo en la calle Santísimo, una espectadora muy alta y rubia como el trigo no disimulaba su emoción. Se llamaba Nicoulena, era danesa y llevaba en la ciudad desde comienzos de agosto. No comprendía nada. “Esto en mi país no se ve”, explicaba en correcto español. La música era lo que más le conmovía.

¿Cómo explicarle a un recién llegado esta costumbre ancestral de sacar a la calle algo tan íntimo como es la Fe? El chino que regenta una tienda de moda en la calle Ancha también salió al portal de su negocio para ver pasar a la Virgen. En el cruce con la avenida Fuerzas Armadas, el olor del incienso se mezclaba con el de castañas asadas.

El mármol de Carrara de la Palma parecía aún más claro sobre el fondo del edificio de CCOO y UGT, desconchado, gris y soviético.

Muchos niños en todo el itinerario, también en el parque María Cristina.
Muchos niños en todo el itinerario, también en el parque María Cristina. / Andrés Carrasco

Una lluvia de hierbabuena

A las seis y media, salía Nuestra Señora de la Esperanza de San Isidro bendecida por una intensa lluvia de hierbabuena, un cielo de cadenetas y anclas recortadas en cartón. A pocos metros, lucían regios los naranjos, estos sin desmochar, de la armónica plazuela, también con sus frutos verdes. Desde dos sillas de playa aparcadas en la acera, unas señoras admiraban el colorido de las flores del paso, de tonalidades lilas y corales.

Unas calles más allá, la banda de música del Maestro Tejera templaba sus instrumentos, preparada para acompañar a María Santísima de la Piedad. “Que viene el torillo, Rafa”, bromeaban dos muchachos a punto de abrirse el portón de la casa hermandad, acostumbrados a escuchar a la prestigiosa agrupación en la Maestranza de Sevilla.

Al poco, a los chicos les apretó el hambre y propusieron reponer fuerzas en una barra instalada por la Tasca del Violinista en la calle Ancha, un oasis para las cuadrillas, con montaditos y cartuchos variados. Bocadillo en mano, los jóvenes de San Isidro llegaron a tiempo para ver salir a María Santísima de las Lágrimas de la capilla de Europa, con sus ojos puros contemplando el cielo.

Una bóveda de árboles para recibir a las vírgenes.
Una bóveda de árboles para recibir a las vírgenes. / Andrés Carrasco

Bóveda de plataneros

En el parque María Cristina, rondando las ocho, Nuestra Señora de la Palma deshacía el camino, rumbo de nuevo hacia el abrigo de su iglesia, desfilando bajo una bóveda de plataneros cuyas hojas empiezan a amarillear y, en apenas un mes, tapizarán todo, dejando en el olvido a las efímeras alegrías del verano.

“Es muy chica, ¿no te parece?”, comentaban unos visitantes malagueños al ver a la patrona de Algeciras. A la Magna, además de gente de todo el Campo de Gibraltar, también han acudido fieles de otros puntos de la provincia de Cádiz y también de la de Sevilla.

Una madre marroquí había tomado asiento en uno de los bancos del parque acompañada por sus tres hijas. Escuchaban felices la marcha Amargura cuando la tarde se iba escurriendo por poniente

Una familia del Rinconcillo compartía su enfado porque el autobús urbano había tardado más de una hora en pasar a recogerles, y habían llegado al centro tarde y apretujados. Encima, el Algeciras había empatado en Granada. Mucho más serena, una madre marroquí había tomado asiento en uno de los bancos del parque acompañada por sus tres hijas. Escuchaban felices la marcha Amargura cuando la tarde se iba escurriendo por poniente. Los bares de Capitán Ontañón eran un hervidero.

Cerca de las nueve, la imagen de la Palma arribaba a la Plaza Alta, llena al fin de devotos, aunque sin bullas ni aglomeraciones. Tampoco exaltación. La Magna Mariana ha sido un ejemplo de placidez y convivencia, de sosegada vida en la calle.

Los niños se encaramaban en la balaustrada cerámica, procedente de los talleres trianeros de la Casa González. La candelería de los doce pasos entibiaba sus rostros conforme las vírgenes dolorosas se aproximaban a la parroquia.

Pastel dedicado a la Virgen de la Palma elaborado por 'Okay'.
Pastel dedicado a la Virgen de la Palma elaborado por 'Okay'. / G.S.G.
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