Algeciras

Kimonos al sol

Al leer, siendo ya consciente de su fallecimiento, Acero y cristal, el último artículo de José Luis Tobalina, me vino a la memoria un poema que quizá sea el más emotivo que conozco, se trata de un hai-ku que dice así:

"Al sol se están secando los kimonos:

¡Ay, las pequeñas mangas

del niño muerto!"

El padre que, recién perdido su hijo, levanta sus ojos hacia la ventana atraídos por los primeros rayos de sol y contempla una escena perfectamente cotidiana: los kimonos tendidos el día anterior que se mueven con la ilusoria vitalidad que les presta la brisa matutina. De repente, comprende que esa especie de representación de la familia que son los vestidos colgados en el jardín, se ha roto para siempre y siente que la visión de la pequeña prenda del infante fallecido le atraviesa el corazón produciéndole mayor tristeza y congoja que la del cuerpo del niño que yace a su lado. Del mismo modo, ese último artículo de José Luis que aún se estremece en las páginas de Europa Sur, nos impresiona y conmueve al tener la certeza de que se ha desligado irreversiblemente de su autor. Sus palabras, ya huérfanas, siguen resonando como las pequeñas mangas movidas por la brisa y que jamás volverán a mover la vida.

Desde que empecé a escribir en el periódico, José Luis ha sido compañero de columna y es precisamente a través de sus reflexiones semanales como llegué a conocerle. Fue una relación que podría llamarse "alambicada", es decir, sin las ventajas ni inconvenientes de un trato cotidiano y familiar. Sin embargo, el hecho de poder percibir su pensamiento cuidadosamente destilado me permite afirmar con convencimiento y sin los habituales fariseísmos con que se glosa la trayectoria de los muertos, que José Luis era una persona libre, independiente, un outsider que se encontraba más a gusto en la incomodidad de la crítica al poder que en la apesebrada seguridad que comporta el sometimiento al mismo y además -y quizá sobre todo- José Luis era un romántico, un trasunto moderno de Bécquer o Byron, por eso, le recordaré en los atardeceres, esos plácidos momentos en que contemplando un paisaje gustaba de recrearse en su visión interior y le recordaré también ambivalente: de acero y cristal porque, al fin y al cabo, como dijo su admirado Manuel Vicent: "el hombre es una breve aventura química sin sentido". Amigo Tobalina, descansa en paz.

Manuel S. Ledesma

Colaborador de Europa Sur

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios