Estampas de la Historia del Campo de Gibraltar

Cruzados en el cerco de Algeciras, 1342-1344 (I)

A la izquierda, Felipe III Evreux, rey de Navarra, cruzado en el cerco de Algeciras. A la derecha, el papa Benedicto XII (1280-1342) que declaró Santa Cruzada las campañas de Alfonso XI contra los musulmanes en el área del Estrecho.

A la izquierda, Felipe III Evreux, rey de Navarra, cruzado en el cerco de Algeciras. A la derecha, el papa Benedicto XII (1280-1342) que declaró Santa Cruzada las campañas de Alfonso XI contra los musulmanes en el área del Estrecho.

Las Cruzadas, dirigidas en un principio, desde finales del siglo XI, contra los musulmanes que ocupaban los llamados por la Cristiandad, Santos Lugares, se fue haciendo extensiva, en los siglos XIII y XIV, a territorios muy alejados de Palestina. La Península Ibérica -zona de conflicto entre ambas ideologías desde el siglo IX- iba a ser objetivo de la Cruzada cuando de las grandes empresas de Oriente no quedaba ya sino un vago recuerdo. La IX y última Cruzada de Oriente se llevó a cabo entre los años 1271 y 1272, liderada por el príncipe Eduardo de Inglaterra, que terminó con la victoria musulmana y el control por los mamelucos de Egipto de los territorios que habían ocupado los cruzados.

En 1342, atraídos por la posibilidad de combatir en defensa de la Cristiandad, muchos caballeros transpirenaicos acudieron a Andalucía con la finalidad de ponerse al servicio del rey Alfonso XI para hacer la guerra a los meriníes y granadinos coaligados en el cerco de Algeciras y ganar los beneficios espirituales otorgados por el papa Benedicto XII al declarar aquella guerra como Santa Cruzada. El espíritu caballeresco y el afán de aventura llevaron a nobles franceses, italianos, ingleses y alemanes hasta la frontera con el Islam para participar en la campaña de Algeciras emprendida por el rey de Castilla.

Por otra parte, la concesión de la Bula de la Santa Cruzada permitía disfrutar, a los reyes y reinos que organizaban la expedición, de una serie de beneficios materiales (la Iglesia hacía dejación de las tercias y décimas en favor del monarca para que éste empleara su importe en sufragar la empresa) y espirituales (todos los fieles que murieran luchando por la exaltación de la Fe, en el plazo de tiempo que durase la campaña, ganarían la indulgencia palestiniense y un aumento de salud eterna). En 1340, Benedicto XII, tras conocer el desenlace de la batalla del Salado, había ratificado por tres años un diezmo especial sobre las rentas beneficiales del clero, que debía emplearse en proseguir la conquista de algunas plazas costeras y en particular la de Algeciras.

No cabe duda de que estos beneficios económicos, en momentos en que el rey Alfonso XI necesitaba, al margen de lo aportado por la imposición de la alcabala y de lo obtenido con los préstamos de judíos, catalanes, genoveses y del rey de Francia, fue uno de los motivos que animó al rey de Castilla a preparar la campaña de Algeciras.

El número total de caballeros extranjeros que participaron en el cerco de Algeciras fue de unos seiscientos (según la Crónica del rey Alfonso XI), sin contar a los numerosos mesnaderos que les acompañaban. En el real se hallaban aposentados en zonas diferentes del cerco. Separados los ingleses de los franceses (aunque estaban en tregua, ambos reinos se hallaban enzarzados en la llamada Guerra de los Cien Años). Los anglosajones y los alemanes se hallaban establecidos cerca del lugar que ocupaba del Infante don Pedro. Los franceses junto a las tropas aragonesas. En la puerta de cada tienda su ocupante colocaba su lanza y junto a ella su escudo de armas y el yelmo colgado en una pértiga para que se conociera la identidad del caballero que la habitaba.

Escudo de armas de la Casa de Evrex en Navarra. Escudo de armas de la Casa de Evrex en Navarra.

Escudo de armas de la Casa de Evrex en Navarra.

De los caballeros extranjeros que participaron en la empresa algecireña -de aquellos que se tienen noticias por las crónicas u otros documentos de la época- algunos encontraron la muerte en el cerco, combatiendo con los musulmanes o afectados por la enfermedad (como el conde alemán Lous o el rey de Navarra), y otros lograron retornar a sus países de origen ennoblecidos por la victoria de las armas cristianas. Tal fue el caso del obispo Graziani, de Perusa (Italia), o del Conde de Derby, el cual durante toda su vida alardeó con orgullo de la herida en el rostro recibida en el cerco de Algeciras. Los genoveses fueron recibidos en olor de multitud cuando retornaron a Génova. La crónica de Ugolini refiere que toda Génova corre y baja al puerto… La buena gente de la ciudad pugnaba para abrirse paso y por ver a sus compatriotas y a los moros que llevaban consigo como siervos.

A continuación de mencionan los cruzados transpirenaicos que participaron en el cerco de Algeciras, de los que la Historia hace mención y relata las intenciones que les movieron a acudir a esta empresa militar, así como los hechos de armas que protagonizaron en el tiempo que estuvieron luchando en el asedio.

Felipe de Evreux, rey de Navarra

En enero de 1343, teniendo noticias el rey de Navarra de que el rey Alfonso XI había puesto cerco a la ciudad de Algeciras, decidió acudir con sus huestes al Estrecho para poder cumplir su viejo deseo de poder emprender una cruzada contra los musulmanes. Dice la Crónica que habiendo oído decir de la bondad de este Rey Don Alonso de Castilla y de León cuán grande era, y cuanto afán y trabajo tomaba en esta guerra por el servicio de Dios…, puso en su corazón de venir a esta guerra que él había con los Moros, y mandó enderezar sus cosas que había menester para esto.

El rey Felipe se puso en camino con cien caballeros y trescientos peones. El resto de la tropa y las vituallas necesarias para varios meses de campaña las envió a puertos de Guipúzcoa para que, desde allí, llegaran por mar a Algeciras. Refiere la Crónica que mandó llevar a las villas del rey de Castilla, que son puertos de mar de Guipúzcoa, mucha harina, y mucha cebada, y vinos para el tiempo que él quería estar en la hueste. En Jerez de la Frontera esperaban al rey de Navarra algunos caballeros enviados por el rey de Castilla para que le dieran escolta hasta el real de Algeciras.

Entró el rey Felipe en el campamento castellano a mediados del mes de julio, instalándose con sus tropas junto al Conde de Foix y otra gente de la Gascuña, lejos de las tiendas que ocupaban los caballeros alemanes e ingleses. Sin embargo, a las pocas semanas de su llegada, fue atacado el rey de Navarra por la epidemia de peste que se había declarado entre los sitiadores. A finales del mes de septiembre partió el esforzado rey navarro en dirección a Sevilla, muriendo en el transcurso del viaje, en Jerez de la Frontera, el 27 de septiembre de 1343. Refiere la Crónica de los Reyes de Navarra que adoleció y murió en Jerez de la Frontera, año de 1343. Y fue su cuerpo traído a Santa María de Pamplona, y enterrado honradamente cerca del altar mayor. Había estado en campaña contra los musulmanes de Algeciras menos de un mes y medio. No obstante, había logrado su vieja aspiración de cruzado: morir en defensa de la Cristiandad.

Sello de placa con la imagen del Conde Gastón II de Foix y Béarne (1308-septiembre de 1343). Sello de placa con la imagen del Conde Gastón II de Foix y Béarne (1308-septiembre de 1343).

Sello de placa con la imagen del Conde Gastón II de Foix y Béarne (1308-septiembre de 1343).

Gastón II, Conde de Foix y Roger Bernal, Vizconde de Castelbó

Gastón II, Conde de Foix y Vizconde de Bearne, padre del famoso Gastón Febus, imbuido por el espíritu caballeresco de la época y -según la Crónica de Alfonso XI, claramente inclinada hacia el bando inglés- atraído más por la soldada y las mercedes que podría recibir que por los ideales cristianos de cruzado, abandonó sus territorios norpirenáicos y después de cruzar la Península Ibérica en compañía de su hermano, Roger Bernal, y de numerosa tropa de la Gascuña y con otros muchos caballeros de otras regiones de Francia, llegó al cerco de Algeciras a finales del mes de junio del año 1343.

Durante el verano de ese año, los caballeros gascones participaron en varias escaramuzas o celadas contra los algecireños cerca de los muros de la ciudad. A finales de julio entraron en combate Gastón de Foix y su hermano, junto a las huestes del rey de Navarra, con un destacamento musulmán que había salido de Algeciras por la puerta de Jerez. Y el Conde de Foix y su hermano -refiere la Crónica-, y los que iban con ellos hicieron el aguijada muy flojamente, y como perezosos..., y los Moros vinieron a topar en el Conde de Foix y su hermano, y en las gentes que estaban con ellos. Y ellos, así como acometieron cobardemente al inicio, así fueron muy cobardes en la pelea.

Entrado el mes de agosto, dice la Crónica que el Conde de Foix exigió al rey don Alfonso su sueldo, comunicándole que en caso de no recibirlo abandonaría el cerco. Como el rey estaba muy necesitado de hombres y carecía de recursos en aquellos momentos, procedió a contratar un préstamo con los mercaderes genoveses que estaban en el cerco. Con el dinero obtenido pagó el sueldo de un mes al Conde y a los que estaban con él, a razón de 8 maravedíes diarios a cada hombre de a caballo y 2 maravedíes a los peones. Al Conde le pagó 200 y a su hermano 50. Esta actitud egoísta e interesada de los caballeros gascones fue muy criticada por los nobles ingleses porque hiciera (el Conde) muy gran descortesía, por haber estado con el Rey tan poco tiempo, y pedirle sueldo, y cuanto más, estando el Rey tan menesteroso como todos sabían.

A pesar de haber recibido su soldada, el Conde de Foix no cambió de actitud. El 20 de agosto comunicó al rey que deseaba partir con sus tropas y retornar a la Gascuña y que los días que faltaban para el cumplimiento del mes que los quería tomar para la ida. El rey, conociendo que el ejército granadino se hallaba cerca del río Guadiaro y que en Ceuta se reunía la flota enemiga para pasar refuerzos a este lado del Estrecho, intentó persuadir al Conde; pero como éste le exigiera el pago de más soldada, le dio, finalmente, permiso para que abandonara el campo cristiano.

Partió el Conde con su hermano y las tropas de ambos en dirección a Sevilla. Pero estando en Vejer recibió cartas de su amigo el Vizconde de Cabrera en las que le instaba que volviese al cerco puesto que era inminente el ataque del ejército granadino, a lo que Gastón de Foix contestó que si el Rey le enviara do estaba los dineros del sueldo de un mes para él, y para su hermano, y para todas las compañas que habían venido con ellos, que se tornaría a ayudarle. A los pocos días llegó el de Foix a Sevilla donde acabó muriendo contagiado por la peste.

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