MONUMENTOS Y EDIFICIOS HISTÓRICOS DE ALGECIRAS

El Convento de Nuestra Señora de la Merced (I)

  • Capítulo 4. Fundado hacia 1724 por el capitán de infantería Antonio Ontañón, en sus casi cien años de existencia fue la institución pionera en la enseñanza en la ciudad

La calle San Antonio de Algeciras y, al fondo, la fachada del Convento de Nuestra Señora de la Merced. Fotografía de A. Passaporte. Año 1930.

La calle San Antonio de Algeciras y, al fondo, la fachada del Convento de Nuestra Señora de la Merced. Fotografía de A. Passaporte. Año 1930.

El primer convento de mercedarios de Algeciras se estableció en la ciudad, recién conquistada a los musulmanes, en el año 1345. La proximidad de la frontera granadina y del Estrecho era suficiente reclamo para que una Orden que tenía como el principal de sus postulados la redención de cautivos cristianos, se asentara en la nueva población cercana a la zona de conflicto.

Según consta en los libros que narran la historia de la Orden de la Merced, la fundación algecireña gozó pronto de gran predicamento. Escribe Fray Guillermo Vázquez que en 1356 era ya uno de los más principales de Castilla y como a tal se le concedió derecho de sepultura para seglares. Un testimonio de haber tenido Algeciras un convento de la Orden de la Merced en el medievo, nos lo proporciona la licencia concedida por el Real y Supremo Consejo de Castilla el 27 de julio de 1735, en la que se reconoce que “por parte de Fray Gabriel de Barbastro, General de la Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced Calzada, redención de cautivos, se nos presentó haber tenido su Religión un Convento con título de Santa María de Algeciras en tiempo del Señor Rey Don Alonso el Onceno en la antigua población de Algeciras como parecía por Bula de la Santidad de Inocencio sexto en el año de mil trescientos y cincuenta y seis”. Pero la vida de aquel primer Convento de Nuestra Señora de la Merced fue efímera. Cuando en el mes de octubre de 1369 los granadinos asaltaron y tomaron Algeciras a los castellanos, los frailes mercedarios tuvieron que abandonar la ciudad con todo lo que pudieron llevarse consigo y trasladarse a la vecina casa conventual de Jerez de la Frontera.

La fundación del siglo XVIII

El fundador del nuevo Convento de Algeciras fue el capitán de Infantería Antonio Ontañón, de la Orden de Santiago, el cual “determinó fundar en dicha Población un Convento de Religiosos y Colegio de Estudios”. Ontañón, un militar asentado en la zona ―en Tarifa y Gibraltar― al menos desde el año 1700, se estableció en Algeciras con los primeros pobladores llegados a la ciudad después de la pérdida de Gibraltar en 1704, pues consta que en 1724 poseía una casa propia en la calle Imperial, más una docena más repartida por la ciudad y otras diez distribuidas entre San Roque, Tarifa, Casares y Estepona.

El comercio marítimo y, muy probablemente, la actividad corsaria, debieron ser dos de los motivos de su rápido enriquecimiento. En 1724 hizo donación de parte de sus bienes, incluyendo su propia vivienda, más un solar anejo para que se pudiera construir el edificio conventual. Se comprometía a sufragar la erección del convento hasta una cantidad de 1.401.141 reales, además de otros 500 ducados anuales que donaba para la manutención de seis frailes desde que la comunidad se instituyera hasta la total conclusión del convento. Al mismo tiempo, el donante proveía a la iglesia de todo lo necesario para su servicio religioso, la sacristía, el refectorio y la cocina; un altar mayor con su imaginería, lámpara de plata para el Santísimo, tres cálices con patena, un copón, una custodia de sol con viril, etc.

La calle Alfonso XI y, a la derecha de la imagen, la espadaña del Convento de Nuestra Señora de la Merced. (Fotografía tomada hacia 1930). La calle Alfonso XI y, a la derecha de la imagen, la espadaña del Convento de Nuestra Señora de la Merced. (Fotografía tomada hacia 1930).

La calle Alfonso XI y, a la derecha de la imagen, la espadaña del Convento de Nuestra Señora de la Merced. (Fotografía tomada hacia 1930).

Las obras del convento comenzaron en 1725, antes del fallecimiento de Ontañón. En opinión de Ana María Aranda y Fernando Quiles, en un principio los beneficiarios de la Fundación fueron los clérigos regulares de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, los cuales, en 1729, se hicieron cargo de la misma. Sin embargo, a la muerte del donante el 15 de enero de 1730, surgieron desavenencias entre sus herederos y los frailes de lo que se derivó un pleito que finalmente ganaron los hijos de Ontañón, reconociéndose a Antonio María Ontañón como patrono del convento. Los frailes no pudieron tomar posesión del Convento hasta el 14 de septiembre de 1735, siendo su primer Comendador Fray Joseph Espinosa. Las obras avanzaron muy lentamente no estando totalmente finalizadas hasta los años ochenta del siglo XVIII. Una de las consecuencias del litigio antes citado fue el cambio de propiedad del convento hacia 1748. Está documentado que en ese año se estaba construyendo una nueva iglesia de mayores dimensiones, lo que debió coincidir con la llegada de los frailes mercedarios a la ciudad.

A raíz de estas reformas se autorizaba a los poseedores de capillas funerarias en la antigua iglesia ―doce en total― a poder trasladarlas al nuevo templo en construcción con sus respectivos retablos. Algunos de los poseedores de dichas capillas con sus advocaciones eran: Felipe Alonso de Coxesses, teniente coronel del Regimiento de Inválidos de Andalucía, cuya capilla estaba dedicada a Nuestra Señora de los Dolores; Francisco de Santa María y Mena, escribano público, con capilla dedicada a la Pura y Limpia Concepción de María; Bernardo Toral y Herrera, sargento mayor del Regimiento de Inválidos, a San Serapio; Antonio Machado poseía la de las Ánimas Benditas; José González disponía de una capilla dedicada a Nuestra Señora de Europa y Ana del Castillo otra dedicada a San José.

Durante el siglo XIX fue cárcel, cuartel, Casa Consistorial, sede de la Audiencia de lo Criminal, asilo de ancianos y escuela

El convento de Nuestra Señora de la Merced de Algeciras, hasta su extinción entre 1822 y 1834, gozó de una saneada situación económica, pues recibió numerosas donaciones testamentarias de casas y tierras de labor de los algecireños y de otros devotos de la Virgen de la Merced residentes en el resto de la comarca. Todas esas propiedades fueron pasando a manos particulares a excepción de la iglesia, que continuó abierta al culto, y el edificio conventual que permaneció como propiedad del Gobierno de la Nación y bajo la tutela y responsabilidad del Ayuntamiento que lo utilizó, a lo largo del siglo XIX y hasta su demolición a mediados del siglo XX, para muy variadas funciones, como cárcel, cuartel, Casa Consistorial, sede de la Audiencia de lo Criminal, asilo de ancianos y escuela.

Un aspecto en el que es necesario hacer hincapié es en la labor educativa que desarrolló el Convento de la Merced en sus casi cien años de existencia, pues fue, sin duda, la institución pionera en la enseñanza en la ciudad. Entre las estipulaciones de la Fundación, en 1724, se decía que se dotaba al Convento y a una casa de estudios de Teología, Moral y Escolástica, Filosofía y Gramática. Hasta tal punto era deseo de Ontañón el que la principal función de los frailes fuera impartir enseñanzas que, en 1729, al no poder lograr los mercedarios real licencia para la Fundación, optó por hacer escritura pública con los mismos fines con los Padres de las Escuelas Pías, como se ha referido con antelación. Cuando en 1748 los frailes mercedarios se hicieron cargo del Convento, se comprometieron a establecer en él a un cierto número de maestros de Gramática, de Filosofía y de Teología escolástica y moral; y a abrir las clases no sólo para la enseñanza de los hijos de Algeciras, sino también para los que quisieran venir de los pueblos comarcanos.

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