Algo más sobre el Capi, Feria y toros

Campo chico

Algeciras se convirtió en ciudad, en 1755, tres años después de la creación de la Real Academia de Bellas Artes

El ejemplar del año 2019 de la agenda de Temple estuvo especialmente dedicado a Algeciras

Corrida en la Perseverancia en los primeros años del pasado siglo.
Corrida en la Perseverancia en los primeros años del pasado siglo. / E.S.
Alberto Pérez De Vargas

25 de junio 2023 - 02:00

El caso es que en mi Campo Chico del pasado día 4, me salió un tanto trastocada la parte del relato dedicada al cuentecito taurino del Capi, sobre los toritos Lavaíto y Cojollero. Me di cuenta, al ver el artículo ya publicado en Europa Sur, que el lector podría quedar un poco confuso sobre la naturaleza de esas dos figuras centrales del guion. Quedó claro que eran hermanos de padre, pero no tanto quiénes eran sus madres.

Como es sabido, en la ganadería brava se tiende a identificar los nombres de los toros con los de sus madres; entre otras cosas, porque son muchos los hijos del mismo padre, el toro que por sus cualidades se destina a montar a las vacas transmitiendo en sus genes la bravura y la nobleza de su casta. Así que, las madres de nuestros toritos, se llamaban, en efecto, Lavaíta y Cojollera. Y eran, como se describía, dos vacas muy puestas, la primera “berrenda en negro” y la segunda “negra, mulata, bragada y cinqueña”, pero masculinicé el nombre de la segunda y eso me ha dejado la duda acerca de que pudiera no haberse entendido como Dios manda, el buen relato de Diego el Capi. Ahora ya con la Feria recién terminada y con la fuerza de su actualidad, retomo el hilo de mis sensaciones en torno a esta querida figura señera de nuestros modos, para dejándola a modo de telón de fondo, seguir manteniendo la escena.

La Feria es nuestro gran acontecimiento social. Se significa en el transcurso del año, como bien ha sugerido el pregonero, José Luis Lara, en un máximo alcanzado por el camino hacia su celebración y un después que sabe a tiempo nuevo. En los años 80, cuando parecía que la nueva plaza de Andalucía iba a consolidarse como icono de la modernidad y lugar de referencia, la Feria se extendía por el centro histórico, llenando de colorido nuestras calles y anticipando al visitante que estábamos en Feria. Una fotografía de los primeros 70, de uno de los grandes observadores de esos años tan significativos, el fotógrafo Miguel Ángel del Águila, muestra una Escalerilla llena hasta la bandera, constituida en tribuna popular. La Cabalgata de Feria no era tan participada como ahora, pero ya tenía una gran popularidad y preparaba al viandante a familiarizarse con la eclosión de proximidad que suponía esta gran cita que ha recorrido en fechas, desde su constitución oficial en 1850, la práctica totalidad del mes de junio. La empresa que diseñó y construyó la primera versión de la Plaza de Andalucía, lo hizo en la explanada que dejó vacante la demolición de la Plaza de Toros de la Perseverancia. Se parecía, en pequeño, al centro comercial de la Vaguada en Madrid, uno de los enclaves, como otros parecidos –Parque Sur, por ejemplo–, más frecuentados por el personal y por el turismo de compras.

Uno de los ejecutivos importantes entonces, de aquella Plaza de Andalucía, era Francisco Cortacero, un granadino de Albolote que llegó al Campo de Gibraltar ligado a la empresa Meliá. Después de unos cuantos destinos importantes, incluido el de jefe de cartera en Banca, trabajó en la empresa que construyó el complejo comercial de la Plaza de Andalucía. Tanto en su diseño como en su definición, aquello prometía constituirse en uno de esos lugares a los que se lleva a los amigos que vienen de afuera. Sin embargo, su deterioro fue progresivo y rápido. No faltan fantasiosos que justifican el inesperado fracaso del complejo a su radicación. Mucha sangre de toros, toreros y caballos se derramó sobre el ruedo –decían– ahora ultrajado. El caso es que no funcionó lo que parecía prometer prosperidad y una mejora en la estética de esa explanada que coronaba el Paseo del Calvario. Hubo en el lugar una primera plaza de mampostería que, según cuentan, tenía los tendidos de madera y una estructura muy simple. Lo que desde luego se constata es la vigorosa afición de los pioneros de la Algeciras recuperada en los primeros mil setecientos, cuando los gibraltareños huyeron del depredador inglés y se refugiaron en sus huertos del otro lado de la Bahía. La ciudad no existía pero fue en ese lugar donde existió celebrada por su población andalusí y cantada por sus poetas. Gibraltar era en esos años la ciudad por excelencia y su término municipal lo que hoy se tiene por su campo.

Reinando, en 1755, Fernando VI, hijo del primer Borbón, Algeciras se convirtió en ciudad, tres años después de la creación de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y poco antes de que en el nuevo municipio, escindido de San Roque, se celebrara la primera corrida de toros, en 1762. La iniciativa en la celebración de espectáculos taurinos, la tuvieron los frailes mercedarios del Convento de la Merced, que encontraron en la acogida y el entusiasmo popular una fuente de financiación para la construcción de la capilla y demás necesidades conventuales. Las ferias se celebraban en los tres primeros días de junio. La plaza que precedió a la Perseverancia se llamaba La Constancia y parece ser que se estrenó en 1851, un año después de la primera feria. Antes se dieron toros no sólo en el Matadero sino incluso en la Plaza Baja lo que, por otra parte, era lo que se hacía: habilitar la plaza del pueblo –la inmensa mayoría sólo tenía una– a falta de disponer de un coso hecho a la medida. Los primeros emplazamientos de la Feria tenían al Parque, de un modo u otro, como vecino. Primero en la avenida, hoy de Blas Infante, rematada arriba por la plaza de toros, luego en lo que en algunas fotografías antiguas, se cita como la Alameda, el espacio que desde el Casino Cinema (antigua caseta del Casino) se extendía, a lo ancho, hasta el campo de fútbol del Calvario y, a lo largo, hasta los aledaños de la plaza de toros. Después, el ferial fue la Avenida de las Fuerzas Armadas, rodeando al parque y ocupando su fachada norte limitada al este por las residencias militares.

Hay informaciones encontradas respecto del primer cartel y la inauguración de la Perseverancia, cuya demolición se aprobó en mayo de 1975. Una demolición traumática, que lleva a Tapia Ledesma a contar lo que le dijo un viejo aficionado: “maldita sea la mano que firmó el derribo de la plaza de toros vieja, pero en el pecado llevan la penitencia, nada de lo que pongan en aquel llano, funcionará; porque allí, siempre estará el espíritu de la Perseverancia”. Hay disensiones sobre los primeros momentos de la Perseverancia. En casos así debe acudirse a las fuentes si es posible y si no lo fuera, a algún relator que inspire confianza. La tauromaquia es consustancial con lo español; como el flamenco: el cante, el toque y el baile, forma parte íntima, inseparable y genuina, de nuestra cultura y está presente en la literatura y en todas las bellas artes. Por ello hay infinidad de publicaciones y colecciones artísticas y gráficas, y numerosos portales en Internet, consagrados a la historia y el desarrollo del universo antropológico y cultural que englobamos bajo el nombre: Tauromaquia. Ahí está, no obstante, El Cossío, la famosa y monumental obra, iniciada en 1943, de José María de Cossío, que contó con la colaboración entusiasta y promoción de José Ortega y Gasset y con la ayuda literaria e historiográfica del reconocido poeta alicantino Miguel Hernández. Y también, la agenda de Editorial Temple, popularmente conocida como “el pequeño Cossío”, dirigida por Vidal Pérez Herrero y en cuya confección colaboran o han colaborado centenares de autores, escritores, cronistas y artistas de todas las extracciones.

El ejemplar del año 2019, el del 25 aniversario de la publicación de la agenda de Temple (ya está elaborándose la de 2024, la número 30), estuvo especialmente dedicado a Algeciras “ciudad de vieja y honda tradición taurina”, tal cual se dice en nota dedicada a los “agradecimientos”. Su primera página contiene un saludo del alcalde José Ignacio Landaluce y en la número 84 aparece un extenso artículo firmado por Susana Pérez Custodio, entonces Delegada de Turismo, Comunicación e Imagen, con el expresivo título de Algeciras, un paraíso abierto al mundo. La agenda recoge también trabajos del maestro cronista de toros, Crescencio Torés (Plazas, toros y toreros de Algeciras y Las jornadas taurinas de Algeciras mantienen despierta a la afición local), del arquitecto Enrique Salvo (La leyenda urbana de la Feria de Algeciras) y del que suscribe (De Miguelín y de Ruiz Miguel y Paco de Lucía, su tierra y su gente), así como una nutrida colección de imágenes extraídas de cuadros taurinos del gran pintor Antonio López Canales que escribe lo siguiente: “En Toledo, Luis Miguel Dominguín me dio una banderilla que, ya sin adornos, tuve entre mis juguetes durante bastantes años”. En la página 101 aparece una curiosísima fotografía en la que un Miguelín apenas adolescente, vestido de torero, echa el brazo por encima del hombro a un pequeño algecireño de 4 o 5 años, de nombre Manuel Luis Fernández Guerrero, que sería con el tiempo uno de los grandes de la Medicina española desde la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, especialista en Microbiología y Parasitología y Profesor Titular (acreditado como Catedrático) de la Universidad Autónoma de Madrid.

Un trabajo importante de Roberto Godino, Las plazas de toros de Algeciras, hace un recorrido breve, pero exhaustivo, por la historia física de nuestros ruedos. En él está recogida la celebración de la primera corrida de la Perseverancia y del cartel inaugural, en aquel lunes de Feria, día 3 de junio de 1866. El ganado de la muy antigua ganadería Andrade, de encaste Vistahermosa, fue lidiado por Antonio Sánchez el Tato y Ángel López Regatero. El propio Godino advierte de las diferentes versiones que existen sobre la corrida. De hecho, y sólo a efectos de corroborar la advertencia, en la monumental Algeciras Romántica de José Antonio Valdés se lee lo siguiente: “El día 2 de junio de 1868 se estrena totalmente acabada la plaza de la Perseverancia. La corrida de inauguración la formaba una pareja de la máxima expectación e nuestro pueblo. Lagartijo el torero de Córdoba y el jovensísimo (sic) algecireño José Sánchez del Campo: Cara Ancha, que aunque en esos años mataba novillos, vino a su tierra natal a matar la corrida de toros de Miura”. Bien pudiera derivarse de ese “totalmente” que se trataba de “otra” inauguración. Las aparentes discrepancias son percibidas por Godino, que llama la atención sobre el hecho de que “se dan diversas versiones sobre el cartel, e incluso sobre el año, lo que hace pensar que hubo más de una corrida de inauguración, o que estas corridas iniciales se celebraban según iban concluyendo las diversas fases de la obra. Lo cierto es que entre 1866 y 1868 tuvieron lugar más de una corrida considerada como de inauguración de la nueva plaza. En ellas participaron importantes toreros de la época como José Sánchez del Campo Cara Ancha, Antonio Carmona El Gordito, José Redondo Chiclanero, Rafael Molina Lagartijo, etc. En 1869, y como culminación de la plaza se añade la escalinata de acceso a la misma”.

Acudiendo a una fuente de gran fiabilidad, a la prensa de la época a través de hemeroteca, se encuentra el ejemplar del 25 de junio de 1866 del Boletín de Loterías y de Toros, en el que El Corresponsal firma un crónica de extensión media, dedicada a las “dos escelentes (sic) corridas de toros en los días 3 y 4 del corriente Junio”. La crónica empieza con el siguiente párrafo: “Reedificada de mampostería la plaza de toros de esta ciudad de la manera más sólida y elegante, con un solo piso alto sobre el tendido, con cabida de 9.486 almas”. Afirmación que sitúa en el día 3 la inauguración de la plaza. La ganadería es la de Andrade y los matadores son El Tato “que vestía verde y oro” y El Regatero “que vestía celeste y oro”. De modo que nos quedamos con lo afirmado por Godino en fecha desconocida, anterior, en todo caso, a 2013, y más recientemente por Antonio Torremocha, en un artículo publicado en Europa Sur en 2019, en el que cita el ejemplar aludido del Boletín de Loterías y de Toros. En Algeciras: Feria Real, Cristóbal Delgado reproduce los datos técnicos de la nueva plaza de toros (monumental) de Las Palomas, un coso cómodo y bello con algunas imperfecciones subsanables, pero digno monumento a la tauromaquia en la muy taurina Algeciras. La plaza se terminó en junio de 1969 con una capacidad de 11.254 espectadores y su construcción se presupuestó en 29.594.813 pesetas.

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