ALGECIRAS MUSULMANA Y CRISTIANA (SS. VIII-XIV)

Cañones en el cerco de Algeciras (1342-1344)

  • Capítulo 29 (final). Durante el asedio de la ciudad por Alfonso XI, los musulmanes sitiados se defendieron con artillería impulsada por pólvora

Pieza portuguesa de artillería de la segunda mitad del siglo XIV o principios del XV aparecida en Évora (Portugal).

Pieza portuguesa de artillería de la segunda mitad del siglo XIV o principios del XV aparecida en Évora (Portugal).

LA pólvora fue inventada por los chinos, al principio con fines medicinales y lúdicos, en torno al siglo IX después de Cristo, aunque pronto supieron darle un uso militar empleándola para impulsar proyectiles (cañones) o ingenios explosivos (bombas o granadas). Es opinión generalmente aceptada que los mogoles aprendieron la técnica de fabricación de la pólvora y su uso militar en sus primeros contactos con el imperio chino. En su invasión del Asia Occidental, el conocimiento de la pólvora fue adquirido por los musulmanes del Medio Oriente, que, a su vez, lo trasladaron a los sultanatos musulmanes del Norte de África y a Europa.Quizás el primer ejemplo de enfrentamiento de europeos con un ejército que usaba artillería pirobalística fuera en la batalla de Mohi, el 11 de abril de 1241, cuando los húngaros se enfrentaron a los invasores mongoles que utilizaban primitivos cañones. La primera referencia documental de la fabricación en Europa de la pólvora se encuentra en la obra de Roger Bacon, escrita en 1250. Es bien conocido que en la batalla de Crécy (1346), en la Guerra de los Cien Años, las tropas inglesas emplearon, además de sus eficaces arcos y flechas, artillería pirobalística (cañones) contra el ejército francés.

La primera vez que se utilizó la pólvora en la Península Ibérica con fines militares es probable que fuera en el sitio de Huescar por el sultán nazarí Isma‘il I en 1325. Así lo recoge Ibn-al-Jatib en su obra Al-Lamha al-Badriyya. Este cronista nazarí, testigo presencial del asedio, describe este artilugio como “una gran máquina que trabaja con la ayuda de nafta”. El poeta Ibn Hudhayl, tutor de al-Jatib, compuso una casida tras la campaña victoriosa de Ismail. Se refiere con estos versos a la “máquina de nafta” y su poder intimidatorio: “Creían que el trueno y el rayo estaban sólo en el cielo, pero uno y otro les acosan sin venir del cielo; figuras de rara forma, al cielo alzadas por Hermes, cayeron con ritmo sobre los montes, derrumbándolos”.A mediados del siglo XIII, el escritor malagueño Abd-Allah ibn al-Baytar menciona la existencia y los efectos que producía la pólvora. Para el arabista José Antonio Conde los primeros cañones en occidente fueron usados en el sitio de Mahdiya (Túnez) en el año 1204 por el califa almohade an-Nasir.

Entre 1342 y 1344, en el transcurso del cerco de Algeciras por el rey Alfonso XI, los musulmanes sitiados se defendieron utilizando artillería impulsada por la combustión de la pólvora, arma ofensiva que la crónica de este monarca denomina “truenos”.

En la citada crónica, escrita por Fernán Sánchez de Valladolid, en los capítulos que tratan sobre al cerco de Algeciras, se hace mención explícita en varias ocasiones a la pólvora y al empleo por los musulmanes de un arma de fuego que podría compararse a los cañones. El cronista alfonsino denomina a aquellos primitivos artilugios pirobalísticos con el nombre de “truenos” —por el estruendo que producían al ser disparados— y hace hincapié en el mucho daño que ocasionaban en los hombres las “pellas de hierro” por ellos lanzadas. Leemos en la Crónica: “Et otrosí muchas pellas de hierro que les lanzaban con truenos, de que los hombres habían muy gran espanto”. Refiere el cronista que en cualquier miembro que daban las “pellas de hierro” lo arrancaban como si fuera cortado por un cuchillo y si algún hombre era herido por ellas, al cabo era muerto porque venían ardiendo como fuego “et tan recia que pasaba a un hombre con todas sus armas”. Estas frases del cronista vienen a demostrar, por una parte, el pavor que producía el uso de los “truenos” entre los sitiadores y, por otra, que era un arma desconocida para el autor de la crónica cuyo nombre asocia con el ruido que producía al ser empleada. Según el testimonio de Fernán Sánchez, las “pellas de fierro” eran capaces de atravesar la armadura de acero de un caballero y de cercenar cualquiera de sus miembros. En otro pasaje de la crónica se hace mención al daño causado por una de aquellas “pellas” en el cuerpo del caballero Beltrán Duque: “Et dieronle con una pella del trueno en el brazo, et se lo cortaron, et murió luego otro día, et eso mismo acaeció a todos los que del trueno eran feridos”.

En otro capítulo, Fernán Sánchez de Valladolid escribe que los moros de la ciudad lanzaban muchos truenos, en que arrojaban pellas de hierro muy grandes y que las arrojaban tan lejos que pasaban más allá de la hueste. El cronista de la Casa de Medina Sidonia, Pedro Barrantes Maldonado, recoge este pasaje y añade que las pellas de hierro eran tan grandes como manzanas. El 24 de febrero de 1344, es decir, un mes antes de la capitulación de Algeciras, dice la crónica que “entraron en la ciudad cinco zabras y saetías cargadas de harina, y de miel, y de manteca, y de pólvora con que lanzaban las piedras del trueno”.

En el Poema de Alfonso XI se hace referencia al mismo asunto con estos versos:Los adarves quebrantaban bravamente a marauilla, a la mezquita echaban e quebrantaban la villa. E con el trueno lanzaban los moros por el real, bestias e hombres mataban, e hacían mucho mal.De todas maneras, esta primitiva artillería pirobalística, aunque de efectos espectaculares –sobre todo para los hombres que nunca la habían visto usar en medio de una batalla–, no debía provocar excesivos daños en el ejército sitiador. La precisión de los cañones sería escasa, su alcance corto y su número igualmente limitado. Si damos crédito a Barrantes cuando dice que las pellas de hierro que lanzaban los algecireños eran del tamaño de una manzana, podremos deducir que los artilugios que disparaban tales proyectiles eran de pequeño calibre y eficaces, únicamente, contra los soldados, pues las grandes bastidas (torres de asalto), los cadahalsos y trabucos no podían ser derribados por estos pequeños —aunque temibles— proyectiles.En resumen se puede decir que los cañones utilizados en Europa durante el siglo XIV eran de poco calibre y de escasa precisión, de ahí el limitado éxito militar que tuvo el nuevo invento en un principio (Algeciras fue tomada por las fuerzas cristianas el 28 de marzo de 1344 a pesar del empleo de cañones por los sitiados). Sería a partir del siglo XV cuando, con la fabricación de grandes cañones o bombardas que podían lanzar proyectiles de hierro o de piedra muy gruesos y pesados, desmantelar torres y almenas, abatir puertas y defensas, etc..., la artillería pirobalística arrinconaría definitivamente a los viejos ingenios neurobalísticos (trabucos, catapultas, cabritas y balistas).

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