ESTAMPAS DE LA HISTORIA DEL CAMPO DE GIBRALTAR

Los Almirantes de Castilla y de Aragón en el cerco de Algeciras (1342-1344)

Grabado de una galera genovesa de mediados del siglo XIV.

Grabado de una galera genovesa de mediados del siglo XIV.

Entre el mes de agosto del año 1342 y el 26 de marzo de 1344, cuando el alcaide de Algeciras, Muhammad ben al-Abbás, capituló y se firmó el llamado “Tratado de Algeciras”, la ciudad estuvo asediada por el ejército de tierra castellano, constituido por las milicias concejiles, las mesnadas de los nobles y los frailes-guerreros de las órdenes de Santiago, Alcántara y Calatrava, al que se unieron numerosos caballeros cruzados, procedentes de Alemania, Inglaterra, Francia, Italia, Portugal y Aragón, así como las escuadras de las principales potencias marítimas de la época: Aragón, Génova y la propia Castilla.

El rey Alfonso XI y los miembros de su Consejo Real eran conscientes de que, para poder doblegar y rendir aquella gran ciudad rodeada de un extenso recinto defensivo y con tan amplia fachada marítima, por la que le podían llegar, aprovechando la oscuridad de la noche, hombres, vituallas y armas desde la vecina Gibraltar o desde Ceuta, necesitaba contar con una potente armada con la que, al mismo tiempo que se dominaba el mar para que no pudiera acudir, desde los puertos del norte de África, una flota de socorro, permitiera bloquear el puerto y la playa situada al pie de la muralla litoral. De esa manera, los más de quince mil sitiados, guerreros y gente del común, aislados y faltos de vituallas, terminarían por capitular.

Por ese motivo, desde un año antes de haberse iniciado el cerco, el rey de Castilla mantenía conversaciones con el rey Pedro IV de Aragón, con su suegro, el rey Alfonso IV de Portugal, y con la Señoría de Génova solicitándole ayuda naval. El monarca lusitano fue dilatando su participación en la Cruzada de Algeciras -muy escasa y siempre anterior al inicio del cerco-, sin duda porque seguía agraviado con su yerno al no haber cumplido este la promesa que le hizo, cuando ambos alcanzaron, en 1340, la victoria del Salado, de abandonar a su amante, doña Leonor de Guzmán, o haberla recluido en un convento.

Plano esquemático de la Algeciras medieval y de las líneas del cerco terrestre y marítimo. Con la letra A, el cerco terrestre. Con la B, el bloqueo por mar y con la C, los navíos cristianos fondeados. Plano esquemático de la Algeciras medieval y de las líneas del cerco terrestre y marítimo. Con la letra A, el cerco terrestre. Con la B, el bloqueo por mar y con la C, los navíos cristianos fondeados.

Plano esquemático de la Algeciras medieval y de las líneas del cerco terrestre y marítimo. Con la letra A, el cerco terrestre. Con la B, el bloqueo por mar y con la C, los navíos cristianos fondeados.

Con la Señoría de Génova, ciudad mercantil que disponía de una numerosa flota cuyos marineros eran muy diestros en la guerra marítima, las conversaciones discurrieron por derroteros más favorables a los intereses de Alfonso XI. Al duque de Génova, Simón Bocanegra, le envió una afectuosa carta en la que le solicitaba galeras para que, unidas a la reducida flota castellana, pudiera asediar Algeciras. Para atraer su interés por participar en aquella guerra, le decía en la misiva que, muerto su almirante, don Alonso Jofre Tenorio, en una refriega con galeras musulmanas unos meses antes, le ofrecía el almirantazgo de Castilla, que estaba vacante, a su hermano don Egidio Bocanegra. El Duque respondió que le enviaría al Estrecho a su hermano con una flotilla de quince galeras, pero que habría de abonar, por cada una de ellas, ochocientos florines de oro, y a su hermano y a su galera capitana, mil quinientos florines cada mes que estuvieran a su servicio. De esta manera quedó concertado que la flota de Génova participaría en la guarda del Estrecho y en el cerco de Algeciras.

Con el rey Pedro IV de Aragón las conversaciones fueron más distendidas y menos exigentes, porque los reyes de aragoneses venían colaborando con los reyes de Castilla en las campañas que estos emprendían contra los musulmanes de Granada, pero, sobre todo, con los del norte de África, desde hacía más de cincuenta años. Aragón, como Génova y Venecia, era una potencia mercantil marítima y la más interesada en expulsar a los musulmanes del Estrecho para que la ruta con Portugal y los puertos de Inglaterra y Flandes quedaran accesibles para sus barcos mercantes. El monarca aragonés envió al cerco de Algeciras una flota de diez galeras al mando de su vicealmirante Mateo Mercer y, en algunos períodos, otras diez mandadas por el vicealmirante Jaime Escrivá.

Cornado batido durante el reinado de Alfonso XI (año 1334), probablemente en la ceca de Toledo o de Sevilla. Cornado batido durante el reinado de Alfonso XI (año 1334), probablemente en la ceca de Toledo o de Sevilla.

Cornado batido durante el reinado de Alfonso XI (año 1334), probablemente en la ceca de Toledo o de Sevilla.

El 28 de marzo de 1344 el rey Alfonso XI entró triunfante en la ciudad de Algeciras acompañado de los Cruzados extranjeros que habían permanecido en el cerco, los ricos-hombres de Castilla y León, los obispos de las principales diócesis y el arzobispo de Toledo, don Gil de Albornoz. Antes de consagrar como iglesia cristiana -bajo la advocación de Santa María de la Palma- la mezquita aljama, mandó el rey que ondearan en el alcázar los pendones de Castilla, de los infantes, sus hijos, de don Juan Manuel que, aunque estaba distanciado del rey desde que éste repudió a su hija doña Constanza, había participado lealmente en la campaña de Algeciras, y de la Corona de Aragón, “por los muchos y buenos servicios que los marinos de ese reino le habían hecho en la guerra contra los moros”, dice la Crónica castellana.

En el reino de Aragón, la conquista de Algeciras fue considerada una victoria y un éxito propio, como lo demuestran las fiestas y celebraciones que se hicieron en numerosas villas y ciudades. En la villa de Tárrega, el Consell acordó el 10 de abril que, al día siguiente, que era domingo, se celebrase una solemne procesión y una misa de Acción de Gracia, y que, al llegar la noche se encendieran fogatas en el castillo y el campanario y que los vecinos golpearan cuencos de metal en señal de júbilo. En Cervera, las autoridades organizaron similares manifestaciones populares. En Valencia, el día 5, el Consell acordó celebrar una procesión general desde la Seo encabezada por el estandarte real y el pendón de la ciudad.

Don Egidio Bocanegra llegó al Estrecho un año antes de iniciarse el cerco, el 20 de agosto de 1341, después de haber estado al servicio del rey Felipe de Francia con sus galeras. Arribó al puerto de Sevilla, desde donde envió un mensaje al rey Alfonso XI, que se hallaba en su alcázar de Córdoba, diciéndole que esperaba sus órdenes para hacerse a la vela y guardar la mar. El rey de Castilla le envió, a vuelta de correo, una misiva en la que le ordenaba que navegara hasta la isla de Tarifa y que se uniera a las galeras y naves de Castilla que estaban mandadas por el Prior de la Orden de San Juan de Jerusalén y que tomara posesión del título de Almirante de Castilla. Ambas flotas, con las galeras del vicealmirante de Aragón, debían vigilar los puertos de la otra orilla para impedir que zarparan y salieran de ellos navíos enemigos, combatiéndolos en el mar, si fuera necesario.

Privilegio por el que el rey Alfonso XI concede a don Egidio Bocanegra el alcázar de Manifle en la recién conquistada Algeciras (Sevilla, 25 de mayo de 1344. Traslado de 1703). Privilegio por el que el rey Alfonso XI concede a don Egidio Bocanegra el alcázar de Manifle en la recién conquistada Algeciras (Sevilla, 25 de mayo de 1344. Traslado de 1703).

Privilegio por el que el rey Alfonso XI concede a don Egidio Bocanegra el alcázar de Manifle en la recién conquistada Algeciras (Sevilla, 25 de mayo de 1344. Traslado de 1703).

En la primera semana de mayo de 1342, los navíos que don Egidio enviaba cada día a vigilar la costa africana le avisaron de que en una rada cercana a Ceuta, que decían Bullones, se había reunido una flotilla de galeras y otros navíos de guerra meriníes, cuya intención parecía ser atacar la escuadra cristiana que se hallaba fondeada en la ensenada de Getares. Don Egidio, al mando de diez galeras, se enfrentó a doce musulmanas logrando vencerlas. Cuatro de ellas fueron incendiadas y otras seis capturadas. Fue esta la primera victoria de don Egidio Bocanegra como Almirante de Castilla. Pocos días después, el 27 de mayo, con la colaboración de algunas galeras portuguesas y en combinación con las milicias de Córdoba, Écija y Carmona, enviadas por el rey de Castilla a la costa, se enfrentó a otra escuadra musulmana que se dirigía al puerto de Algeciras y que fue sorprendida cuando se hallaba fondeada en la desembocadura del río Guadalmesí. El combate acabó con una nueva victoria de los cristianos.

Don Egidio Bocanegra, con las galeras genovesas, más las de Castilla y las aportadas por el vicealmirante de Aragón, permaneció en la ensenada de Getares a la espera de que el ejército de Alfonso XI accediera a las cercanías de Algeciras y estableciera el cerco de la ciudad, lo que aconteció el 2 de agosto del año 1342. A partir de esa fecha, el genovés se afanó en bloquear el puerto de la ciudad sitiada y guardar la mar para que, desde la otra orilla, no pudiera aproximarse a la línea del cerco ninguna embarcación enemiga. Para asegurar la fidelidad de don Egidio Bocanegra (pues lo genoveses acostumbraban a cambiar de bando y servir a quien más pagara), además de nombrarlo Almirante, el 2 de septiembre de 1342, el rey de Castilla le dio la villa de Palma del Río con sus vasallos, rentas y regalías. Una vez rendida Algeciras y realizado al Repartimiento de las propiedades abandonadas por los musulmanes entre los personajes e instituciones que habían participado en tan relevante hecho de armas, estando el rey en Sevilla el 25 de mayo de 1344, otorgó al marino genovés un privilegio rodado concediéndole la propiedad de unas casas-palacio, conocidas como el “Alcázar de Manifle”, en Algeciras, situadas -dice el privilegio- “en la calle de Génova”, lindando con los baños del rey.

Tinaja para el transporte de líquidos (aceite o vino) de procedencia valenciana hallada en la bahía de Algeciras (Museo Municipal). Tinaja para el transporte de líquidos (aceite o vino) de procedencia valenciana hallada en la bahía de Algeciras (Museo Municipal).

Tinaja para el transporte de líquidos (aceite o vino) de procedencia valenciana hallada en la bahía de Algeciras (Museo Municipal).

Tras la muerte de Alfonso XI en 1350, víctima de la Peste Negra cuando ponía cerco a la ciudad de Gibraltar, y comenzó el reinado de Pedro I, su hermanastro, Enrique de Trastámara, hijo de la amante de su padre, doña Leonor de Guzmán, le disputó el trono, iniciándose una guerra civil entre ambos a partir del año 1360. El Trastámara apoyado por una parte de la nobleza nueva del reino y mercenarios franceses comandados por el famoso Bertrand du Guesclin.

Don Egidio Bocanegra, señor de Palma del Río, continuó ostentando durante el reinado de Pedro I, el cargo de Almirante Mayor de la Mar, combatiendo al frente de la escuadra castellana, fiel al legítimo rey de Castilla; hasta que en el año 1366 decidió cambiar de bando (probablemente cuando vio que las tropas del hermano de Pedro I y de Du Guesclin se hallaban cerca de obtener la victoria) y se puso a las órdenes de Enrique de Trastámara. Éste lo mantuvo al frente de su escuadra como Almirante. En pago por haber cambiado de bando, el que sería pronto rey de Castilla como Enrique II después de matar a su hermano Pedro I junto al castillo de Montiel, concedió al veleidoso genovés el señorío de Utiel, además de otorgarle otras propiedades y regalías.

Pero el rey Pedro I no le perdonó aquella traición. Un año más tarde don Egidio Bocanegra fue hecho prisionero por los petristas y ejecutado en Sevilla en el mes de septiembre de 1367. Su cuerpo recibió sepultura en la capilla de los Mejías del desaparecido monasterio sevillano de San Francisco, aunque las tropas francesas, cuando ocuparon la ciudad en el año 1810, profanaron su tumba -como antes habían hecho con la del Gran Capitán en Granada- y esparcieron sus huesos y lo que quedaba de sus vestiduras por los alrededores.

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