Provincia de Cádiz

El desarrollismo, desde Jerez

  • El jerezano Manuel de la Quintana, un producto del franquismo, fue el alma de la promotora Urbis, especializada en viviendas sociales

La calle Manuel de la Quintana, que sale de la avenida Álvaro de Domecq en una de sus zonas más nobles, muy cerca del Consejo Regulador del jerez, homenajea a uno de los grandes empresarios jerezanos del franquismo. De hecho, esa relación entre Álvaro Domecq y Manuel de la Quintana casa muy bien en el callejero jerezano si de lo que se trata es de trazar una línea histórica de la época. Desde 1949 hasta bien entrados los 80, Manuel de la Quintana y Ferguson fue el artífice de los éxitos de una de las grandes inmobiliarias del desarrollismo, Urbis.

Urbis no nació en Jerez, nació en Madrid en 1946 y en tres años construyó un escándalo sobre la miseria de un país, pero su relación con Jerez y con la provincia a través de Manuel de la Quintana fue muy intensa hasta el punto de que ésta fuera su principal subsede. Porque De la Quintana, y eso no se le puede negar, profesionalizó la construcción de viviendas en un país en el que la gente vivía realquilada en pisos infestos, la innfravivienda -cuando no la chabola- eran lo común y existía una escasez que él contribuyó a paliar. Una obra maestra del cine como El pisito, dirigida por Marco Ferreri y con guión de Rafael Azcona, ayuda a entender el negocio en el que se movía De la Quintana.

Barrios madrileños casi enteros como Moratalaz salieron de la cabeza de De la Quintana, que se andaba con pocas monsergas cuando recibía protestas de los habitantes de sus nuevos pisos, construidos en los 60 y 70, cuando se gestó la gran expansión de la firma, con gran economía de costes. Fueron cinco millones de metros cuadrados, 30.000 viviendas de protección ioficial con el yugo y las flechas puesto en sus portales. Cruz de Guerra, Cruz Roja del Mérito Militar, Gran Cruz de la Orden Imperial del Yugo y las Flechas, Encomienda de Número de Isabel la Católica, Hijo Predilecto de Jerez, Manuel de la Quintana obtuvo en 1966 la presidencia de la Comisión de la Construcción y sus Materiales del II Pan de desarrollo Económico y Social. Así funcionaban entonces las cosas. El patrón de una inmobiliaria privada llevaba los asuntos públicos. Como ahora, pero sin máscaras.

El ideario de De la Quintana lo expresaba en una entrevista en ABC en 1973: "El Movimiento es una ideología del estado que superó las crisis del sistema demo-liberal sin incurrir en errores totalitarios y fascistas". De la Quintana, el hombre de Urbis, apreciaba del franquismo sus posibilidades de mercado frente al intervencionismo público de los regímenes fascistas. Es decir, en el franquismo uno se podía hacer rico con los negocios.

Moratalaz, a mediados de los 70, fue emblemático porque supuso una gran revuelta popular contra esos pisos entregados con grietas y acabados chapuceros. De la Quintana no tuvo problema en reunirse con un grupo de afectados y, mientras fumaba uno de esos cigarros que consumía de manera compulsiva, razonarles que: "Señoras, las casas no se construyen para toda la vida". Lo cierto es que De la Quintana proyectó algunas de las grandes expansiones urbanísticas de l país.

Sobre esa base nace Urbis para convertirse en una de las grandes promotoras españolas, al punto que la pasada semana se convirtió en la mayor suspensión de pagos del sector detrás de Martinsa con una deuda acumulada de 3.600 millones de euros, principalmente con los bancos. Reyal Urbis -llamada así tras su fusión con Reyal hace seis años, la promotora de Rafel Santamaría, uno de los promotores cercanos en CastillaLa Mancha al dirigente socialista José Bono- ha pasado de ser uno de los grandes negocios de este país a contribuir de manera notable a los activos tóxicos del banco malo creado a raíz de la implosión de Bankia.

Manuel de la Quintana tuvo un delfín también en Jerez. Ángel Ruiz se convirtió en el hombre de confianza de Urbis en el sur, donde la inmobiliaria tenía más del 35% de su negocio. Y de ese 35% una parte del león se lo llevaban Jerez y El Puerto. La estrategia de Ruiz fue continuista. Sus promociones eran de tipo medio y así creció buena parte del ladrillo de la campiña. Bajo el control de Ruiz, Urbis se encargó de transformar antiguas bodegas jerezanas, como Williams, en centros residenciales. Sus proyectos no eran los más salvajes. Había respeto al pasado de lo que se destruía y sus precios en los 90, hasta que llegó la locura de la burbuja, eran asequibles.

Urbis perdió pie, precisamente, con la llegada de la competencia salvaje, del todo vale. Su política de previsión en la adquisición de terrenos mucho tiempo antes de que en ellos se pudiera construir acabó por situar la promotora en manos de su principal fiador, Banesto, ya por entonces en manos del Santander, que en 2006, con un 50,2% del control del consejo de administración que en los 70 había manejado a su antojo el jerezano Manuel de la Quintana, entregó la jerezana Urbis a la castellana Reyal de Rafael Santamaría por un precio irrenunciable: 3.317 millones de euros, 256 euros por acción. Banesto, por tanto, se embolsó 1.600 millones en acciones y otros 1.200 en plusvalías. A día de hoy, los bancos, entre ellos y principalmente Banesto, se encuentran entre los principales acreedores que han llevado a lo que fue Urbis, uno de los símbolos del desarrollismo, a la suspensión de pagos. Un imperio nacido en los albores del franquismo contra las cuerdas.

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