Hay un sencillo y hogareño lugar al que voy a veranear todos los años. Por más que he visitado otros son mis propios pasos los que me llevan hasta él. Y eso que conocí maravillosos pueblos y exuberantes ciudades en los que me embelesaron sus paisajes, sus gentes, su magia, sus conciertos, sus restaurantes, sus tascas, los hoteles o las casas rurales en las que me he hospedado… y aunque no es cuestión de comparar, ya que de cada uno guardo un recuerdo imborrable, es en este rincón en el que ahora más a gusto recalo porque es el que más tranquilidad y paz me proporcionan.

Una blanqueada casa rural sin lujos que intenta sobrevivir en el verde a pesar de la imparable asfixia del asfalto. Siempre es la misma habitación la que me espera: una cama confortable vestida de hilo y blanco; una mesita de noche espaciosa, es un baúl antiguo, para poner todos los libros que me interesaron de la biblioteca, libretas, cestas, collares, pendientes, pulseras…; un armario pequeño y blanco; y lo más importante: fresca, muy fresca y más aún en las noches que la brisa sopla del oeste.

Un salón confortable lleno de recuerdos que cada vez que estoy allí y los miro rememoro lo que de ellos me contaron. Y si algo agradezco es la buena biblioteca que tiene: novela, cuento, poesía, mucha poesía, teatro, ensayo, biografías, diccionarios, enciclopedias… siempre encuentro algo que me agrada para buscar un rincón apetecible y dejarme llevar por otras historias y sorprenderme con palabras que estaré cansada de decir pero que dichas por otras bocas suenan distintas. Y si tuviese que decirte de entre todos cuál es el rincón que más visito, sin duda sería el jardín de la casa. Y me gusta porque aunque se vea bien cuidado sigue guardando el encanto y la umbría del bosque, porque salga a la hora que salga del día siempre hay una sombra llena de frescor que me espera. Allí no estoy sola, hay una colonia de pájaros que cantan y vuelan y se posan en las ramas y me dejan que los admire y me acompañan. La gastronomía: cuidada, intentando ofrecer productos naturales y con esmero elaborados.

Y te preguntarás dónde queda este agradable lugar; pues… lo tengo cerca, muy cerca. Está en el pueblo; es mi casa.

Después de mucho viajar y soñar y buscar no encontré mejor y más apacible refugio para serenamente descifrar el mágico y multicolor trinar de los pájaros.

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