Los niños de mi generación nos acostumbramos a que entre los compañeros de clase siempre hubiera uno cojeando, con la pierna encerrada en un horrible artilugio metálico que les permitía andar con dificultad. Eran las secuelas de la terrible enfermedad que habían sufrido: la polio. Llegó la vacuna contra este mal y afortunadamente, quedó desterrada para siempre. Con el tiempo y con el descubrimiento de otras vacunas, enfermedades como la difteria, tétanos, hepatitis B, tosferina, sarampión, parotiditis, rubeola, meningitis B y C y la varicela desaparecieron, brindando de paso una infancia más sana a los niños, en nuestro país. Lo cierto es que el nivel de cobertura vacunal de la población es considerado como muy bueno, por los comités científicos especialistas en la materia.

En esas estábamos cuando un grupo de padres, en virtud de una serie de creencias extraídas de internet y difundidas a través de las redes sociales, creen firmemente que las vacunas son peligrosas para sus hijos y decide no vacunarlos. Se apoyan en que según ellos algunas vacunas contienen metales pesados perjudiciales para el organismo y en una extraña teoría conspirativa que liga a los médicos con perversas industrias farmacéuticas. Nada de esto se sostiene científicamente y las bondades de las vacunas son evidentes. Pese a ello, ponen deliberadamente en peligro a sus hijos y a los hijos de los demás por el posible contagio y cuando desgraciadamente les toca la china, lloriquean en televisión, pidiendo que se respete su dolor. En Italia, que sufre actualmente una epidemia de sarampión, los casos en 2017 ya ascienden a 2.395, de los cuales el 90% no estaban vacunados, han tomado cartas en el asunto. Mediante un decreto el gobierno italiano obliga, a partir de la próxima vuelta al colegio, a que para inscribir a un niño de 0 a seis años en una escuela infantil o en una guardería sus padres presenten la libreta con 12 vacunas aplicadas. En Primaria, los padres irresponsables además, deberán pagar una multa que oscilará entre los 500 y los 7.500 euros. Si los padres o tutores, pertinazmente, incumplen la obligación de vacunación a los niños, podrían también incluso perder la patria potestad. En Europa son ya 14 países los que obligan a vacunar a los niños. En el tercer mundo, una madre recorre kilómetros andando con su hijo para que lo vacunen, porque sabe que le va la vida en ello y aquí en el primer mundo, nos permitimos el lujo de dudar.

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