Cada vez soy más consciente de la responsabilidad que tengo en la conquista de mi propia salud. También soy consciente de que no se puede generalizar pero hay situaciones que por el bienestar común deben ser modificadas. Suelo ser de las que molesto poco al médico y las veces que lo hago siempre hay alguno desconocido que nunca es el mío. En verano todas las consultas médicas del centro de salud que me corresponde se trasladan a otro centro que hay en el pueblo. Bien, me adapto, ningún problema. Pido cita y cuando llega el día me atiende un médico que es la primera vez que veo. Muy amablemente escucha mi historial médico que afortunadamente es bien corto. Bueno, pues según su criterio para empezar a revisar las posibles irregularidades que me observo comienza mandándome dos pruebas. Al salir pido las citas para realizarlas y también me dan otra nueva con el médico para que me dé el diagnóstico de los resultados. Me hago las pruebas, espero los días tranquila, a qué alarmarse antes de tiempo, y acudo de nuevo a la consulta para saber cómo estoy. Tengo el primer número. Ha pasado algo más de una semana desde que me vio el amable doctor y veo llegar a una mujer que no da los buenos días y que abre la consulta, se encierra en ella y con un cuarto de hora de retraso sale a avisar al primer paciente que en este caso soy yo. Me dice que qué me trae a la consulta. Vuelta a empezar a resumir mi historial mientras ella no quita la vista de la pantalla del ordenador. Busca mis resultados y como si me estuviese dando la peor de las noticias me da la mejor de todas que es que la analítica y el corazón están perfectos. Todo eso en minuto y medio, sin un ápice de empatía para celebrar mi salud, no me mira a la cara ni un solo momento, no dice ni una sola vez mi nombre, no le veo ni una mínima sonrisa en su boca constreñida y prieta. Como todo ha sido un visto y no visto aprovecho para decirle que en la óptica me aconsejan que me revise un oculista. Me dice, sin saberlo, que no es algo grave y que para esa consulta tengo que pedir otra nueva cita. Vamos, que se ha acabado mi tiempo. No más de cuatro minutos. Me siento desprotegida ante una doctora/robot deshumanizada. Así no vale.

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