ad hoc

Manuel S. Ledesma

Cogérsela con papel de fumar

SI las frases hechas cotizasen en una quimérica bolsa de las palabras, no me cabe ninguna duda de que la que encabeza este artículo habría subido muchos enteros en estos últimos días, como consecuencia de la muerte, a mano de los SEALS, de Osama Ben Laden. Dado que la expresión cogérsela con papel de fumar equivale a ser extremadamente puntilloso y legalista o a ser persona muy remilgada que acostumbra a hilar muy fino por miedo a arriesgarse o comprometerse, puede afirmarse con rotundidad que aún antes de este suceso ya gozaba de una saludable cotización. En estos tiempos a poco que la manera de hablar (o escribir) sea natural y espontánea, es fácil que el discurso se deslice hacia lo que se considera -según los parámetros progresistas- políticamente incorrecto ya sea por sexista, machista, xenófobo, discriminatorio, reaccionario o por cualquier otra cosa que atente contra el buenismo que de palabra (y no de obra) preconiza la izquierda y, es hasta lógico, que la mayoría del personal, cuando se expresa en público, acostumbre a cogérsela con papel de fumar… por si acaso.

No son pocas las figuras españolas que han reprobado el modo en que los EE. UU. han solventado sus diferencias con el hombre que provocó la masacre de las torres gemelas. En su opinión -irrelevante, por otra parte, para los estadounidenses- no se han guardado las debidas garantías ni se han respetado los derechos humanos del líder terrorista ni de los esbirros que, interrogatorios mediante, le han delatado. Ellos habrían deseado un procedimiento con hábeas corpus, abogado y derecho a una llamada telefónica, en lugar del justiciero método empleado por los SEALS (patentado por Clint Eastwood en Harry el sucio) de "muchacho, alégrame el día". Olvidan, sin embargo, estos paladines de la legalidad que los americanos están en guerra y ellos -como los israelíes o los británicos- no perdonan ni olvidan las afrentas cometidas contra su territorio o sus ciudadanos y, en consecuencia, persiguen a sus enemigos hasta aniquilarlos. Por discutible que sea la ley del Talión, a menudo se convierte en la única herramienta posible cuando lo que está en juego es la supervivencia del mundo occidental al que, aunque no lo parezca, pertenecemos los españoles. Desde luego, quien no se la ha cogido con papel de fumar ha sido el presidente americano que, además de informar al público con un lujo de detalles desconocido por estos lares, ha tenido la valentía de asumir (como en su día hizo Thacher con cierto affaire gibraltareño) toda la responsabilidad de la operación.

Las críticas al modus operandi norteamericano se entienden mejor si se contrastan con las tácticas antiterroristas nacionales. Aquí la lucha es casi de salón: se libera a alguno para que cuide a su madre o insemine a su perro, se les avisa de las redadas policiales o, utilizando un finísimo papel de fumar, se les permite que utilicen nuestros impuestos… para dinamitar el estado desde dentro de las instituciones.

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