Decía Hölderlin que allí donde crece el peligro crece también la salvación. Esta es una parte de nuestro aprendizaje de las más complicadas ya que resulta difícil hacer ver a una persona que ha sufrido mucho en la vida o que en este momento lo está haciendo que detrás de ese sufrimiento hay una luz.

Solemos confundir la aceptación con la resignación. Un monje budista le quiso explicar a un grupo de universitarios que el entrenamiento de la mente por medio de la meditación permitía modificar nuestra percepción de las situaciones dolorosas y nos ayudaba a adquirir las facultades necesarias para afrontar mejor los ascensos y descensos de la propia vida. Los jóvenes consideraron que era peligroso recomendar la aceptación o adaptación al sufrimiento; era como decirle a alguien que sufre que aceptase su condición. Es entonces cuando el monje creyó que había habido un malentendido en la comprensión de la idea que quería transmitirles. Adquirir la capacidad para enfrentarse con valor y serenidad a las circunstancias dolorosas es procurarse una valiosa herramienta para sufrir menos, lo que no significa tener que resignarse; se trata de no añadir más angustia o desesperación a los males que ya se sufren para así evitar sufrir el doble.

Bien es verdad que dar consejo a alguien profundamente dolorido es un ejercicio arriesgado ya que se podría molestar por las palabras que le decimos con toda la buena intención sobre la manera de afrontar su sufrimiento. Cuando están en pleno dolor, con las alas rotas y vacíos, hay que arroparlos con mucho afecto, delicadeza y precaución y esperar el momento más adecuado ya que en plena tormenta la persona afectada lo único que pretende es dejar de sufrir.

Debemos tener en cuenta que hace falta una mínima paz interior para liberarnos y aceptar la realidad. Nietzsche decía que la grandeza del hombre reside en el "amor del destino"; es decir, en no querer otra cosa que lo que es. Y es que no hay nada más contraproducente que decirse constantemente que las cosas deberían ser de otra manera a como son. Es incuestionable que sin una sólida red de familia y amigos es mucho más difícil asumir nuestros tormentos.

Aceptar no es resignarse y tirar la toalla, sino lo contrario: apoyarse en lo que es y lo que esté al alcance de la mano cambiarlo para así poder seguir avanzando.

Más allá de cualquier estado de tristeza existe un espacio de paz inalterable y luminoso esperándonos.

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