EL viernes se conmemoró el Día Mundial del Sueño, nombre que me parece precioso y muy literario. Pero la jornada no trataba de la literariedad de lo onírico sino que pretende concienciarnos de lo bueno que es para la salud dormir bien. Las organizaciones expertas en esta materia aprovechan este día para hacer hincapié y recordar que dormir poco y mal conllevan trastornos físicos y psíquicos sobre todo en mayores y niños.

La irritabilidad, la obesidad, el trastorno de déficit de atención por hiperactividad o el fracaso escolar son algunas repercusiones de las enfermedades del sueño en los pequeños. La mayoría de los casos se reconducen con buenos hábitos a la hora de dormir, según entidades como la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), la Sociedad Española del Sueño (SES) y la Asociación Española de Pediatría (AEP), que además aseguran que la mayoría de los niños españoles que sufren trastornos del sueño no lo saben.

Pero los mayores y adultos también tienen trastornos del sueño por varios motivos como: la inactividad física, el estrés, la excesiva carga de trabajo, el paro, los problemas económicos, la hipoteca, las preocupaciones, las injusticias, la ansiedad, etcétera. En definitiva la infelicidad y la felicidad que nos depara simplemente vivir.

Después de tener claro lo bueno que es dormir bien para nuestro cuerpo y alma es fundamental armarnos de paciencia e ir descubriendo en los buenos hábitos y en una vida tranquila la mejor medicina. Una vez que consigamos dormir a pierna suelta soñar es el siguiente paso porque, como decía Calderón de la Barca: "¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son".