Campo de Gibraltar

'Empaquetado' da fin a las fiestas en San Roque con un encierro rápido

  • El Toro del Aguardiente realiza una carrera limpia desde su suelta hasta el coso · Una joven resulta herida al ser arrollada por el morlaco a la entrada del ruedo · Las dos vaquillas divierten a los más jóvenes

A las 6:00 horas de la madrugada del domingo, la mayoría de las casetas del recinto ferial de San Roque han apagado la música y se encuentran vacías. Lo siguiente, el broche final de las fiestas, es el Toro del Aguardiente. Cientos de jóvenes y mayores se dirigen a los puestos de comida rápida y churrerías para llenar el estómago antes de encaminarse a la barriada de La Paz o la histórica plaza de toros sanroqueña dispuestos a presenciar el espectáculo. En la zona exterior de la plaza, hay dos mesas desde las que la Peña del Toro del Aguardiente reparte chupitos del licor que da nombre a la fiesta, una en el tendido sol y otra en el de sombra.

A las 7:45 horas, las gradas del coso están casi llenas y a lo largo de la calle de La Ermita hasta la barriada de La Paz, hay más de un centenar de personas que esperan la salida del astado. El fuerte vallado de metal separa el asfalto donde aguardan los atrevidos de la acera en la que observan los más prudentes. Explota en el cielo de la noche el primer petardo, que indica que sólo faltan unos minutos para que suelten al animal, y la expectación y el nerviosismo bulle en los corredores. Numerosos jóvenes, ebrios tras la última noche de casetas y algo más osados de lo habitual, desafían al astado. Al poco, se enciende en el aire el chupinazo y su estallido provoca la estampida de los mozos cuesta arriba. Un robusto toro de unos 540 kilos y pelo negro con el nombre de Empaquetado sale disparado del camión y corre veloz tras ellos. Sube la cuesta sin detenerse en ningún tramo y en poco tiempo se encuentra en las proximidades de la plaza. Justo a la entrada, propina un fuerte golpe a una corredora, que al poco sería atendida por los servicios sanitarios. Es el único incidente registrado en el encierro, que por otro lado ha sido uno de los más rápidos de los últimos años.

Los corredores más avanzados atraviesan la Puerta de Caballos e irrumpen en la arena tan rápido como les llevan sus piernas. Al verlo, las gradas se agitan inquietas repletas de personas esperando la entrada del toro. En la plaza suena música de fiesta. Al poco, el astado aparece en el ruedo moviendo la cabeza en una demostración de fuerza y embistiendo a todo aquel que se cruza en su camino. Un tenso murmullo de excitación que mana del graderío flota en la plaza. Deja de sonar la música. El toro cabecea, se para, se arranca de nuevo provocado por los mozos, embiste, vuelve a detenerse a coger aire. El animal lleva una cadena alrededor de la cornamenta de la que parten dos cuerdas de 25 metros de longitud cada una que comienzan con 5 metros de acero.

En una de las embestidas, arrolla a un joven en el centro de la plaza y lo cornea contra el suelo. Inmediatamente, numerosos mozos rodean al animal y tiran de la cuerda con fuerza haciendo que caiga al suelo. El chico escapa. Desde la tribuna, el vicepresidente de la peña del Toro del Aguardiente, Antonio Asencio, reacciona rápidamente y habla por el micrófono: "¡No maltraten al animal!, ¡dejad al toro!". El astado permanece tendido y rodeado de personas, e inmediatamente varios miembros de la organización irrumpen en la plaza para hacer que lo dejen: alcanzan el animal, cogen con fuerza a uno de los mozos y lo arrastran fuera de la plaza. Los jóvenes se apartan y, finalmente, el astado vuelve ponerse en pie. El público aplaude desde sus butacas. "¡Gracias!", dice el vicepresidente.

Después de 20 minutos dando vueltas por la plaza, con la ayuda de los miembros de la organización, sacan al animal del ruedo. Vuelve a sonar música de fiesta. Al rato, sueltan una vaquilla que sale disparada veloz embistiendo a todo aquel que encuentra a su paso. Arrolla a varios jóvenes que se le acercan confiados, pero no se detiene, y los que caen se levantan de inmediato, algunos con una tímida sonrisa en el rostro. El público ríe cada vez que el animal revuelca a alguien. Su pequeño tamaño anima a los mozos a acercarse, algunos demasiado mareados como para responder a los rápidos movimientos de la becerra.

Al rato, meten al animal y sueltan la segunda y última vaquilla. Ambas han permanecido unos 15 minutos en el ruedo aproximadamente, mientras que el toro ha soportado alrededor de 20.

Desde la tribuna controlan el funcionamiento del festejo el delegado gubernativo, José Cazorla; la teniente de alcalde delegada de Fiestas, Marina García; así como representantes de las peñas Toro del Aguardiente de San Roque, Antonio Asencio, y Toro Embolao de Los Barrios, Joaquín Montero, además de agentes de Policía Local y Guardia Civil que observan atentos a cualquier incidente. Ambas peñas colaboran mutuamente desde hace 7 años, según indica Joaquín Montero.

"Está todo bastante bien organizado, la peña del Toro se encarga de que respeten al animal y los jóvenes vienen cada vez más concienciados", dice Marina García, que felicita a los organizadores por el buen funcionamiento y además resalta "el trabajo burocrático y administrativo que se lleva a cabo desde el departamento de Fiestas y Juventud". José Cazorla comenta que se ha cumplido con la normativa, la documentación ha estado correcta y no se ha maltratado al animal.

El vicepresidente de la peña sanroqueña cuenta que este año se habían comprado unas 60 botellas de aguardiente dulce y 24 del seco, empleadas en la cabalgata, la chorizada del Domingo Rociero y el encierro.

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