La temperatura media en la zona ha aumentado dos grados en un siglo
Variaciones en los registros habituales de temperatura y pluviosidad, eclosión vegetal u orden migratorio han comenzado a hacerse notar en la provincia
A poco que preguntes, la gente del campo enseguida cuenta que los almendros ya están en flor a primeros de enero, que las lilas aparecen meses antes o que las fechas de la vendimia están adelantándose. Las cigüeñas ya no emigran y, entre los últimos registros realizados sobre las aves acuáticas en Doñana (marzo, 2008), se apunta una variación de pautas en algunas especies –la cerceta ha ido reduciendo su presencia debido a las altas temperaturas mientras que los gansos han pospuesto un mes su llegada–. El alcornocal, por su parte, sufre de seca –mal asociado con la falta de lluvias– desde hace dos décadas.
El estudio publicado este mes por la Fundación Unicaja –El clima en Cádiz en la primera mitad del siglo XIXsegún los partes de la Vigía– afirma que Cádiz vive un cambio climático “diacrónico”. Esto se traduce en inviernos muchos más cálidos, con un aumento de la temperatura de hasta 2,5 grados en los últimos 150 años durante los meses hiemales. Según datos de la Agencia Estatal de Meteorología, además, las temperaturas medias más altas en distintos puntos de la provincia, con mediciones registradas desde 1955, se dieron en el verano de 1989.
Para Luis O´Dogherty, que coordina el seminario de Paleoclimatología de los Cursos de Verano de la UCA, la influencia humana es “innegable” en el clima, sobre todo, en lo que respecta al aumento de la emisión de gases de efecto invernadero –dióxido de carbono, metano, CFC, óxido nitroso–. Pero la acción “antrópica” es sólo uno de los muchos factores determinantes. “Evidentemente, hay un feed-back de consecuencias imprevisibles –subraya Luis O´Dogherty–. Pero tampoco puede decirse que el ser humano sea la causa última del cambio climático actual”.
O´Dogherty propone practicar el relativismo, no el negacionismo, respecto al “mediático” cambio climático: “Si observamos la curva de los últimos datos, a partir de los registros de hielo de la Antártida y Groenlandia, veremos variaciones climáticas muy bruscas –comenta–. Pero eso es sólo una pequeña parte. Si alguien ve sólo mil años, verá cambios muy rápidos de temperatura, del orden de seis grados (suficientes para causar las glaciaciones cuaternarias). Actualmente, eso es lo que ocurre:que vemos sólo una pequeña parte, lo descontextualizamos. Nos concentramos sólo en la curva actual sin pensar en ciclos y tendencias previos”.
La Fundación Migres fue la encargada, el año pasado, de organizar en Algeciras el I Congreso sobre Migración y Cambio Climático. El responsable del Programa Migres, Gonzalo Muñoz, afirma que los estudios de seguimiento demuestran una serie de cambios de comportamiento en las aves achacables al clima en general: “El problema –explica– es que se necesita trabajar con unos plazos de años muy amplios, y nosotros hemos empezado hace doce, un periodo demasiado corto para arrojar datos certeros”. Precisamente, el Programa propone crear un centro de Estudios de Migración y Cambio Climático en el Estrecho –que registraría, entre otros datos, evidencias directas del fenómeno–.
Aunque el ser humano sea uno entre los muchos factores que alteran la pauta climática, desde Ecologistas en Acción apuntan que eso no impide abordar soluciones. La organización –embarcada en la campaña ¡No queremos naufragar!– insiste en la necesidad de un cambio de paradigma basado en la sostenibilidad. En Andalucía, entre 1990 y 2004, el transporte por carretera aumentó en un 100% y el sector energético vivió una subida del 80% .“Hay que descartar –afirman– que las medidas para paliar las emisiones de CO2 sean antieconómicas”. De ahí la radical importancia de cuestiones a menudo tan menospreciadas como el uso del transporte público o los 24 grados del aire acondicionado.
La directora de la Secretaría General de Cambio Climático, Esperanza Caro, afirma que las alteraciones en el medio ambiente “no se han terminado de constatar del todo, pero se están notando. En algunas especies de flora –puntualiza– se da una eclosión de hasta 10 ó 20 días antes de lo habitual”.
Advirtiendo de la necesidad de estudiar los ciclos a lo largo de un espacio dilatado de tiempo para ver cuál es la realidad, Caro remarca el aumento generalizado de temperaturas y la disminución y cambio en la pluviosidad:“Las olas de calor –comenta– tienden a ser más intensas y extensas en el tiempo y aumentan las inundaciones”.
“En el arco de la Bahía de Cádiz, por ejemplo –explica la directora–, no se espera un aumento exagerado del nivel del mar, aunque se hable de cambio climático cada vez que hay pérdidas de arena. Pero necesitamos datos de varios años antes de ver a qué modelo meteorológico hemos de atenernos”.
Como auténticos ‘símbolos’ del cambio están las cigüeñas –recortan sus migraciones debido a dos factores: el calor y los vertederos como fuente de alimento– y la proliferación de medusas –las aguas mediterráneas han experimentando un incremento de temperatura de 0.8 grados en las últimas décadas–. Caro cita el informe Stern –que insta a la inversión económica para frenar el cambio climático– y afirma que es “esencial” prever lo que va a suceder , ya que la realidad se está adelantando a las predicciones científicas. Bajo esta premisa es donde entra en acción el futuro Plan Andaluz de Adaptación al Cambio Climático, que se elaborará este otoño.
Para el organismo dependiente de la Consejería de Medio Ambiente, está claro que el cambio climático es una realidad y que se debe, fundamentalmente, a la actividad humana. “En algunas zonas del interior –prosigue Caro–, iremos viendo un aumento de hasta cinco grados en la temperatura y un descenso del nivel de lluvias del 20%”. Caro destaca la condición especial y limítrofe de Andalucía: “La mayoría de nuestros hábitats, incluyendo algunos de la provincia de Cádiz, como los bosques de niebla, Grazalema o la desembocadura del Guadalquivir, se sostienen en un delicado equilibrio y cualquier variación podría afectarles”.
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