
La Ballenera de Algeciras, testimonio de la riqueza de la industria del mar en el Campo de Gibraltar
Historia
De esta imponente construcción llena de vida el siglo pasado, solo quedan algunos edificios en ruinas
Los flysch llevan millones de años habitando las playas algecireñas, ¿los conoces?
Entre la playa de Getares y Punta Carnero se encuentra un trocito de litoral algecireño muy particular, ya que alojó a la primera industria ballenera española. La Ballenera de Algeciras es hoy un refugio para quienes prefieren darse un baño en verano fuera de las multitudes de otras playas de la comarca y para quienes practican el buceo, la pesca o actividades acuáticas.
Entre las ruinas surgen las higueras y otras plantas silvestres que, después de tantos años en deshuso, han hecho aquellas instalaciones suyas. En el entorno se encuentra un club de kayak y, en varias pintadas, se hace visible la importancia, a día de hoy, de la preocupación por la salud del medio ambiente, algo que hace varias décadas no era tenido en cuenta.
Este entorno en ruinas tiene el encanto de los lugares que un día tuvieron cierta importancia, estuvieron llenos de vida y eran un potente motor económico. Darse un paseo y un chapuzón por la ballenera, con unas impresionantes vistas a Getares y al Estrecho de Gibraltar, es también adentrarse en la historia del siglo pasado.
Historia
La ballenera de Algeciras, ubicada en la ensenada de Getares, representa un capítulo significativo en la historia industrial y marítima de España. Establecida en 1921 por el armador noruego Carl Fredrik Herlofson y los hermanos Bruun, fue la primera factoría ballenera del país. La elección de Algeciras no fue casualidad. Durante una expedición, pescadores noruegos se refugiaron en la Bahía de Algeciras debido a un fuerte temporal y quedaron asombrados por la abundancia de cetáceos, especialmente el rorcual común, en el Estrecho de Gibraltar. Esto motivó la construcción de la factoría, que contaba con muelle, rampa de arrastre, naves con calderas y sala de despiece.
La primera captura documentada ocurrió el 11 de abril de 1921: un rorcual común de 24 metros de longitud y 50 toneladas de peso, capturado entre Tarifa y Tánger. Durante su primera fase (1921-1927), la factoría procesó aproximadamente 3.610 ballenas y 352 cachalotes . De estos cetáceos se extraían diversos productos:
- Aceite: Utilizado como combustible para lámparas y velas.
- Guano: Empleando las vísceras y restos para producir abono.
- Harina: Elaborada a partir de huesos y carne.
- Barbas: Usadas en la fabricación de corsés, bastones y otros artículos.
En el capítulo séptimo del libro Chimán: La pesca ballenera moderna en la península ibérica del biólogo Alex Aguilar Vila, se narra el dramático declive de la actividad ballenera en el Estrecho de Gibraltar durante la década de 1950. La escasez de ballenas obligó a la industria a centrarse en los menos rentables cachalotes.
Intentos de reflotar la actividad con buques alquilados resultaron ineficaces frente al agotamiento de los recursos. En 1959, tras una campaña desastrosa, la factoría cerró y sus barcos fueron embargados. Algunos trabajadores emigraron a Galicia, otros terminaron en el contrabando o en la pesca de cetáceos menores. Con la desaparición del personal especializado, los barcos y la maquinaria, se dio por cerrada la última etapa ballenera en el Estrecho. Las consecuencias ecológicas perduran: la ballena azul ha desaparecido, la población local de rorcual común fue probablemente extinguida, y solo el cachalote mantiene una presencia significativa en la zona.
Hoy en día, las ruinas de la ballenera aún se encuentran en la ensenada de Getares. La Asociación de Emprendedores del Patrimonio Algecireño (AEPA) ha propuesto la recuperación de estas instalaciones para convertirlas en un museo, destacando la importancia de preservar este patrimonio histórico.
La historia de la ballenera de Algeciras es un testimonio de una época en la que la explotación de los recursos marinos era vista como una oportunidad económica, sin considerar las consecuencias ambientales. Hoy, con una mayor conciencia ecológica, se valora la importancia de conservar tanto la memoria histórica como la biodiversidad del Estrecho de Gibraltar.