Expresión genuina de Cádiz y sus planetas
Ruibal y Cai bordaron en el paraíso de El Bosque una noche memorable de música luminosa abierta al mundo
El Bosque de la biosfera musical gaditana eleva a la reserva espiritual de este rincón invisible del mundo a Javier Ruibal y Cai, que encantaron al personal presente en la plaza de toros y a la pléyade de mosquitos que reinaron en la noche estrellada. Picotazos de pasión, sobredosis de emociones, sensibilidad a flor de piel, almas serranas al libre albedrío, música del mundo sin códigos de barras, un cantante patrimonio de la humanidad y un grupo rescatado del tiempo que se quitó treinta años de encima, como la biosfera del vámonos que nos vamos. "Salud y ecología", saludó Ruibal a la concurrencia. Memorable noche en El Bosque animado. Ruibal lo bordó y Cai retornó a su esencia.
"Cómo puede ser delito, en este mundo maldito, quererte como a ninguna". El músico portuense, ahora a la guitarra solitaria, luego apoyado en su hijo Javi y otros dos jóvenes de postín, sonó majestuoso, con hermosos matices. Entre el público, escaso pero entregado, dos cantautores gaditanos que lo pasaron en grande con ambas propuestas, los hermanos Lobo. Agualuna, oda a Tanguito, aves y besos en el paraíso, Cádiz con sus penurias y sus grandezas, Ruibal desgranó historias sentidas y presentidas, la del salón Moderno, la del amor veraniego perdurable, la Gloria de Manhattan y las historias de amor profundo que guardan corazones sin dueño. El brasileño Munir Hossn y el portuense José Recacha se unieron a la fiesta de los sentidos, intercambiando guitarras y bajos y jugando con los sones de aquí y allá. El trío aportó energía a raudales, nuevos motivos para soñar y la ilusión de quien recluta fieles a cada paso que da, el gran Ruibal, mago de la noche, víctima de los mosquitos asesinos: "Me estoy rascando las cejas con las pestañas", ilustró en una de sus impagables charlas con la gente. Ruibal cantó con la gente dentro de sus bolsillos, puso en su sitio a la Reina de África, y la poesía lorquiana, y las desventuras de Picasso, y la locura incurable de la luna repleta de promesas Un ave del paraíso aflamencado, qué derroche en tiempos de crisis. Hasta que la banda al completo se arrancó por ecos de blues, rock, Santana y todo el ultramar del planeta, y la utopía de una sensacional Rosa Azul de Alejandría desembocó en bises, un puntazo intimista y colectivo y la despedida significativa de Javier: "Haced el favor de ser felices".
Eso hicieron los hermanos Lobo y compañía cuando los nuevos Cai transportaron al personal más allá de sus mentes diminutas, tres décadas después de la publicación del mítico disco. Pimera vez en un cuarto de siglo que El Niño tocaba con los suyos. La banda, más guitarrera y fiel a sus orígenes que en anteriores ocasiones, causó sensación. "Cuando miro sobre el trasluz de mi soledad ..." Fopi cantó mejor que nunca desde que Cai reapareciera, y golpeó en seco contra el olvido a la par que El Niño trasteaba con su guitarra oscura, genio y figura, y aportaba serenidad y luz a la otra guitarra de Paco Delgado, el otro pionero, "culpable" principal, junto a Fopi, de la milagrosa resurrección de Cai. Olivera y Blas Lago, al bajo y los teclados, no se quedaron atrás, la música situó a cada uno de ellos en su lugar en cada pieza. Ejecutaron con belleza los temas de Más Allá, incluyendo el todavía vigente "Solución a un viejo problema", que suena por vez primera en 30 años. "Después de tanto tiempo es para nosotros una satisfacción volver a El Bosque, un poquito más puretas", bromeó Diego Fopiani. Y El Niño de la mano lenta se paseó por el jazz y el rock a base de toquetazos de inspiración.
La banda enchampeló con destreza y misterio dos de sus mejores exponentes: Soñé Contigo y Noche Abierta, desgranó pasajes de sus tres discos, con especial mención a El Viaje, acariciado por las teclas de Lago, hasta que estrenaron dos temas, "Por mi camino" e "Hijas de Atlas", con destino a sus próximos trabajos. Buena señal. Cai no se estanca en el pasado, aunque abunda en su personalidad andaluza e instrumental, dos caras de la noche, el mercadillo del Piojito y Pasa un Día, sombras que siguen a un sonido azul y, tal como escribió con tiza el mismísimo Javier Ruibal en la pizarra de los camerinos, "Cai, la expresión más genuina del rock andaluz". Firmado, El Náufrago del Sahara. Saludos desde el Paraíso.
ealcina.blogspot.com
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