Toros en Utrera

Curro Durán: una alternativa sin premio

Curro Durán toreó así con la derecha al gran sexto de Algarra.

Curro Durán toreó así con la derecha al gran sexto de Algarra. / González Arjona

EN honor a la verdad hay que subrayar el dato: la faena más completa, el trasteo de mayor enjundia lo iba a realizar el toricantano, que se acabó marchando a pie de la corrida de su alternativa por culpa de esa espada que emborronó su maciza y larga faena al sexto de la tarde, guinda de un desigual y bonito envío de Algarra, que no se cansó de embestir en la muleta del nuevo matador utrerano que había alcanzado la meta que no pudo cumplir en abril y en Sevilla. Antes había sorteado un primer ejemplar de preciosas hechuras y salida abanta que iba a echar el freno tras el único puyazo que tomó. Curro Durán recibió los trastos del oficio de manos de Talavante después de un largo parlamento y brindó el toro de la ceremonia a sus padres: uno desde el callejón y ella, desde el tendido.

Acabó siendo un animal tardo, de viajes cortos y al que le costaba ir hacia delante. El flamante matador lo toreó con firmeza, muy comprometido, y tirando de él en un trasteo voluntarioso, siempre reunido con el toro, que no podía ir a más por la condición del astado, que se acabó parando por completo hasta echarse después de dos pinchazos. Durán terminó de echarlo abajo con el descabello.

Con el sexto, ya lo hemos dicho, se iba a entregar a tope desde los primeros lances, en el quite por verónicas y en la lidia de un animal que brindó a sus paisanos. Fue una faena, iniciada con tres pases cambiados por la espalda, en la que echó toda la carne en el asador y que tuvo la virtud de estar a la altura del mejor ejemplar de Algarra, al que cuajó muletazos hondos y macizos en una labor de largo metraje. El toro no se cansaba de embestir ni Curro de torear. Hubo hasta petición de indulto mientras el nuevo matador alargaba su faena y el bicho continuaba tomando la muleta por ambos pitones. Durán acabó montando la espada para agarrar dos pinchazos antes de que sonara un aviso y pudiera dejar un feo espadazo trasero y desprendido que entibió el entusiasmo. Al toro le dieron la vuelta al ruedo. Curro se marchó andando y entre ovaciones.

El nuevo matador recibió espada y muleta de manos de Talavante. El nuevo matador recibió espada y muleta de manos de Talavante.

El nuevo matador recibió espada y muleta de manos de Talavante. / González Arjona

Alejandro Talavante iba a lidiar un segundo al que paró con un refrito de lances de todos los colores y quitó por gaoneras, firmísimo de planta. Después de la devolución de trastos inició la faena de rodillas, trufando muletazos naturales y cambiados y hasta una ajustadísima arrucina. Su labor iba a contar con la bondad de un animal que adoleció de falta de motor. El extremeño tiró de efectos especiales en un trasteo más efectista que hondo que tuvo menor contenido en el toreo fundamental. Finiquitó al bicho de una estocada entera y fulminante que validó las dos orejas generosas que paseó.

Recuperado el orden natural de antigüedad lidió un cuarto de bonitas hechuras, acapachadito de cuerna, y pocas fuerzas. Talavante basó su faena sobre la mano izquierda, molestado por los viajes cortos de su enemigo, que embistió siempre pensándoselo y a cabezazos. No hubo que rascar.Pablo Aguado, testigo de la ceremonia, cuajó un ramillete de excelentes verónicas para recibir al tercero. Fue un toro de buena condición y escaso brío al que pasó con compostura natural y buen gusto en una faena que encontró su mejor trazo en el toreo a izquierdas. Unos ayudados por alto precedieron a una estocada entera. Paseó una oreja.

Aguado iba a volver a brillar a la verónica –con lo que estuvo bien de verdad es con el capote– para parar al quinto, al que se enroscó en un mecido quite por chicuelinas, rematado con una airosa larga. El toro de Algarra tuvo nobleza y buena condición en la muleta del matador sevillano que se empleó en una faena bien dibujada, más de acompañar que de apretarse, que abrochó de una estocada trasera y desprendida que no le impidió cortar otro trofeo. Así las cosas, el padrino y el testigo se iban a marchar a hombros del desolado coso de La Mulata. Ganaron las tablas a la entrega del nuevo diestro, que tuvo que abandonar la plaza andando. Ahora se abre un nuevo tiempo, un panorama azaroso. Que la suerte le acompañe.

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