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Las medidas de Italia para impedir el acceso de los menores a contenidos inapropiados en internet

Menores con teléfonos móviles.

Menores con teléfonos móviles. / Antonello Nusca, EFE

Italia bloqueará a partir de este martes las tarjetas SIM de los teléfonos móviles y otros dispositivos de los menores de edad para impedir que accedan a contenidos inapropiados, como violencia, pornografía y juegos de apuestas, una medida que pedagogos y padres ven útil, pero insuficiente.

Serán las propias teleoperadoras las encargadas de activar automáticamente el bloqueo, sin necesidad de una petición previa, según las directrices impuestas por el Garante de las Comunicaciones italiano, que tomó la drástica medida para unificar los sistemas de protección al menor, pues no todas las compañías facilitan por igual el acceso a los controles parentales.

"Puede ser un instrumento muy útil, pero se corre el riesgo de pensar que es una garantía total y que el menor está completamente seguro", alerta a EFE el pedagogo Cosimo di Bari, investigador de Educación Mediática en la Universidad de Florencia y autor del libro Los nativos digitales no existen.

Ocho tipos de contenidos prohibidos

La nueva norma italiana, una de las más exigentes de Europa, tipifica ocho tipos de contenidos potencialmente dañinos para los más jóvenes, entre ellos algunos habituales en las restricciones a menores como los pornográficos, los violentos, los relacionados con el uso de armas y los vinculados a mensajes de odio o discriminación.

Otras categorías son los juegos de azar y las páginas que promueven trastornos alimentarios, además de algunas menos obvias, como los portales de acceso a grupos de culto, sectas u organizaciones similares y, finalmente, las herramientas para navegar por internet de manera anónima sin rastreo.

Limitaciones

Di Bari señala que, sin embargo, el bloqueo tiene sus limitaciones, pues solo funcionará en los teléfonos conectados a internet con una tarjeta SIM a nombre del menor, ya que la legislación italiana permite su registro a partir de los 8 años.

Si la tarjeta está a nombre de un tutor legal, será él el responsable de pedir la activación del control parental, y podrá hacerlo también en su propio dispositivo.

"Quizás el menor tenga amigos que no tengan ese sistema y, por tanto, muchos encuentren maneras de saltárselo", explica Di Bari, consciente de que "la edad en la muchos menores encuentran contenidos violentos y sexuales es cada vez más temprana", a veces sin suficiente educación previa para afrontarlos.

Por ello el pedagogo alerta de que estos mecanismos pueden generar efectos indeseados, como la falta de supervisión por los educadores al confiar en la herramienta y, por otra parte, aislar demasiado al menor de los peligros del mundo real. "Hay cierta tendencia en la sociedad de aislar a los hijos, comportamientos que aparentemente les protegen, pero no les pone en condiciones de afrontar otros riesgos", subraya.

Útil, pero insuficiente

El 12% de los menores italianos de entre 4 y 10 años tienen un móvil propio, que no comparten con sus padres, y tres de cada diez disponen de él antes de los 12 años, cuando la mayoría de los expertos coinciden en que tenerlo antes de los 13 supone un alto riesgo para ellos.

Pérdida de concentración y memoria, deterioro de la capacidad de aprendizaje, trastornos del sueño y aumento de la agresividad son algunos de los daños sobre los que advierte la Sociedad Italiana de Pediatría, al recomendar a las familias que no anticipen el uso del móvil a sus hijos.

Francesca, madre de una adolescente de 15 años, afirma frente a una tienda de telefonía en Roma que la medida es "justa", ya que en los últimos años las horas que su hija pasa en las redes sociales han aumentado y "es fácil que llegue a sitios no adaptados a ella".

Aun así alerta de que "la base debe partir del progenitor, pero la herramienta puede ser un inicio", un punto que defiende Balter, otro padre de tres menores que celebra la medida como "útil" pero "insuficiente".

Así, el experto Di Bari afirma que ese control tecnológico debe entenderse sobre todo como una herramienta educativa que enseñe a los jóvenes a "autorregularse, a entender cuales son los límites de contenido y también del tiempo que uno pasa en los dispositivos."

"Si ya encontramos adultos que hacen un uso de redes sociales propagando discursos de odio y mensajes que no se atreverían a decir en persona, en los niños ese riesgo de comportamientos indeseables es mayor, porque tienen menos conciencia, por lo que la base es la educación", concluye Di Bari.

Por Javier Romualdo (EFE)

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