La Levantá

El sentimiento cofrade

  • José Antonio Ramírez Díaz

En la Jura de Hermano se entregan las “Reglas de la Hermandad”, ya que el nuevo hermano debe saber las normas por las que se rige la Hermandad. Es el ideario de obligado cumplimiento, derechos y deberes, disciplina desde donde crecerán con rectitud los cofrades que en el día a día van a formarse a la luz de su fe y devoción. Con el tiempo, irán aquilatando las enseñanzas de sus hermanos más veteranos, con más experiencia en la vida de Hermandad.

Por ello, el cofrade no es un ser anecdótico, aunque lo piense quien nos vea desde la ignorancia. Los siglos y una fe inquebrantable han ido modelando su figura, porque habita en su interior el sentimiento penitente de devoción a las Sagradas Imágenes y la constante convivencia en la vida de Hermandad, no solo en Semana Santa, sino durante todo el año, y su importancia la establece una jerarquía de valores que está por encima de otras consideraciones sociales. En la Estación de Penitencia, la humildad del nazareno, el anonimato, el rezo callado, renuevan la paz interior que abre paso al íntimo diálogo con el Hijo de Dios ; es el camino más corto para ir hacia Él y a su Bendita Madre. “Dichoso el que lo encuentra”.

No todos los hermanos cofrades tienen la facilidad de ir asiduamente a su Hermandad; los hay que por su humilde realidad social, atendiendo a sus obligaciones familiares, a su trabajo cuando lo tienen, rezando o dando las gracias a sus Sagradas Imágenes desde la distancia, hacen Hermandad con su ejemplo de buen cristiano. No porque un hermano aparezca poco por su Hermandad hay que desmerecerlo recibiéndolo sin el agrado que debemos o criticando su ausencia; hay que ir por la oveja perdida y atenderla como nos enseña el Evangelio. No olvidemos el apostolado, el cofrade lo es de vocación, no se queda solo en la simple recreación estética, en la contenplación de los Sagrados Titulares en el Templo o en el desfile procesional.

Hay que recordar siempre el sentido fundacional de las Cofradías, La Piedad y La Caridad, como faro que nos guía.

Por encima de apreciaciones de galería, ser cofrade es una categoría anónima que sobrepasa el tiempo y las modas, perdura porque su misión es la de salvaguardar las virtudes teologales que durante siglos han estado ejerciendo como algo innato e intrínseco en él.

Con el sentimiento humilde y dichoso a la vez, el cofrade sabe muy bien que lo exterior, lo que se ve, con ser mucho, es lo de menos.