La levantá

15 años de costales morados por Algeciras

Nazareno.

Nazareno.

Ese es el tiempo que ha pasado en la Venerable y Fervorosa Hermandad de Penitencia de Nuestro Padre Jesús Nazareno desde que se produjo el cambio en la forma de cargar los pasos procesionales tanto del Señor Nazareno como de su Bendita Madre de la Amargura, en el que los varales de los cargadores pasaban a la historia para comenzar con una nueva etapa en el que las trabajaderas serían el bendito madero donde el hermano costalero posase su cerviz.

15 años pueden parecer mucho… o poco, depende con el prisma que se mire o se quieran mirar las cosas.

Así, en ese período de tiempo, la Hermandad del Nazareno ha evolucionado en todos los pilares que conforman la Cofradía, comenzando por el principal motor que tienen las Hermandades, que son los hermanos. Ellos, el patrimonio humano, son los artífices de engrandecer el patrimonio material y espiritual heredado de los antiguos hermanos y transmitidos con el mismo amor que un hijo recibe de un padre su más preciado legado.

Hace 15 años, el hermano tuvo que renovar su visión de la forma de cargar los pasos a trabajaderas y hoy día no se concibe un Jueves Santo sin un costal.

Un costal…, una tela de arpillera envuelta de sentimientos que transforman al hermano costalero en cirineo por una noche en el año.

Costal característico en la Hermandad. Tan querido por muchos y criticado por otros y no porque se cambiara la forma de trabajar los pasos de la Cofradía sino porque desde el primer año su color fue, y es, morado, diferenciándolo del resto.

Sí, morado, al igual que el color de la Cuaresma, ésa en la que debemos prepararnos espiritualmente para volver a vivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, reforzando nuestra fe hacia el Señor y la Virgen María.

Morado, como la túnica del Señor Nazareno, ésa que se mueve de lado a lado cada Jueves Santo por la vida que le dan sus hermanos costaleros.

Morado, como las túnicas de los hermanos nazarenos que visten en su Estación de Penitencia. Desde el que porta la Cruz de guía hasta el último del paso de palio.

Morado, como el color que quedó en la piel del Señor por las heridas que le propiciaron los Romanos, por querer que nos amásemos los unos a los otros.

Morado, como las mejillas entumecidas por el llanto y el dolor del Señor cuando, en el Monte de los Olivos, uno de sus discípulos amados le traicionara con un beso por treinta monedas.

Morado, porque es nuestra seña de identidad y es la que debemos defender ante los que no lo entienden, incluso ante algunos pocos hermanos, haciéndoles comprender el motivo y los porqués de tal distinción.

Morado, como el color en sentimiento de la sangre que corre de los miembros de la Asociación Cultural “Tertulia Cofrade La Levantá”, comenzando por la de su presidente, el exaltador de la Saeta y su cartelista, el primer presidente que tuvo, así como múltiples miembros que la forman y han formado a lo largo de estos 24 años de existencia y seguro de los que quedan por delante.

Después de 18 Semanas Santas al frente de los pasos de la Hermandad, y aunque me queda aun mucho por aprender, pienso que el color de la ropa de trabajo no debería ser un problema para el costalero y para su comodidad debajo del paso.

Bajo mi punto de vista, lo importante y lo que debería perdurar por encima de todo es quererse bajo las trabajaderas y fuera de ellas durante todo el año y que la cuadrilla esté unida y comprometida entre si y con la Hermandad.

Remar todos a una y caminar en la misma dirección, ya que todos los que forman una cuadrilla de hermanos costaleros son los pies del Señor y de su bendita Madre por el mismo motivo, y no es ni más ni menos, que su amor hacia Ellos. Y ante esto no hay color de costales en el mundo que pueda impedir que el costalero deje de ser hermano costalero.