La levantá

Cofradías pasionistas

La Mortaja.

La Mortaja.

La Iglesia tiene necesidad de las HH y CC ya que han nacido y vivido en su seno. Y seguirán viviendo bajo la sombra de la misma si quieren seguir dando frutos de vida cristiana. No cabe duda de que las hermandades tienen una gran incidencia en la sociedad en cuanto al compromiso social que recogen las reglas de las mismas, pero también representan una fuerza religiosa, cristiana y eclesial de gran importancia en los pueblos y ciudades en donde existen.

Nuestra religiosidad popular es un cauce repleto de caudal sentimental que debe llevarnos a un mar de fe cristiana. La Semana Santa no puede quedarse exclusivamente en el recuerdo abstracto de un acontecimiento del pasado. Se celebra un acontecimiento que tiene honda vigencia en el presente.

Jesucristo nos dio una muestra clara de lo que le costó su dolor y sufrimiento y esos ejemplos de su Pasión son los que están desarrollados iconográficamente en las estaciones de penitencia de la Semana Mayor.

Es cierto que produce una gran emoción y un vivo sentimiento acercarnos a las imágenes titulares de las distintas cofradías. Fijarnos en cada uno de los detalles de su anatomía, contemplar sus rostros salidos de las gubias y escofinas de los virtuosos imagineros supone todo un ejercicio de exaltación estética. Y si a esa contemplación le unimos la fuente de sentimientos que provocan las estaciones de penitencia por nuestras calles, estamos hablando de una experiencia única.

Ver el duro trabajo de los costaleros, escuchar la palabra certera y eficaz del capataz, oler el incienso y la cera entre la flor de azahar que impregna la primavera, contemplar la emoción de la gente que se congrega junto a los pasos, imbuirse en las notas musicales de las agrupaciones y bandas que acompañan las distintas imágenes es algo que pertenece a nuestras más profundas tradiciones.

Pero es muy importante que como cristianos mantengamos nuestras tradiciones sin diluir su auténtico contenido. Toda cofradía que se convierta en un ejercicio de rivalidad, ostentación o protagonismo está radicalmente en contra de su propia razón de ser.

Un importante fin de las hermandades es convertirse en cofradías en la calle procesionando a sus imágenes titulares. Pues bien, las procesiones no son solo una experiencia estética. Deben ser lo que constituye su originaria identidad: estaciones de penitencia, encuentro con lo que transmiten las imágenes, manifestaciones públicas de la fe cristiana y catequesis visual sobre los misterios de la vida de Cristo.

Por esta razón es por lo que reiteradamente se pide el decoro, el respeto y la devoción que toda procesión exige. No caigamos en la tentación de la superficialidad, no nos quedemos en exclusiva en un trabajo de cara a la galería y profundicemos en las actitudes espirituales internas que son las más importantes. Mantengamos las tradiciones que nos constituyen como pueblo cristiano a través de los siglos, continuemos en la línea ascendente de participación y realce de nuestras cofradías. Pero no olvidemos que todo el movimiento cofrade tiene un origen y una meta:acercarnos a Cristo y ser mejores discípulos suyos. Ese movimiento se mantiene también en el siglo XXI, a pesar de las rápidas y profundas evoluciones de nuestra sociedad contemporánea. 

En definitiva, constituye una cultura honda, llena de matices, que hace el pueblo con la fuerza misteriosa de sus creencias muy arraigadas y, por ello, intensamente vividas, sentidas y participadas.

Desde Triana, un saludo afectuoso para todos los cofrades algecireños.