La tribuna

Antonio Montero Alcaide

Reformas educativas, causas y efectos

Reformas educativas, causas y efectos
Reformas educativas, causas y efectos

17 de julio 2025 - 03:05

Acomienzos de la última década del siglo pasado, Seymour B. Sarason, a propósito de las reformas educativas, escribió que “confundir cambio con progreso es confundir medios con fines”. De resultas, interesa sobremanera el mantenimiento de los fines, para que den referencia y perspectiva a los medios. Ya que, si estos últimos transmutan en fines, el cambio de las cosas no las hará necesariamente mejores, sino, casi con seguridad, iguales o peores. En El Gatopartado (1958), la única novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, publicada un año después de su muerte, Tancredi manifiesta a su tío Fabrizio: “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”; y con esta declaración se constituyen tanto la entidad del “gatopardismo” como las asociadas maneras “lampedusianas”. Luego, hechos fines los cambios, estos no modifican, de buen modo, el estado de las cosas.

Con lo antedicho, se considera la naturaleza o el carácter de los fines y los medios, a fin de señalar los riegos y los efectos de confundirlos, pero asimismo interesa el modo en que los fines justifican los medios. Más bien, hasta qué grado pueden ser poco honestos, pertinentes, aceptables o justos tales medios. A Maquiavelo se atribuye esa justificación taxativa, pero no la afirmó, de forma expresa, en El Príncipe (1513). Cuestión distinta, o aproximada, es que sostuviera el pragmatismo y el realismo como fundamentos del sistema político –aun a costa de los ideales–, y la necesidad de que el gobernante use todos aquellos medios que lleven a conseguir, como objetivo principal, el bienestar del pueblo y del Estado. Por tanto, el resultado justifica la acción y Maquiavelo considera el carácter de las razones de Estado, cuya naturaleza es, a veces, controvertida y oculta. Dos conocidos términos se refieren a ello, así como a sus derivaciones: “maquiavelismo” y “maquiavélico”.

La concomitancia de los medios y los fines también es patente en una conocida afirmación del militar prusiano Clausewitz (1780-1831), cuando entiende que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Aunque también se sostenga este otro principio: más que la continuidad de los fines, es fundamental la discontinuidad de los medios.

Por otra parte, considerada la entidad de las causas, puede tenerse, como causa eficiente, el resultado de una acción, de manera que la causa se hace efecto. Y, como causa final, la razón o el propósito de tales acciones, por lo que el efecto se hace causa. Intercambiables, en fin, efectos y causas, pero no su condición.

Las reformas educativas, de manera propia, son fines y como tales se procla-man, con expresa grandilocuencia, en los textos normativos que las regulan. Y, en su implantación, no se trata tanto de la discontinuidad entre los fines y los medios, sino de la insuficiencia o inadecuación de estos últimos. Aunque la expresión no sea del todo pertinente, una de las evidencias del difícil éxito de las reformas es el “sentimiento de apropiación” de los cambios y medidas que introduce por quienes, principalmente los docentes, han de estimarlos y llevarlos a término en las prácticas educativas. A tal efecto, las reformas, además de implantarse, o precisamente por eso, deben implementarse. Es decir, establecer y poner en ejecución una reforma conlleva la necesidad de aplicar medidas –implementarla– para su logro. La algo perversa justificación de los medios por el fin puede llevar, en el caso de las reformas educativas, justo a descuidar las actuaciones que la implementen, si se sostienen estas en una casi doctrinaria diseminación del discurso reformista –generalmente con conceptos identitarios–, mas no en la fundamentación y consistencia de sus formulaciones. De suerte que, en el ámbito docente, la concatenación de las reformas, dada la inestabilidad del sistema educativo, acaba por asimilarlas a las “lampedusianas” transformaciones que, a la postre, mantienen el estado de las cosas o, si acaso, les cambian el nombre.

No se ha logrado, por ello, que las reformas educativas adquieran el carácter de causa eficiente, con acciones y medidas que den resultados satisfactorios, hecha la causa idóneo efecto. Más bien, en cambio, la causa final de las reformas, sus razones o propósitos, ni siquiera se configura, por lo que el efecto buscado no llega a ser, entonces, esa causa final que lleva a poner, negro sobre blanco, las prescripciones de las reformas en los boletines oficiales.

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