El primer cambio perdurable en nuestro sistema de partidos ha sido la mutación de la tradición política convergente en Cataluña en una plataforma populista tan desvinculada de la gobernabilidad de España como ligada a un liderazgo personalista. La irrupción de AC, que supera a Junts en intención de voto, da continuidad a esa metamorfosis que tiene como principal consecuencia hacer inviable una de las fórmulas de la gobernabilidad en nuestro parlamentarismo: el apoyo del nacionalismo catalán y vasco al partido conservador español. La segunda modificación perdurable de nuestro sistema de partidos es, claro, la consolidación de un partido de extrema derecha. La imposibilidad para el centroderecha español de reeditar una fórmula de gobierno con apoyo de los nacionalismos, hace que, en principio, sólo con el sostén de VOX pueda obtener una mayoría parlamentaria. Sobre esta base, el discurso presidencial ha insistido en el momento disyuntivo de la política española. Diluyendo las diferencias entre PP y VOX, el gobierno plantea un plebiscito cotidiano entre la persona del Presidente o la degradación democrática que supondría una alternativa de gobierno. Su famosa reclusión tras la carta a la ciudadanía, previa al anuncio de su continuidad sine die, exteriorizó de manera clara el giro personalista que ha experimentado el discurso público del ejecutivo. Bajo la premisa de que la permanencia del Presidente es condición existencial del sistema político, se pide indulgencia respecto a deslealtades a la credibilidad de las instituciones como designar a dos ministros de justicia, respectivamente, Fiscal General del Estado y magistrado del Tribunal Constitucional, o directamente, con relación a verdaderas quiebras de la legalidad constitucional, como no presentar proyecto de ley de presupuestos.
La fórmula de la gobernabilidad que sostiene al Presidente exige, al mismo tiempo, convivir con una continua sensación de inseguridad respecto a nuestra forma territorial del poder. El pacto fiscal alcanzado para la creación de una hacienda catalana es el ejemplo más nítido de ello. En estas circunstancias, lo que descubrimos es que la continuidad del Presidente termina por afectar a nuestro sistema de partidos, y ello es así porque, bajo esta lógica, el PSOE, el partido con mejor implantación en España, el único que ha gobernado todas las comunidades, ve reducida radicalmente su relevancia territorial. Sus mediocres resultados en las elecciones extremeñas, lugar donde el socialismo era hegemónico, no permiten engañarnos más sobre la entidad del cambio que se está produciendo, aunque el alcance del giro puede ser mayor. Para la cita electoral en Andalucía, la candidatura socialista la encabeza la ministra de Hacienda y es probable que esos comicios coincidan con la negociación parlamentaria de la Hacienda catalana. En el ADN de la autonomía andaluza está una idea equidad en la dignidad de su autogobierno y el régimen fiscal pactado no es materialmente extensible a Andalucía. En Aragón, la candidata será la actual portavoz del ejecutivo. Al acto homenaje del expresidente aragonés, el socialista Javier Lambán, no asistió ningún miembro del Gobierno. Lambán fue expedientado por romper la disciplina de voto como senador en una votación sobre “el cupo catalán”.
No parece que la política disyuntiva del Presidente sirva para contener a la ultraderecha. Es la propia tradición socialdemócrata la que pierde su relevancia en el sistema de partidos, lo cual tiene una importancia inequívoca para la conservación de nuestra cultura constitucional. Siempre se ha dicho que una coalición entre el PP y el PSOE tendría como efecto contraproducente el crecimiento de la extrema derecha. Tal crecimiento se produce en ausencia de dicha coalición y en detrimento del papel de ambos partidos en el sistema político. Tal vez sea el momento de pensar, si se valora la preservación de nuestro marco constitucional en un momento disruptivo como el que vivimos, no necesariamente en la gran coalición, pero sí en fórmulas de gobernabilidad que impliquen una mínima agenda constitucional compartida entre los dos partidos mayoritarios. La del domingo ha sido una derrota tan significativa que, por mucho que repugne al Presidente del Gobierno, es imposible no ver ese elefante en la habitación del PSOE extremeño de cara al próximo procedimiento de investidura.