Tribuna

Rodolfo Velázquez

La herida límite

En su libro, el doctor Mario Acevedo nos recuerda y recalca los encierros y guetos de los enfermos mentales, como si fueran entes nocivos y contagiosos. Durante 2020, hubo una media de once suicidios diarios

Ansiolíticos.
Ansiolíticos. / Jaime Martínez

29 de diciembre 2021 - 03:05

Salvándose de la vacuidad negadora que prodigan los tiempos de crisis, nos llega La herida límite, libro de Mario Acevedo Toledo, doctor en Psiquiatría, que ejerce su profesión en Algeciras. Es difícil compendiar en 175 páginas un texto sincrético y sintético que abarque definición, orígenes, desarrollo experiencial, etiopatogenia, muestrario de personalidades afectadas por el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) y condensada bibliografía, así como las consecuencias dramáticas y sociológicas de esta afección. Y lo que encierra una enjundia notable: extractar todo ese contenido en una exposición didáctica, explícita, sin escarceos dubitativos, con científica exposición del reto social que tal patología comprende.

Desde que el TLP o bordeline lo concretara por vez primera el psiquiatra C. Hugues en 1884, esta afección fue gravitando entre los conceptos de neurosis y psicosis, y de ahí la substantivación adjetival de Límite, para definir al mismo; aunque hasta 1980 no fue admitido como una patología concreta y definida al reconocerla como entidad la Asociación Americana de Psiquiatría. Desde esta ortodoxia parte el doctor Acevedo y, tras acotar y ensamblar sus capítulos, (El origen, La esencia, El sentido, Tratamiento, Significado, Epílogo, Esquema, Bibliografía e Índice Onomástico) nos permite asimilar en su recorrido un estudio-lectura del mismo. En página y media se muestran los síntomas cardinales de esta enfermedad, enumerando en nueve criterios la sintomatología, la cual puede resumirse en: “…un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales y en la afectividad y una notable impulsividad que comienza al principio de la vida adulta y se da en diversos contextos”.

El entronque genético del TLP, los hallazgos hormonales y las alteraciones cerebrales que el autor menciona nos asienta en un proceso concreto, cuya organicidad y ensamblaje psicosocial está fuera de toda divagación o duda.

Entre el 20 y el 25% del registro penitenciario padece el TLP, previo a su ingreso carcelario. Y durante el año 2020 ha llegado a once la media de suicidios diarios en España. Estos datos no concluyen en el drama de los mismos, sino que trascienden al contenido social que conlleva y a la fuerza engendradora del caos que implica. Una sociedad que tiende a la autolisis padece un mal que destruye a su propia esencia. En el trasunto social del TLP, Acevedo nos introduce en la incomunicación que el titula “La herida psicológica”. Con esta nos aboca al concepto del “Síndrome límite de la infancia”, concepto que nace en 1950, y enumera los seis síntomas que lo caracterizan, donde descuellan: las conductas impulsivas, la deformación de las relaciones interpersonales y las mutaciones del ámbito de la realidad en el paciente, entre otras.

“Los niños destinados a padecer el Trastorno Límite sufrieron maltrato por parte de sus cuidadores, que suelen ser insensibles, en el mejor de los casos, a las demandas de apoyo y afecto que necesitan”

El autor es rotundo al afirmar que estos enfermos son víctimas en su infancia de malos tratos, abusos y abandonos: “…es una herida en carne viva que se reaviva constantemente”. Nos sintetiza la historia de Kaspar Hauser para ilustrarnos las aseveraciones anteriores. Y por eso la sección que prosigue y conecta con la argumentación precedente es titulada “La herida social”, donde leemos: “Los niños destinados a padecer el Trastorno Límite sufrieron maltrato por parte de sus cuidadores, que suelen ser insensibles, en el mejor de los casos, a las demandas de apoyo y afecto que necesitan”. Si tenemos el valor de sacar conclusiones de tamaño aserto, ¿qué grado de preparación técnica y psicocientífica deberíamos exigirle a los educadores que se responsabilizan de la formación o deconstrucción de niños y adolescentes?; ¿cómo incide la cultura ambiente sobre los modelos educacionales?; ¿por qué el método educativo de Eaton en la Gran Bretaña sigue siendo prestigiado entre las élites dirigentes de dicho país?; ¿el concepto de excelencia que prima en la educación asiática, sobre todo en China, es discriminatorio o acorde con la trascendencia nacionalista de dichos países?... Todo texto que promueva interrogantes es un discurso vivo y vivificante. Es palmario cómo La herida límite tiene esta cualidad.

Los reclusos

En la sección siguiente (“El segundo psicotraumatismo”) nos expone el derrumbamiento de los mecanismos defensivos del adolescente que en su infancia padeció vulnerabilidad biológica, agravado por los malos tratos en su infancia: VINIS los llama el autor (víctimas infantiles no identificadas). Un apartado notable encierra la sección La cárcel, en el capítulo II, La Esencia. Nos adelanta que las prisiones están repletas de enfermos que sufren el TLP, sin distinción de razas, sexo, nacionalidad o nivel de desarrollo económico. De la población reclusa española un 23% de varones y un 20% de mujeres están afectos del trastorno. Resulta que aproximadamente un 28% de todas las sentencias en España corresponden a los TLP. Se cita a Eagleman con tesis de su libro Incógnito y a Benjamín Libet como apoyos para sustentar alternativas a esta situación, insoluble hoy en los sistemas penitenciarios.

"Qué duda cabe de que el psicópata seguirá portando una patología mental destructiva, incurable con las terapias actuales"

Nuestro autor explicita sus tesis respecto a la indefensión de la sociedad ante el psicópata, así como las conclusiones disgregantes para el cuerpo social; aunque no menciona explícitamente tal aspecto es rotunda su postura. Qué duda cabe de que el psicópata seguirá portando una patología mental destructiva, incurable con las terapias actuales, y que la sociedad pervive si tiene medios para defender su estructura. No existen hueras aleluyas en este análisis respecto al TLP en la población penitenciaria y los métodos propuestos a examen para intentar mejorar el pronóstico de los afectados se asientan sobre presupuestos contundentes.

"Vemos cómo el arte ha sido con frecuencia forma de expresión y de amortiguación de afectos por este trastorno"

En la sección "Las celebridades" se recorren conocidos personajes víctimas del TLP: Marylin Monroe, Amy Winehouse, Diana de Gales, Sylvia Plath y sus monólogos poéticos, Judy Garland y su labor casi mesiánica en el mundo homosexual; personajes del Club 27, destacando Robert Johnson, Jimmy Hendrix, Brian Jones, Janis Joplin…, entre otros. La proclama de “Sexo, drogas y rock&roll” arrastró a una generación entera, aunque todavía pululan exégetas defensores de tamaña destrucción. Vemos cómo el arte ha sido con frecuencia forma de expresión y de amortiguación de afectos por este trastorno. Pero Acevedo se muestra esperanzado con las nuevas terapias: prometedores fármacos y nuevas técnicas psicoterapéuticas resultan promisorias en el abordaje de esta patología, imbricando en las mismas las propuestas de rehabilitación y profilaxis social de sus causas desencadenantes.

El capítulo III (“El Sentido”) se inicia con la sección dedicada a la psiquiatría evolucionista en que se expresa como causa de patología mental a trastornos genéticos, enumerándose los pasos intermedios desde el gen enfermo a la conducta mórbida: “gen, proteína, enzima […] hasta la conducta observable”. Se recurre a Millon para explicar el TLP devenido por la ambivalencia entre los diferentes polos evolutivos: “La patología límite surgiría de la indefinición y confusión constante entre las distintas polaridades…”.

Prosigue con “El nuevo paradigma”, sección que por sí misma se abre a una disertación que desbordaría el espacio de este artículo. Baste decir que en ella el autor recorre cuatro paradigmas históricos para abordar el llamado nuevo paradigma, que eclosionara en París en 1979 y que, según Martínez Miguélez, comprendería los siguientes principios: El conocimiento personal, la metacomunicación del lenguaje total, la ontología de sistemas y el principio de complementariedad, tras una amplia disertación sobre las bases científicas del nuevo paradigma. En el desarrollo del mismo, se subraya la decisiva evidencia de la replicación de los genes en el proceso de la evolución hasta consumarse en la maduración cerebral humana, como motor cultural. Y la adición trascendental de que la crianza obligada y larga tan peculiar de los humanos facilita la adhesión al grupo y a los valores de este con el apego afectivo familiar que conlleva. Y en este molde es donde la ruptura de tal vínculo afectivo durante el desarrollo personal conlleva que el individuo se halle desamparado, expugnable. Tras recorrer aportaciones cardinales de otros autores, resulta categórico cuando afirma el autor que el TLP requiere ser incluido en el nuevo paradigma, recorriendo ocho consecuencias de dicha adscripción. El capítulo prosigue con el análisis de las obras de Cervantes, Flaubert y Kafka como encausadas en el Trastorno Límite que nos ocupa, así como otros autores de solera histórica.

El capítulo "Tratamiento" lo encabeza una bella estrofa de Jorge Luis Borges, extraída de su poema “La Rosa”, lo cual nos preludia una tesis esperanzadora para el éxito de la terapia del TLP, inclinada en su vertiente psicosocial de apoyo terapeútico.

"Significado" está preludiado por un canto a la libertad de Cesare Pavese (“El hombre viene al mundo para transformar su destino en libertad”). En este capítulo presenciamos una síntesis de la evolución del saber psiquiátrico con las más significadas aportaciones. También se concreta el trabajo profesional en la materia que nos ocupa, tanto por facultativos como por el personal complementario: enfermeros, auxiliares y religiosos, subrayando Acevedo a monjas de la Iglesia católica por su esfuerzo abnegado en esta labor silente y sacrificada. Nos recuerda y recalca los encierros y guetos de los enfermos mentales, como si fueran entes nocivos y contagiosos. Y entra de lleno en el apartamiento y desdicha de muchos enfermos mentales en las prisiones, sin contar con centros especializados que aborden la patología de estos reclusos.

En el Epílogo, el autor hace una concisa exégesis de lo expuesto, pudiendo deducirse que este libro supone una nueva visión en la comprensión del TLP.

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