El comercio mundial vira al proteccionismo. Estados Unidos endurece tarifas, el Reino Unido arrastra fricciones post-Brexit y la Unión Europea activa el CBAM, un “cuasi arancel” climático sobre la huella de carbono importada. Todo ello reordena cadenas de valor, encarece insumos y cambia la ecuación de riesgo-retorno. Andalucía, abierta y exportadora, no es ajena a este escenario. En 2024 captó 837 millones de euros de inversión extranjera directa, pero el nuevo marco exige anticipación.
Los aranceles no son teoría. En 2019, un 25% al aceite de oliva envasado hizo que España, en su mayoría Andalucía, perdiera cerca del 80% de su cuota en Estados Unidos. Hoy, ese país sigue siendo el principal destino extracomunitario del aceite andaluz con 806 millones exportados en 2024 y la aceituna negra arrastra un 31,5% desde 2018, con pérdidas de unos 280 millones. La carga supera el 50%. Se suman fricciones post-Brexit en el hortofrutícola y el impacto del CBAM en sectores como acero, cemento y fertilizantes.
El agroalimentario es el más expuesto por volumen y sensibilidad al precio, pero no el único. El sector aeroespacial, con 138 millones exportados a Estados Unidos en 2024, teme endurecimientos tras la tregua Airbus-Boeing. Materiales de construcción y piedra natural, con 309 millones enviados al mercado estadounidense, sufrirían si el cliente traslada la tarifa al precio final.
Renovables y manufactura verde encaran el doble reto de aranceles y CBAM. Incluso el turismo, que representa el 12% del PIB regional, podría resentirse si la coyuntura internacional reduce renta disponible y confianza.
Para un inversor, los aranceles elevan la prima de riesgo, comprimen márgenes, aumentan la volatilidad de caja y alargan los periodos de recuperación. Un exportador sufre un doble golpe: insumos más caros y menor precio neto en destino, por lo que crece el uso de coberturas y cláusulas de revisión. En valoración, sube el coste de capital y cae el múltiplo si el mercado anticipa menor crecimiento. Parte del capital pospone decisiones, mientras otra parte rota hacia relocalización e integración vertical.
El sector privado ya reacciona. Productores de aceite abren plantas en Estados Unidos para evitar el arancel al envasado y otros diversifican hacia Asia y el Golfo. En industria, la inversión se dirige a eficiencia y trazabilidad de CO2 para reducir exposición al CBAM. Se extienden contratos a largo plazo con indexación a costes y coberturas de materias primas y divisas. La Junta refuerza la internacionalización con ayudas y red exterior.
El shock arancelario puede catalizar inversión local si importar insumos se encarece y producirlos en Andalucía mejora el caso de negocio. Destacan la sustitución de importaciones de componentes agroindustriales, envases o fertilizantes verdes y la relocalización vinculada a la transición energética como hidrógeno verde, logística refrigerada o mantenimiento eólico y fotovoltaico. Con recurso renovable competitivo, puertos de primer nivel y clústeres consolidados, la región está bien posicionada para captar proyectos de nearshoring.
Para transformar el riesgo en oportunidad, Andalucía debe ofrecer un marco atractivo y predecible. Esto incluye incentivos fiscales temporales a proyectos que sustituyan importaciones o reduzcan emisiones, agilización de trámites y ventanilla única para inversiones estratégicas, capacitación en reglas de origen, CBAM y trazabilidad para pymes, modernización de infraestructuras logísticas y puertos para operar de forma continua, así como refuerzo de la formación dual y consorcios de exportación para mejorar competitividad.
Los aranceles son un riesgo y añaden incertidumbre, pero bien gestionados pueden ser una palanca para reconfigurar cadenas de valor y atraer capital estable. Si Andalucía combina estabilidad, simplificación regulatoria y apuesta por valor añadido y descarbonización, las tensiones comerciales pueden ser la chispa de un ciclo inversor más competitivo y resiliente.