Tribuna

Manuel Gutiérrez Luna

Magistrado. Ex presidente de la Sección de Apelación Penal del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía

Voto nulo, en blanco y abstención. ¿A quién beneficia?

La piedra angular de los derechos políticos y sociales de los que disfrutamos los ciudadanos en las sociedades democráticas se halla en el derecho al voto

Un hombre busca entre las papeletas de un colegio electoral, en 2019.

Un hombre busca entre las papeletas de un colegio electoral, en 2019. / E. Fenoy

La piedra angular de los derechos políticos y sociales de los que disfrutamos los ciudadanos en las sociedades democráticas se halla en el derecho de sufragio activo, más conocido como derecho al voto.

A escasos días de las elecciones municipales en nuestro país, hay que recordar que ese derecho, a diferencia de otros países -como Grecia, Bélgica o Luxemburgo- no es obligatorio, aunque sí es un deber ciudadano el ejercerlo. Se trata de elegir para los próximos cuatro años a aquel partido o personas que creamos van a desarrollar una labor de mejora de aquello que está más cercano a los ciudadanos: su ciudad, su entorno y la creación de todo aquello que suponga una mejora para quienes eligen a sus representantes.

En ocasiones, se opta por la reelección de quienes han estado al frente del poder, al estimar que han cumplido con su programa. En otras, el elector siente que ningún partido político le representa y, para expresar ese sentimiento, cuenta con una serie de herramientas. Me refiero a la abstención, el voto en blanco y el voto nulo.

Son opciones para hacer llegar a los políticos el descontento por su ineficacia o su desacuerdo con la oferta que se les hace en sus respectivos programas durante la campaña electoral.

Veamos cómo funciona y el efecto de esas tres posibilidades:

Voto en blanco

Consiste en acudir a la mesa electoral que le corresponda e introducir en la urna un sobre que no contenga ninguna papeleta de partidos que se presenten a las elecciones. Suele ser emitido por ciudadanos que, tras informarse y reflexionar sobre las diversas ofertas, desean dejar patente su falta de afinidad sobre quienes se presentan como candidatos.

Pese a ello, se trata de un voto válido que -conforme al sistema D'Hont, por el que se rigen las elecciones- se sumará al total de los votos válidos. Con ello se eleva el listón a los partidos minoritarios -ya que se exige lograr un 5% de los votos emitidos para poder entrar en el reparto de concejales- y se beneficia a los grandes partidos.

Voto nulo

Aquí, el elector introduce en un sobre más de una papeleta o se modifica una, borrando el nombre de algunos de los candidatos o bien introduciendo cualquier leyenda o expresión.

No será válido el voto así emitido y no se computará en el total recuento de los emitidos.

Abstención

Se trata de una manera de expresar los electores su descontento con un sistema que, entienden, no les representa o bien no se sienten identificados con quienes encabezan la lista en cada partido. También existen casos de abstencionismo apático, motivado por la pereza o desinformación política, que hace que les lleve a la convicción de que su voto carece de importancia.

Veamos un ejemplo: una ciudad con un censo electoral de 50.000 personas. Si acuden a votar solo 30.000, sin ningún voto en blanco, se precisaría para obtener representación un mínimo de 1.500 votos. En cambio, si además hubiese 2.000 votos en blanco, se precisarían 1.150 votos para acceder al reparto. Perjuicio para los pequeños partidos.

En cuanto a la abstención, el reparto de concejales se hará entre aquellas candidaturas que hayan obtenido el 5% de los votos emitidos. A partir de ese porcentaje será el sistema D'Hont de representación proporcional el que determinará cuántos votos se requieren para lograr un concejal, teniendo en cuenta que, cuantos más votos logre un partido, menos coste en votos le supondrá tener sus concejales.

De ahí que la abstención y votos en blanco beneficien a los partidos mayoritarios y perjudique a los minoritarios, ya que muchos de ellos quedan fuera al no alcanzar el mínimo exigido.

Se ha de cumplir con el deber cívico de acudir a las urnas, informándose previamente y elegir al partido que estimemos nos van a representar mejor. No debemos dejar que se pueda gobernar con gran parte de quienes se abstienen y pensar que se trata de elegir a personas de la ciudad y no a líderes nacionales.

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