Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Magna Algeciras

De lo actuado cabe sacar algunas conclusiones para pensar el futuro y no perder el rebufo de la promoción lograda

En las calles y plazas se vio a los capillitas autóctonos de toda la vida y también a algunos foráneos de marcado acento -la mayoría, de terno oscuro y nudo gordo en la corbata-, a familias arregladas para la ocasión con carritos de bebé y a chavales con los pantalones caídos por donde la espalda pierde su nombre. Cada cual la vivió y entendió a su manera, como acontecimiento cofrade de primer nivel, como fenómeno antropológico recargado de barroco boato o como una forma agradable de pasar el rato, pero la Magna de Algeciras en honor de la Virgen de la Palma en el centenario de su patronazgo ha sido para la ciudad una oportunidad hecha realidad para trasladar su marca más allá de Pelayo o de las Huerta las Pilas. 

En el tren de media distancia que partió de Córdoba por la mañana, un grupo de chavales hablaban de los itinerarios y compartían fotos y vídeos de las imágenes que por la tarde, previa escala en Sevilla y un viaje en coche de otras dos horas, iban a ver en la ciudad. La promoción realizada de Algeciras a través de los medios de comunicación y redes sociales en los meses y semanas anteriores a la procesión tuvieron ayer su reflejo en la Plaza Alta, la calle Convento, la Ancha y el parque María Cristina, que lucieron mejor que nunca.

Cumplió el Consejo de Hermandades y Cofradías presentando una Algeciras real y abierta por más que se tratase de una celebración religiosa cargada de solemnidad

Como es norma, cumplieron los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para evitar cualquier susto; cumplió el Ayuntamiento, en sus diferentes delegaciones y empleados a la hora de poner a punto las calles, y cumplió el Consejo de Hermandades y Cofradías de la ciudad con una intendencia esmerada y ejemplar, sin causar en los días previos molestias al conjunto de la ciudadanía, haciendo ciudad desde la base, exhibiendo su patrimonio cofrade y presentando una Algeciras real y abierta por más que se tratase de una celebración religiosa cargada de solemnidad.

Hoteles, restaurantes y bares han sido, en primera instancia, los principales beneficiarios, aunque de lo actuado cabe sacar algunas conclusiones para pensar el futuro y no perder el rebufo, para sacar provecho en materia de infraestructuras, turismo y cultura, ámbitos donde la mejor noticia es que contamos con margen de error porque mucho de lo importante está por hacer. ¿Para cuándo un palacio de congresos moderno y multifuncional que sirva como polo de atracción? ¿Cuándo un ferrocarril que nos una con las ciudades de Málaga, Jerez y Sevilla? ¿Cuándo el desdoble de la carretera hasta Vejer?

En la iglesia de San Isidro aún cuelgan de la puerta las guirnaldas verdes que la noche previa a la salida de la Esperanza colocaban con esmero los vecinos sirviéndose de una escalera, unos cuantos metros de alambre y unos alicates. Costó su tiempo y esfuerzo lograr que la procesión se hiciera realidad, pero es la voluntad de sus gentes la que construye las sociedades. Difícilmente alguien hará por nosotros lo que no intentemos hacer por nosotros mismos. Magna Algeciras.

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